¿Son las familias de los escritores más desgraciadas que las demás? ¿Es más fácil tener una vida trágica cuando tus padres son genios? Posiblemente la cantidad de historias trágicas de hijos de escritores (es una maldición la de ser hijo de un escritor famoso) se deba a que a lo largo de la historia ser el hijo de un escritor popular no sólo daba acceso a una vida diferente, sino que además hacía que todo lo que hicieras quedase grabado en algún lugar. Empezamos nuestro repaso con la historia de algunos hijos de escritores populares que no tuvieron una vida fácil (y sí, no son los únicos).
– Adèle Hugo. Adèle era la más pequeña de las dos hijas de Victor Hugo y fue durante un tiempo la más desconocida aunque tuviese una vida realmente fascinante. Su hermana Léopoldine Hugo se había convertido en una especie de heroína romántica literaria. Léopoldine, la hija mayor del popular escritor francés, murió ahogada en su viaje de bodas con su marido, Charles Vacquerie. Léopoldine se ahogó porque sus faldas mojadas pesaban demasiado y la empujaban hacia el fondo y Charles falleció salvándola. La historia era tan trágica, que se acabó convirtiendo en una especie de paradigma del amor (no olvidemos que fallecieron en 1839). Victor Hugo se quedó además muy afectado por la muerte de su hija.
Pero en realidad Adèle, su otra hija, tiene una historia tanto o más trágica en la que el amor está presente, que no fue conocida realmente hasta que François Truffaut le dedicó una película en los años 70 (L’Histoire de Adèle H.). Adèle conoció durante el exilio de su padre en la isla de Guernesey a Albert Pinson, un oficial británico del que se enamoró apasionadamente. Ella estaba segura de que era correspondida, así que se dedicó a perseguir a Pinson por medio mundo. Primero lo siguió a Halifax, en Canadá, y luego a las Barbados. Dedicó 10 años de su vida a perseguir a Pinson y perdió la cordura en el intento. Fue una mujer de Barbados, Céline Alvarez Baa, quien la identificó como quien realmente era y la puso en contacto nuevamente con su familia. Adèle Hugo vivió en un psiquiátrico hasta su muerte en 1910 (como bonus track aquí está la curiosa y fantasiosa necrológica que le dedicó The New York Times)
Adèle Hugo dejó un diario (¡6.000 páginas!) que fue publicado en su momento pero que ahora difícil de localizar.
– Fanny Godwin. La pobre Fanny es posiblemente la más desconocida de todas las hijas que aparecen en este listado. Fanny era la hija mayor de Mary Wollstonecraft, la popular escritora feminista de finales del siglo XVIII británica. Nació en la Francia revolucionaria y su padre era Gilbert Imlay, un oficial de la Guerra de Independencia de Estados Unidos con el que nunca se casó. Por eso Fanny es ahora llamada sobre todo Fanny Imlay o Fanny Wollstronecraft, los apellidos de sus padres. Cuando Mary Wollstonecraft volvió a Reino Unido era, aunque se hacía pasar por la señora Imlay, una madre soltera sin muchas fuentes de ingresos y con una hija de escasos años. Su editor acabó manteniendo a Fanny y a su madre, aunque esta acaba casándose finalmente. Su marido, y padrastro de Fanny, era William Godwin, un famoso filósofo radical. Mary Wollstonecraft murió poco después, durante el parto de la única hija que tuvo con Godwin, la futura Mary Shelley.
Y así nos encontramos a Fanny Imlay, de tres años, con un padre biológico ausente y una madre recién fallecida. A todos los efectos es huérfana y, aunque no era lo habitual en la época, William Godwin se quedó con la niña y la crió como si fuese su hija (de ahí que ella usase su apellido, aunque legalmente no le correspondía). Godwin se volvió a casar con una mujer que tenía dos hijos cuando Fanny tenía 13 años y Mary 10. La relación entre las dos hermanas y su madrastra era bastante complicada. Pasó el tiempo, Fanny y Mary crecieron y apareció Percy Bysse Shelley. Posiblemente Fanny se enamoró de él, aunque no fue correspondida. Para escándalo de la sociedad de la época (y ya os podéis imaginar que siendo hijas de un filófoso radical y una feminista la casa de las dos hermanas Godwin era bastante escandalosa), Shelley huyó con Mary. Fanny se quedó sola en casa, en una situación complicada y sintiéndose muy desgraciada. Al final ella también huyó de casa, pero lo hizo sola. Acabó matándose en una pensión de Swansea, Gales, con una sobredosis de láudano. A su carta de suicidio le arrancaron la firma y, como la familia no se había repuesto de todos los escándalos vividos, nadie reclamó el cuerpo de Fanny, que fue enterrada en una fosa común.
