Theodore Roosevelt fue el vigésimosexto presidente de los Estados Unidos. Es recordado (en Estados Unidos, aquí no lo conocemos tanto), por su personalidad exuberante, sus múltiples intereses y su personalidad de «cowboy». Era miembro del partido Repúblicano, cazador, naturalista, historiador, soldado y explorador. Y según muchos, el más leído de todos los presidentes norteamericanos. Arriba puedes ver su particular biblioteca, repleta de libros y trofeos de caza.
Pero además de ser un avezado lector, le gustaba reflexionar sobre eso de la lectura,y hasta recomendárselo a muchos de sus conocidos. En su autobiografía, de hecho, incluye una lista de 10 reglas de lectura que resultan de lo más pertinentes. Aquí las tienes:
1. La posibilidad de elección es tan amplia, que me parece absurdo tratar de establecer catálogos que deban apelar a todos los grandes pensadores. Por eso no me gustan las listas de lecturas como «los 100 mejores libros» o «los imprescindibles de una biblioteca». Está bien que alguien se entretenga escribiendo una lista de un centenar de libros estupendos… pero no existe un centenar de libros que sean los mejores para todas las personas, o para la mayoría, o para una única persona en cualquier momento.
2. Un libro debe ser interesante para ese lector particular en ese momento en particular.
3. En mi caso, los libros de los que he sacado mayor provecho han sido aquellos en los que el beneficio era un subproducto del placer; es decir, los leía porque los disfrutaba, porque me gustaba leerlos, y el beneficio se producía en el marco de la diversión.
4. El lector, el amante de los libros, debe cumplir con sus propias necesidades, sin prestar demasiada atención a lo que dicen los demás sobre qué necesidades deben ser esas.
5. No debe fingir hipocritámente que le gusta lo que no le gusta.
6. Los libros son casi tan individualmente particulares como los amigos. No sirve de nada establecer reglas generales sobre ellos. Algunos satisfacen las necesidades de una persona, y otros las de otra, y todos debemos tener cuidado de evitar el pecado del bibliófilo, lo que Edgar Allan Poe llama «el orgullo loco de la intelectualidad», que toma forma de compasión arrogante hacia el hombre que no disfruta de los mismos libros que nosotros.
7. De vez en cuando se me pide que diga qué libros debería leer un político y mi respuesta es: poesía y novelas -incluyendo los relatos cortos dentro de la novela.
8. La nuestra no es, en ningún sentido, una biblioteca de coleccionista. Cada libro se adquirió porque alguien de la familia quería leerlo. Nunca podríamos darnos el lujo de pensar demasiado en las cubiertas del libro, estamos demasiado ocupados con lo que hay en su interior.
9. Todos necesitamos, más que nada, conocer la naturaleza humana, entender las necesidades del alma humana, y donde mejor encontraremos plasmada esta naturaleza y estas necesidades es en la obra de los grandes e imaginativos escritores, tanto de prosa como de poesía.
10. Todos los libros están muy bien a su manera, y nosotros los amamos en Sagamore Hill, pero los niños son mejores que los libros.
Vía | BookRiot