kazuo-ishiguroSer escritor es un trabajo duro, que requiere constancia y horas y más horas de trabajo. Algunos escritores dedican millones de horas escribir sus obras (porque escribir no es nada fácil), aunque a todos nos gusta escuchar las historias de aquellos que consiguieron hacer una obra maestra (o algo más o menos bueno) en un período de tiempo corto. Por eso, todos nos entregamos (o queremos hacerlo) con entusiasmo al Nanowrimo, el mes de escribir una novela en, en fin, un mes, y la experiencia es interesante. Y no hay pocos escritores consagrados que no lo hayan hecho (lo de escribir una novela en poco tiempo). Kazuo Ishiguro es uno de ellos y lo hizo con una novela que ya consiguió nuestras bendiciones, Los restos del día. El escritor le dedicó a su obra 4 semanas.

Ahora, unos cuantos años después (casi 30), ha contado cómo lo hizo y las razones por las que lo hizo en una columna en The Guardian. El escritor acababa de dejar su trabajo cinco días antes y estaba aún metido en la dinámica de ‘mi libro ha tenido mucho éxito, no tengo tiempo para nada’. La novela que acababa de publicar había conseguido hacerlo un poco popular y llevaba un año atascado en la siguiente. Había escrito el primer capítulo, pero nada más, así que en colaboración con su mujer, Lorna, decidió hacer algo radical. Acababan de mudarse a una casa en la que por fin tenía su propio despacho en el que encerrarse a escribir y eso fue lo que hizo durante un mes.

Durante ese período, solo podía dedicarse a escribir de 9 de la mañana a 10 de la noche, con una pausa para comer de una hora y otra de dos para cenar. No podía coger llamadas de teléfono ni dejarse llevar por ninguna otra distracción. Tampoco tenía nada más que hacer, porque su mujer decidió hacer en su lugar todas las tareas del hogar y obligaciones que le tocaban a Ishiguro durante esas cuatro semanas. El escritor solo tenía que escribir.

Y lo hizo. Durante esos días, escribió sin descanso y a mano, sin pensar en el estilo o en las correcciones, sino más bien simplemente avanzando. Antes, eso sí, había leído muchísimo (es una novela histórica y tenía que documentarse), pero el trabajo puro de escritura lo hizo de un tirón. Cuando acabó el mes, tenía su novela terminada. Llena, eso sí, de fallos de estilo, pasajes contradictorios y espacios necesitados de mucha corrección, pero al fin y al cabo eso es lo que es un primer borrador.