Jane Eyre y Rochester

‘Jane Eyre’ es un libro bastante infravalorado. Sí, está ahí, todos lo conocemos, pero también da perecita leerlo. De alguna manera se ha corrido la voz de que es un libro prescindible, cursi, e incluso un poco pasado de moda, probablemente porque es una historia de amor y está escrito por una mujer, Charlotte Brontë.

Nada más lejos de la realidad. Todo el que lee ‘Jane Eyre’ descubre un pequeño tesoro. Pero si aún no lo has hecho, te doy 10 razones para ponerte a ello:

1. Jane Eyre mola.

El personaje de Jane Eyre es fantástico en sí mismo, y me atrevería a decir que es uno de los pocos personajes femeninos del siglo XIX que uno puede respetar. Ya está bien de chicas insatisfechas, chicas frívolas, chicas débiles, o chicas en busca (exclusivamente) de amor o dinero. Jane Eyre te puede caer mejor o peor, pero sabe lo que quiere y vive de acuerdo con ello. Y se niega a depender de nadie que no sea ella misma.

2. Es subversiva.

Quizá en pleno siglo XXI mostrar la hipocresía de la Iglesia, cuestionar la sociedad de clases o describir a una mujer independiente que piensa que no hay nada que un hombre pueda hacer y ella no nos parezca lugar común, pero no lo era hace doscientos años. Que sepáis que los críticos de la época consideraron que ‘Jane Eyre’ era un buen trabajo si había sido escrito por un hombre, pero abominable si la autora era una mujer (se publicó bajo seudónimo).

3. Es la primera bildungsroman femenina.

La bildungsroman, o novela de aprendizaje, narra la transición de la niñez a la vida adulta, y aunque hay muchas obras dedicadas al proceso de maduración de un personaje masculino, las niñas no debían de resultar suficientemente fascinantes. ‘Jane Eyre’ nos narra en retrospectiva, desde su edad adulta, las distintas experiencias que le han servido para afirmar su personalidad y convertirse en la persona apacible, satisfecha de sí misma y madura que ahora es.

4. Cuenta una historia de amor.

El amor en los tiempos postmodernos no tiene buena prensa. Uno puede escribir de enamoramiento, de traiciones, de desamor, pero siempre desde la distancia y el cinismo: cualquier otra postura nos parece pueril. No está de más recoger el testigo victoriano y recordar que una historia de amor puede estar llena de fuerza y de sensibilidad, y que si acaba bien y nos deja a todos contentos, pues mucho mejor.

Jane Eyre libro5. Tiene un estilo particular.

El estilo en ‘Jane Eyre’ es intrincado y cuidado, con largas descripciones en las que se altera el orden de las frases; y a pesar de eso no resulta nada pesado, sino vivo y expresivo, incluso rudo por veces, pues la suma de adjetivos no hace más que explicarnos atropellada y apasionadamente cuáles son los sentimientos de Jane. Porque hay dos términos casi contrapuestos que explican a la perfección la narrativa de Bronte: intensidad y refinamiento.

6. Introduce el concepto de la loca en el desván.

‘Jane Eyre’ dio pie a miles de interpretaciones y toda una teoría feminista a partir de uno de los enigmas del libro: lo que ocurre en el desván de la casa de Rochester. Porque además de una novela de aprendizaje y una novela romántica, ‘Jane Eyre’ es también una novela gótica, con misterios en mansiones encantadas y fantasmas incluidos. Toda una imaginería para, según muchos, mostrar el confinamiento social e intelectual de las mujeres de la época.

7. La relación con Rochester está llena de ingenio.

La relación entre Edward Rochester y Jane Eyre (que están enamorados) es una delicia desde el principio, una sucesión de conversaciones agudas e ingeniosas, de tomas y dacas, que reproducen perfectamente ese «pincharse» tan propio de los amores adolescentes (aunque no sea el caso, que Rochester ya cumplió los 30). Se nos muestra así la ligereza y la diversión de estos personajes cuando están juntos, pero también que son inteligentes, con sentido del humor y diferentes de la mayoría de la gente.

8. Los protagonistas son feos.

En esa época era realmente impensable que una chica normalucha, no especialmente agraciada, fuera la heroína de la novela (de hecho, Charlotte Brontë apostó con sus hermanas a que era capaz de hacer una novela interesante con una protagonista fea, algo que las demás no creían posible). Tanto Jane Eyre como Rochester son inteligentes, pero poco agraciados. Ni qué decir tiene que eso nunca  resulta un obstáculo para su mutua atracción.

9. Destaca la profundidad psicológica.

Los personajes principales están muy bien construidos, de una forma verosímil y llena de matices. Es evidente en el caso de Jane Eyre, a la que los años van cambiando -aunque matenga intacta su esencia-, y que tiene numerosas dudas y debilidades, pero también lo es en el caso del atormentado Edward Rochester e incluso de Saint John, un interesante personaje que quiere ser mucho más bueno de lo que es capaz de ser, lo que le genera bastante angustia.

10. Hay cierta inspiración autobiográfica.

Para escribir ‘Jane Eyre’, Brontë se basó en muchas de sus propias experiencias, especialmente en los capítulos  en los que narra la vida en el internado y cómo eran esos colegios para niñas con pocos recursos. También se inspira en su propia vida en la construcción de una heroína que anhela la independencia económica y que trabaja como institutriz (lo que le permite un lugar privilegiado para la observación de los modos y costumbres de la clase alta de la época).

Y de bonus track, un breve diálogo entre la niña Jane (a los 10 años) y el director del internado:

«-No hay nada más triste que ver a un niño malo -dijo- y peor todavía, a una niña. ¿Sabes adónde van los niños malvados cuando mueren?

-Van al infierno -fue mi respuesta rápida y ortodoxa.

-Y¿qué es el infierno? ¿Puedes decírmelo?

-Un pozo lleno de fuego.

-¿Te gustaría caer en ese pozo y arder para toda la eternidad?

-No, señor.

-¿Qué debes hacer para evitarlo?

Pensé un momento y, cuando por fin contesté, mi respuesta fue menos ortodoxa:

-Debo mantenerme sana y no morirme.»

La foto de portada es de la miniserie ‘Jane Eyre’ de la BBC.