Los contrabandistas son la gente más honrada que existe. La frase es uno de esos momentos gloriosos en los que los entrevistados les ponen las cosas muy fáciles a los entrevistadores. Se la dijo Manuel Díaz, Ligero, el alcalde de la localidad pontevedresa de A Guarda durante los años 80 (y contrabandista, claro) al periodista del Faro de Vigo que lo entrevistó cuando se convirtió en alcalde en 1987. “Piensa que la palabra de un contrabandista es oro de ley. Es como el feriante que va a vender una vaca y se da la mano con el comprador. Y no hacen falta papeles. ¡Eso es Manuel Díaz!”, añadía. La entrevista es uno de los documentos que Nacho Carretero ha recopilado en Fariña
, el libro que acaba de publicar Libros del K.O. y que supone un recorrido (construido de una manera fascinante y bastante escalofriante) por la historia del narcotráfico en Galicia.
Fuera de Galicia, el narcotráfico se convirtió en una especie de cliché sobre ciertas zonas y sobre según qué comportamientos (que le pregunten a cualquiera de la zona del Arousa si nunca le han dicho nada relacionado con las drogas cuando dice de donde es…). Dentro de Galicia, el tema es una de las cuestiones que deberían ser analizadas con mayor detenimiento y que son un elemento bastante importante de la historia reciente.
En los 80, el tráfico de drogas se convirtió en un problema muy serio. Galicia era la puerta de entrada de la droga en Europa que llegaba de Colombia (Carretero recupera algunas estadísticas y son muy impresionantes). Quienes crecieron en los 80 y en los primeros 90 en Galicia recordamos cientos de avisos sobre mantenerse alejados de las jeringuillas abandonadas (aunque esto, como todo, cambiaba por zonas y por lugares y suponemos además que no ocurría solo en Galicia) o los peligros de las drogas además de poder identificar rápidamente ‘al yonki’. Términos como el fariña que da título al libro se convirtieron en bastante comunes, aunque no con el significado que tenían en origen. Fariña significa en gallego simplemente harina. En aquel momento se le dio otro significado completamente diferente. Cuando alguien se hacía una casa muy grandiosa en ciertos lugares de la geografía gallega, las abuelas decían que seguramente ‘anda na fariña’.
Este largo párrafo anterior no es más que una puesta en contexto (muy reducida y simplificando muchísimo las cosas) del momento en el que se mueve el ensayo (pero como en todo es mucho mejor leerlo a él, la fuente original, para comprenderlo). Carretero ha publicado el primer ensayo que agrupa toda la historia de cómo Galicia se convirtió en una potencia en narcotráfico (no la clase de potencias que los lugares desean ser), remontándose al pasado (y explicando cómo eso explica lo que va a venir después) y recordando que en el presente (por mucho que los medios ya no hablen tanto del tema) la situación no está del todo finiquitada. Como bien explica el autor en el libro, no es que nunca nadie antes hubiese cubierto el tema (la prensa local lleva haciéndolo años y de forma muy valiente, como explica en alguna ocasión) sino más bien que el tema al completo no se había recogido en un libro. Eso es lo que Fariña tiene de pionero.
Carretero se remonta al siglo XIX, cuando los naufragios en la que fue bautizada (en la Belle Époque y por una escritora inglesa) como Costa da Morte se convertían en material para la rapiña, y a los duros años de la Guerra Civil y la postguerra, cuando la frontera con Portugal se convirtió en un coladero de productos de contrabando, para explicar por qué el contrabando no tuvo, en un principio, una mala fama entre la población (al fin y al cabo era una manera de sobrevivir). Luego recorre los años en los que en Galicia los contrabandistas se lanzaron al contrabando de tabaco (que era increíblemente fácil de encontrar en las tiendas en aquel momento) y como de ahí se dio el salto a la droga. Los 80 y los primeros 90 (las grandes macrooperaciones policiales son de esa fecha) fueron los años en los que Galicia se convirtió en esa gran potencia de la droga en Europa y cuando estuvo, además, a punto de convertirse en una nueva Sicilia.
Porque el narcotráfico tuvo muchas ramificaciones y se coló a muchos niveles en la sociedad (tanto que una siente mientras lee la necesidad de Carretero escriba un segundo tomo mucho más específico sobre ello). La rumorología (y algunas condenas) han permitido establecer lazos entre la política (y mientras lees el libro no paras de preguntarte hasta dónde llegará ese nexo de unión) o las fuerzas de seguridad y los contrabandistas y los narcotraficantes. Cuenta Carretero que, cuando empezaron las grandes operaciones policiales contra el narcotráfico, la orden no solo venía de Madrid sino que no se contaba a Galicia hasta que se estaba en plena faena. Y en los 80 los narcos se sentaban en la Cámara de Comercio de Vilagarcía, donde se llegó incluso a debatir sobre estrategias de defensa y desembarcos.