Ya estamos cansados de coger la primera página del libro y leer eso de «a mi querida familia, sin cuyo amor y paciencia este libro no sería posible» y cosas por el estilo. No dudamos de que sea verdad, y no dudamos de que a ellos les haga mucha ilusión, pero al lector más bien le aburre.  No es así cuando la dedicatoria va a alguien que no se lo espera, y lo que es mejor, a quien el autor más que querer, detesta.

Es el caso de la dedicatoria con la que Tobias Wolf rubricó ‘Vida de este chico’, llena de amargura y resentimiento: «Mi primer padrastro solía decir que con lo que no sé se podría llenar un libro. Aquí está».

También E.E.Cummings decidió dedicar su libro ‘No gracias’ a quien no creía en él. En concreto, a las 14 editoriales que le habían rechazado sus poemas, y para hacerlo mejor todavía, hizo que sus nombres formaran una urna.

No thanks

Charles Bukowski, en su primera novela ‘Cartero’ no encontró a quien dedicarle su libro: «Esto se presenta como un libro de ficción y no está dedicado a nadie».

Algunas dedicatorias comienzan siguiendo el guión inicial, para después darle un final inesperado. Joseph J. Rotman escribió en su ‘Fundamentos de la topología algebraica’: «A mi mujer Margarnit y mis hijos Ella Rose y Daniel Adam, sin los cuales este libro habría sido terminado dos años antes».

¿Y por qué no dedicar tu libro a un político? Pedram Amini lo hizo en ‘Fuzzing: Brute Force Vulnerability Discovery’: «Dedico este libro a George W. Bush, mi comandante en jefe, cuya impresionante carrera a pesar de su incompetencia linguïstica me inspiró a creer que yo podría escribir un libro».