futbolin spataro

Ningún niño que haya crecido en la Galicia del Xabarín Club, un programa infantil que reinó en las meriendas de los 90, desconoce que el futbolín es un invento gallego. Lo inventó el gallego Alexandre Fisterra en 1937, en plena Guerra Civil, como bien decían en una canción que emitían entre serie y serie de televisión (el programa combinaba series para niños y canciones en versiones karaoke que todos acabábamos sabiendo). Pero la historia de que Fisterra inventó el futbolín se quedaba un poco ahí: sabemos que Alexandre Fisterra inventó el futbolín (y el dato suele aparecer recurrentemente en los listicles sobre Galicia y cosas que no sabes) y poco más. La historia de Fisterra da sin embargo para mucho más y ha ido protagonizando algunos artículos, su propio artículo en Wikipedia y ahora también un cómic. DeBolsillo acaba de publicar Futbolín, de Alessio Spataro.

Futbolín es al mismo tiempo una novela gráfica y una biografía, así como una historia que empieza con la propia relación del autor con el juego. Spataro, él mismo jugador de futbolín, ha ido conociendo la historia de Alexandre Fisterra (en realidad, Alexandre Campos Ramírez) gracias a lo que otros le han contado sobre su biografía (otros que han conocido de primera mano al inventor). Futbolín empieza recordando que la paternidad del invento es discutida y discutible (existen muchos juegos que se pueden considerar antepasados del moderno futbolín, empezando en el mismo siglo XVIII en Francia) para después centrarse en lo que Fisterra hizo.

futbolin spataro portadaLa historia de cómo Alexandre Fisterra inventó el futbolín es bastante popular (o al menos quienes hemos leído esos listicles ya la hemos leído de forma reiterativa). En plena Guerra Civil, Fisterra, un adolescente al que la guerra pilló en Madrid en lugar de su A Coruña natal, fue herido por un bombardeo y, durante el tiempo en el que estuvo hospitalizado, tuvo la idea de crear un juego con el que los niños heridos por las bombas (muchos de ellos no podían en ese momento jugar al fútbol) pudiesen jugar a ese deporte. De ahí nació el futbolín, que tras la guerra se hizo inmensamente popular. Para los lectores de listicles, la historia se vuelve después difusa, como si Fisterra hubiese inventado el futbolín y hubiese desaparecido de la faz de la tierra.

El cómic sigue tras ese punto y aparte que suele llevar a ninguna parte en los artículos y, aunque en algunas ocasiones debería haber sido más claro (por ejemplo, en los años de la Guerra Civil aparecen algunas escenas que no conducen a mucho y también luego se presentan algunos personajes que no sirven para nada en términos de historia sino solo para dejar caer algunos nombres del muy elevado círculo en el que se movía Fisterra), el libro funciona usando pinceladas. No se nos cuenta todo lo que ha ocurrido en la vida del escritor y se dejan muchos puntos abiertos (un truco literario que muchas veces funciona muy bien y que hace que acabes buscando más información) y no se tratan todos los puntos problemáticos de la biografía, aunque sí se nos invita a investigar sobre ellos.

En uno de los últimos capítulos, un personaje comenta la parte oscura de la vida de Fisterra, esa que, explica, sus críticos siempre le echan en cara, como el que no se sepa muy bien cómo salió de España tras el fin de la II Guerra Mundial o cuáles eran algunas de sus relaciones con los gobernantes de algunos países. “Mucha gente en la que tenemos plena confianza dice que su pasado es demasiado turbio”, dice en las viñetas uno de los personajes (Algunos de esos rumores, por cierto, parecen el argumento de una novela: si huyó de España, dicen, es porque mantenía una relación sentimental con un lord inglés que logró sacarlo del país y que le dejó a su muerte una fortuna en libros).

Pero sin ella, sin embargo, la vida de Fisterra tiene mucho de novela (y las escenas que se usan en el cómic ayudan mucho a verlo). Vivió la Guerra Civil, fue represaliado tras ella, fue uno de los primeros secuestradores de avión (aunque usó como arma un jabón al que le dio pinta de granada de mano y lo hizo para evitar que lo deportaran ilegalmente a la España franquista) y fue un hombre muy bien relacionado con el mundo de las letras. Fue amigo de muchos nombres muy populares de las letras francesas e hispanoamericanas y tuvo una editorial. En resumen, Fisterra fue algo más que el inventor del futbolín y el cómic de Spataro invita a descubrirlo.