Atlas de islas remotasEn el interior de todos nosotros reside el deseo de ser exploradores. Quizá nos den miedo las arañas, seamos los primeros en pillar cada virus o sigamos a pies juntillas la guía cada vez que viajamos, no importa. Es imposible no sentir cierta nostalgia cuando uno oye hablar del capitán Cook, de Vasco da Gama, de Livingstone. Es inevitable imaginarse hollando por primera vez un nuevo suelo -nuevo, al menos, para tus compatriotas-. Pero, ay, el mundo ya no es lugar lleno de misterios y tierras ignotas.

¿No lo es? En «Atlas de islas remotas» aparecen 50 islas en las que su autora, Judith Schalansky, nunca estuvo y a las que nunca irá. Y tampoco nosotros. Ese es su encanto, esa es la razón por la que cada uno de los mapas de este libro, cada una de sus historias, nos atraen como una bombilla a una polilla. Entramos en este libro y no queremos volver a salir. Queremos quedarnos surcando mares, abordando orillas, investigando fauna y flora, ascendiendo montañas. Revelándonos al explorador que llevamos dentro.

Se trata de un libro original y fascinante, a medio camino entre compendio geográfico y crónica novelada, en el que descubrimos 50 islas alejadas de tierra firme: podemos examinar su fisonomía, leer la distancia que las separa del continente, saber cuánta gente vive en ellas (si es que vive alguien), pero sobre todo, podemos leer anécdotas acontecidas allí. Y como la verdad supera a la ficción, todas esas historias tienen algo de mágico, bastante de romántico y mucho de poético. Uno se queda, de hecho, con las ganas de saber más, y acaba acudiendo a Internet. ¿Cómo será la vida de esas 200 personas que viven en una isla a 1000 kilómetros del punto más cercano?

Entre mis historias favoritas está la de Pedro I, una isla abrupta en medio de la Antártida que en pleno siglo XXI no ha sido pisada aún por nadie; o la de Tikopía, una isla diminuta donde el control de la natalidad debía ser exhaustivo para no superar las 1200 personas; o la de Santa Kilda, donde todos los niños nacen sanos, pero solo un tercio completa el mes de vida; o la de Floreana, donde solo viven cinco personas, cuando se comete un asesinato…

La mayoría de las historias son trágicas: relatos de violencia, de decepción, de dificultades... como Schalansky nos advierte en el prólogo, solemos pensar en las islas como paraísos, pero se parecen más a pequeños infiernos, lugares rodeados de agua de los que uno no puede escapar. Pero a quien vamos a engañar, la desgracia fue siempre la principal fuente de la que bebió la literatura.

‘Atlás de islas remotas’ está editado en español en colaboración entre Capitán Swing y Nórdica Libros.