Reconstruir la vida de Fanny Imlay es bastante complicado, porque Mary Shelley y luego su nuera eliminaron para siempre parte del archivo familiar. Por no existir, no hay ni siquiera un retrato de Fanny Imlay. Sin embargo, existe una increíble biografía que intenta establecer las razones que empujaron a Fanny al suicidio, Death and the Maidens, de Janet Todd.
– Allegra Byron. No salimos de la familia Godwin. La madrastra de Mary y Fanny tenía una hija propia, Claire Clairmont, que acompañó a Mary y a Percy Shelley en su huida (posiblemente Shelley y ella fueron amantes en algún momento). Fueron dando tumbos por medio mundo hasta que se establecieron en Italia, donde Claire conoció a Lord Byron. Con él tuvo una hija, la pequeña Allegra Byron. Byron, que como ya sabéis tuvo muchas amantes y alguna otra hija desgraciada, acabó haciéndose cargo de la pequeña Allegra. Pero su interés tuvo un coste. No sólo separó a Allegra de su madre (que prácticamente no podía verla) sino que llevó a la niña a un convento italiano, donde era criada. Murió en una epidemia de tifus, a los cinco años, y poco antes de que, como explica en su libro sobre Fanny Imlay Janet Todd, su madre intentase raptarla.
– Lucia Joyce. Es bastante complicado ser la hija de un genio. Eso es lo que dicen muchos artículos sobre Lucia Joyce, la única hija (tuvieron también un hijo) de James Joyce y Nora Barnacle y la favorita de su padre. Lucia nació en 1907 en Trieste, hablaba italiano con su familia y tenía un temperamento artístico. Fue bailarina de ballet y la asistente de su padre durante los años 20, a quien estaba muy unida. Mantuvo un romance con Samuel Becket y fue al separarse del poeta cuando sus problemas mentales acabaron agravándose. Lucia sufría esquizofrenia (según el diagnóstico de Carl Jung) y en los años 30 empezó a dar muestras de gran inestabilidad. Su madre quería internarla y su padre no estaba conforme. Al final, Lucia Joyce acabó en un psiquiátrico francés (durante la ocupación nazi permaneció incluso allí) y tras la II Guerra Mundial su familia la mandó a un sanatorio británico, donde acabó muriendo en los 80, sola y olvidada.
La vida de Lucia Joyce ha permanecido prácticamente oculta hasta estos últimos años, cuando varios investigadores han empezado a recuperar su figura. Los descendientes de Joyce son quienes poseen los archivos documentales asociados a Lucia Joyce, por lo que es muy difícil acceder a toda esa información. (El único descendiente directo de Joyce es un censor bastante implacable del uso que se hace de la obra de su abuelo y de la información que circula sobre su familia, como se puede leer en este artículo). Sin embargo, además de alguna biografía, a Lucia Joyce se le ha dedicado ya hasta un comic, La niña de sus ojos, una novela gráfica que aborda la pérdida de la salud mental de Lucia.
– Klaus Mann. El segundo hijo de Thomas Mann y Katia Pringsheim era escritor, al igual que su padre, pero nunca consiguió escapar a la sombra de ser el hijo de quien era. Sus obras acabaron cayendo en la oscuridad ante el nombre de su padre. Klaus, a diferencia de Thomas Mann, se manifestó claramente ante el régimen nazi desde un primer momento, lo que le valió no pocos choques con su familia. Se suicidó con una sobredosis de somníferos en un hotel de Cannes, después de la II Guerra Mundial. La historia de la familia Mann es un ejemplo claro de lo difícil que puede resultar ser hijo de escritor.
Foto portada | La historia de Adèle H, de François Truffaut