Posiblemente este es el sueño (secreto o no tan secreto) de muchos bibliotecarios: aquellos que dañan o pierden los libros de la biblioteca son condenados a cumplir condena. Pero antes de que todos manden en masas su currículo a esta biblioteca deberían saber que las cosas ya no son lo que eran y que hace ya unos cuantos años que esto no funciona… Deberíamos, de todos modos, empezar a contar la historia desde el principio: porque sí, hubo una biblioteca que tenía el poder de mandar a la cárcel a quienes destrozaban libros.
La historia la hemos descubierto en una visita a la Biblioteca Joanina, la biblioteca histórica de la Universidad de Coimbra, en Portugal, y la misma que usa a murciélagos para proteger sus libros. La Universidad de Coimbra era una de las fuentes de poder en Portugal y tuvo a lo largo de la historia mucho poder. Por ello, la universidad contaba con su propia policía y su propia jurisprudencia, que era la que tenía bajo su control a los estudiantes universitarios. Si alguno de ellos hacía algo malo, quedaba en manos de la justicia universitaria y era obligado a cumplir la pena en la cárcel de la universidad.
La cárcel eran unas celdas (muy angostas y un tanto claustrofóbicas) que ocupaban el piso más bajo de la Biblioteca Joanina y de las que aún hoy se pueden visitar dos ejemplos. Obviamente, a la cárcel universitaria se podía ir por las razones habituales por las que uno puede acabar en prisión. Robar o, como explicaba una de las guías turísticas de la universidad a los visitantes de la biblioteca, causar conflictos dentro y fuera de la universidad podía ser motivo de encarcelación.
Esas no eran sin embargo las únicas causas de encarcelamiento posibles: quienes no se comportaban bien con los libros de la biblioteca podían acabar también entre rejas (o mejor dicho, tras visitar una de esas celdas, tras el portón de madera). Las razones podían ser perder un libro o dañarlo y el castigo podía ser de unos meses encerrado. ¿Por qué una pena tan elevada por dañar un libro de la biblioteca? Como explicaban en la visita, aunque hoy los libros nos parecen una cosa muy accesible, en el pasado eran bienes muy valiosos y muy escasos. Los libros costaban mucho dinero y eran muy difícilmente remplazables si uno se dañaba o se perdía. La cuestión era, por tanto, más grave que la de devolver hoy en día un libro con retraso.
Todo suena, ciertamente, muy medieval, pero lo cierto es que la cárcel de la universidad tuvo una vida mucho más larga de lo que posiblemente os imagináis. La cárcel no cerró hasta 1834.
jajajajaj!!! Muy bueno y bastante curioso!!