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Los ebooks son muy cómodos. En nuestro ereader podemos almacenar numerosos títulos, leer en cualquier lugar y navegar por el libro a nuestro antojo. Para eso está el índice. Y nadie, absolutamente nadie, sabrá qué estás leyendo. O… quizás alguien sí lo sepa. La empresa a la que le has comprado el ebook sabe que lo has hecho y guardará ese dato para tus próximas compras. De ahí esas ventanas en las que te recomiendan otros libros que podrían interesarte. Pero, además, también pueden seguir tu proceso de lectura.

Y aunque el dato puede parecernos impactante, no es algo nuevo. Ya en 2012 un artículo de The Wall Street Journal apuntaba que nuestros ereaders estaban leyéndonos a nosotros. Así, por ejemplo, sabían que leer el último libro de Los juegos del hambre llevaba siete horas, a una media de 57 páginas por hora, y que 18.000 lectores de Kindle habían subrayado la misma frase («porque a veces a la gente le pasan cosas y no estamos preparados para afrontarlas»). El artículo dejaba claro que las grandes compañías que estaban vendiendo ebooks, como Amazon, Apple o Google, tenían capacidad para seguir el proceso de lectura y descubrir datos sobre el mismo. Las palabras que usamos para encontrar un libro, el tiempo que nos lleva leerlo, si lo leemos completo (o lo dejamos a la mitad) o el tiempo en general que dedicamos a la lectura son datos que pueden saber gracias a nuestro consumo de ebooks vía sus dispositivos o sus aplicaciones de lectura.

«Saben cuan rápido lees porque tienes que hacer click para pasar página», explicaba en un artículo de la NPR Cindy Cohn, directora legal de la ONG Electronic Frontier Foundation. Pero, como alertaba ya Cohn, las compañías podrían acceder incluso a más información,  como por ejemplo el lugar en el que estás cuando lees (pensad que un smartphone o una tableta pueden geolocalizarse).

Las empresas del sector suelen apurarse a dejar claro que esos datos son anónimos (al menos, eso era lo que explicaban en alguna charla sobre ebooks en la que he estado) y que sirven para crear estadísticas. Así, las decisiones editoriales pueden basarse en saber lo que la gente quiere (y, quién sabe, quizás en un futuro los libros podrían adaptarse a las tendencias de lectura de sus usuarios: si un final no funciona, y viendo el  libro como un producto cualquiera, ¿por qué no cambiarlo?). De este modo, los vendedores saben qué géneros funcionan y qué quieren comprar los lectores. El boom de los contenidos cortos (como los Amazon Single o la novela corta) tienen así una explicación estadística.

El boom reciente de nuevas soluciones de lectura, como las plataformas que albergan libros en la nube al estilo de lo que Spotify hace con la música, hace que siempre que el usuario está leyendo esté conectado a internet y han permitido conseguir incluso más datos sobre el proceso de lectura. Scribd, una de esas plataformas de lectura en la nube, es una de las que están empezando a analizar todos los datos que consiguen gracias al proceso de lectura. En un artículo de The New York Times, uno de sus directivos explicaba que querían publicar una carta a sus usuarios en la que dejasen claro cómo usan o usarán esos datos (algo que las compañías ‘tradicionales’ del sector del ebook aún no han hecho), aunque un primer análisis ya les ha permitido llegar a conclusiones sobre la lectura. Así, los lectores de novelas de misterio tienen a saltar en la lectura para descubrir al culpable de forma más habitual cuanto más larga sea la novela, los lectores de romántica aceleran la lectura, los de novela erótica la aceleran todavía más y los de libros religiosos leen más lentos que todos ellos. Y las biografías consiguen que más lectores lleguen al punto final que los libros de negocios.

Sus datos se pueden cruzar con los de Oyster, otra de las plataformas de lectura en la nube, para tener un panorama incluso mayor de las pautas de lectura. What Women Want, un libro que promete desvelar los secretos de la mente femenina, consigue un 100% de lecturas completas. El sesudo The Cycles of American History de Arthur M. Schlesinger solo tiene un 1% que llegan al punto final. Oyster también sabe hay un 25% más de probabilidades de llegar al final si un libro está dividido en capítulos cortos.

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