Este fin de semana estuve leyendo The Bookstore, de Deborah Meyler. Lo empecé, lo leí, alguna vez levanté la vista con ligera indignación y mientras leía no paraba de pensar en lo muy mal que me caía la protagonista, Esme Garland. La historia no estaba mal, la librería que salía en el libro tenía encanto y atractivo y los demás personajes resultaban material para una lectura atractiva. De hecho, cuando llegué a la recta final del libro pensé que bueno los últimos capítulos no me hacían odiar tanto a Esme. Le di dos estrellas en GoodReads, porque me duele mucho dar solo una y porque, en fin, Esme es una pesada, pero los secundarios no tienen la culpa.
¿Le recomendaré el libro (que es por cierto la historia de una doctoranda en Nueva York que se queda embarazada por error y empieza a trabajar en una librería) a alguien? Posiblemente no. ¿Estoy deseando que alguien que conozco lea el libro y poder despellejarlo con ellos? ¡¡Por supuesto que sí!!! ¿Y por qué llegué al punto final si en los primeros capítulos mi odio por la protagonista era sangrante? Ahí es donde empezamos el tema de debate.
Le he preguntado a una de mis amigas, que está ahora mismo conectada a internet (ya sabéis cómo funcionan estas cosas), qué es lo que hace cuando se encuentra con un libro cuyo protagonista le resulta totalmente odiable (por aquello de tener pluralidad de voces y hacer un artículo de calidad y con muchas fuentes). “Yo nunca dejo un libro sin acabar”, me dijo, “así que lo paso muy mal. Espero que el autor lo mate”. Eso, lo sabemos los demás, no suele pasar. Los escritores no suelen ser tan vanguardistas como para matar a sus protagonistas. “Si no, escojo a otro personaje como mi protagonista”, añade.
Uno de los efectos que tienen los protagonistas odiables es que al final acabas viendo a los demás personajes de una forma diferente a lo que el autor esperaba que hicieses. Así, con The Bookstore, al padre del bebé de Esme, que es rico, pijo y egoísta (sinónimo: arquetipo del malo) acabé por verlo de una forma que no era la que la autora posiblemente quería porque la protagonista tenía ese efecto (y porque quizás el exceso de clichés de ser-malo-rollo-gossip-girl hacía que sintieses cierta piedad hacia el personaje de ficción). Y leyendo Norte y Sur, de Elizabeth Gaskell, y odiando a Margaret, su protagonista, su coprotagonista – antagonista, John Thornton, que empieza como malvado y sin corazón industrial del norte, acababa pareciendo mucho mejor por contraposición (que seguramente no es lo que Gaskell esperaba que sintieses).
¿Por qué no tirar por tanto el libro a una esquina y empezar a leer algo cuyo protagonista te resulte menos odioso y más interesante? Quizás porque existe un fenómeno llamado hate-reading. En los últimos años ha aparecido una manera de ver la televisión que se ha bautizado como hate-watching y que antes no existía. Si un programa te horrorizaba, sencillamente no lo veías. Ahora lo ves simplemente para poder criticarlo en redes sociales y la experiencia de ver la tele se ha convertido en una cosa completamente distinta.
El hate-reading posiblemente existe desde hace mucho, muchísimo más tiempo. Al fin y al cabo, si se busca el concepto, todo lo que se encuentra son reflexiones sobre por qué leemos los periódicos que defienden ideas políticas completamente contrapuestas a las nuestras. Se hace ahora, se hizo antes de que apareciesen las redes sociales (aunque sin trending topic) y se hacía hace 100 años. Se lee para poder indignarse a gusto y escandalizarse con el contenido y para poder criticar con quien se tenga al lado lo que se está leyendo. Quizás lo mismo ocurre con las novelas cuyos protagonistas odiamos. Seguimos leyendo para poder criticar cuando cerramos el libro. O quizás leemos porque no somos capaces de parar de leer, con esa fascinación que a veces despiertan las cosas que debemos evitar. Como no podemos no mirar cuando nos cruzamos con un accidente, no somos capaces de no leer qué ocurrirá con ese personaje que no soportamos.
O quizás, en esta ocasión, sí que lo acaben matando.
Foto: los protagonistas de Norte y Sur, en la última versión de la BBC
¿Por qué odiabas a Margaret? No veo qué tenga de odioso. Tampoco John me resultó odioso, ni creo que fuera la intención de la autora, que estaba seguramente más interesada en plasmar el problema que supone el surgimiento de la revolución industrial en una sociedad hasta entonces más ligada al campo y la naturaleza (aquí está Margare), el auge sindicalista, y la evolución personal de dos carácteres completamente distintos y aún así complementarios. Todo el libro trata sobre entenderse y reconciliarse, denunciar sin juzgar.
Y al hilo de lo comentado al principio, esa contraposición social también preocupó a Tolkien, que evidentemente, lo llevó de otra manera.
