Es imposible aburrirse con este álbum. Poner caras siempre es divertido: de pato, de ambulancia, de informático, de martipof… Sí, de martipof. Lo importante es meterse en el papel y hacerlo bien. Otra opción, si uno no se aburre, es poner cara de normal.

Con unas ilustraciones nada edulcoradas, cuya estética tiene que ver más con el cómic y las series de dibujos televisión (no pude evitar acordarme de Historias corrientes al abrir el libro), A veces me aburro’ es juego de principio a fin, una propuesta para poner al límite la imaginación de los lectores. Pero también encierra un sutil mensaje sobre ser uno mismo o, como se dice en el libro, ser «una persona normal estupenda».

Si hay algo que tras reseñar varios álbumes de la editorial Tres Tigres Tristes salta a la vista, es la apuesta por la variedad para ir ampliando un catálogo que, claramente, no busca subirse al carro de la moda, sino satisfacer a un lector curioso que quiere descubrir autores diversos.

‘A veces me aburroʼ es gamberro, surrealista, divertido… Y eso precisamente es lo que gusta a los lectores sin prejuicios y sin edad. La galería de personajes que desfila por el libro es de lo más variopinto (y ahora también me acuerdo de Hora de aventuras o de El asombroso mundo de Gumball), tanto que con una segunda lectura no es suficiente para percatarnos de todos los detalles.

Enrique Quevedo es el responsable de estas ilustraciones y Juan Arjona del texto que las acompaña, ambos autores andaluces con una amplia trayectoria profesional en el mundo de la ilustración y la LIJ.

Con ‘A veces me aburro’ me he divertido no solo yo, también mi hijo de casi cuatro años que —como yo— no sabe lo que es un martipof… O quizá sí, lo sabe, pero —creo— que no sabría explicarlo. Al menos, hasta ahora.