Una última cosa: si puede »odiarse» a John, no es por su carácter, es, quizá, por el estamento social al que representa. Es, quizá, porque al principio parece estar dentro del club de empresarios que se hace rico a costa de la salud de sus trabajadores. Algo bastante común en ese siglo, y también en este, y razón suficiente para convertirlo en un personaje odiable. Que no lo odiaras entonces es en cierta manera incomprensible para mí, pero no es el tema. El caso es que es John es »odiable» hasta que una segunda mirada a su personalidad te convierte en una jueza más indulgente con él (no con su clase, ojo, contra la que él mismo está en armas) pero no luego.
Y Margaret se presenta como una heroína asertiva, independiente y resiliente. Odiarla no tiene ningún sentido para mí. Odiar a Fanny sí.
Como en la vida misma, no todos los protagonistas de los libros que leemos son adorables -algunos son francamente odiosos y a otros te dan ganas de zarandearlos a ver si espabilan.
Ni siquiera estoy segura de que quien escribe una historia pretenda que admiremos a sy protagonista: hay historias dignas de ser contadas -y leídas- aunque el carácter o la personalidad de sus personajes sea manifiestamente incompatible con el nuestro. Aunque algunos nos resulten incompresibles, reprobables, abominables, ¿quién ha dicho que haya que identificarse con elos?
Como dice Raquel, leemos periódicos ajenos a nuestra manera de pensar y vemos o escuchamos programas q nos ponen los pelos de punta… Y todo para estar informados o contrastar opiniones.
Lo mismo pasa con los libros: hay historias que merecen la pena, a pesar de sus protagonistas.
Cuando no me gusta el protagonista sigo leyendo el libro poniendo atención a la historia. No me agrada dejar libros sin leer, ya que todos nos dejan alguna enseñanza, además de poder comentarlo con otras personas que lo hayan leído.
Cuando empiezo a leer un libro y no me gustan los protagonistas, lo dejo de leer.( pero eso si, lo dejo de leer si esta en pdf, pero si lo compre tengo que obligarme a leerlo, como hice con Divergente y CdS).
Me ha pasado. Leo un libro que todos dicen amar o que está de moda o que se yo. Y no lo puedo digerir. Hace más de un año que intento terminar de leer A tres metros sobre el cielo, porque todos hablaban de él. Odié a los protagonistas. Así que ahí estoy. Entre mi fuerza de voluntad y mi desprecio x los protagonistas…
Odio «La sonata a Kreutzer» de Tolstoi. Es terriblemente misogina pero al final terminé el libro. Creo que la curiosidad por saber que pasará con los personajes te hace no abandonar el libro. Y también para poder criticarlo con bases y no solo superficialmente. Decir la razón por la que te gustó o desagradó.
Depende de cómo odie al protagonista. Un libro en el que quaría encontrarme con el protagonista y golpearlo hasta cansarme es «Un buen chico» de Javier Gutiérrez. La diferencia es que este libro se lo recomiendo a todo aquel que quiera una experiencia de lectura que te atrapa (incluso hasta años depués porque lo leí hace dos, mas o menos) y que te aporta mucho.
Hace tiempo que no me reconcome abandonar un libro que me está aburriendo. Creo que la vida es demasiado corta para perder el tiempo leyendo algo que no te está gustando. A veces, simplemente, no es el momento adecuado (me está pasando ahora con el Werther de Goethe -lo abandoné el año pasado en las primeras páginas y ahora lo he vuelto a intentar y me está gustando bastante-). También es cierto que hay libros que no son para nosotros y ya está.
Aunque reconozco que a menudo uno se tortura leyendo cosas que está odiando como si se tratara de una especie de estudio psicológico, literario o social. Como para poder gritar a todo el mundo «¡¿en serio hay algo tan pésimo en este mundo?!».
Interesante artículo. Saludos.
PD: con The Walking Dead estoy llevando a cabo hate-watching.
Me molesta mucho comenzar con un libro y que este no consiga atraparme… y si ya el protagonista no me agrada, sin duda, lo suelto y dejo de pasarlo mal.
Tengo una percepción de los libros atrevida, te cuento:
Lo atrapo entre mis manos … y es como si el autor me contara la historia. Intento imaginar su rostro y sus manos tras la pantalla del ordenador. Fantaseo con su vida mientras lo escribía.
No sé si los demás así lo harán, pero para mí estoy en compañía de ese autor.
Por eso, si no me agrada lo que me cuenta, con todo el respeto del mundo le digo adiós.
Y si… a veces me he encarnizado con un libro y con el escritor, pero solo con aquellos que todo el mundo ha idolatrado y a mi no me ha gustado. :)
La lectura para mí es disfrutar, aprender y que escribas este post, me hace sonreir ante una pregunta que más o menos todos llegamos a hacernos alguna vez.
Buen post.
Cuando me ocurre eso opto por sacarle jugo a la historia en sí. No necesito identificarme siempre con el personaje y puedo disfrutar de un libro sin siquiera acercarme a él. Aunque no es menos cierto que a veces al terminarlo siente uno hasta alivio de no seguir «a su lado». Me ocurrió con El Padre de Edward St Aubyn o con Crimen y castigo por ejemplo.
Un saludo.