Si hay una cosa que asumimos casi de forma inconsciente los lectores, es que los autores que escribieron los libros favoritos de nuestra infancia tuvieron vidas tranquilas, felices y con pocas zonas grises. Posiblemente esto venga de atrás, cuando los autores de literatura infantil tenían que proyectar una imagen tan positiva como sus propios libros. Lo de ser autor maldito y escritor de libros para niños parecía no encajar mucho. Sin embargo, los autores de libros para niños son personas, como cualquier hijo de vecino, lo que hace que su vida no tenga necesariamente que ser como un cuento de hadas. Adentrarse en la biografía de las escritoras clásicas de literatura infantil permite descubrir, de hecho, muchas luces y muchas sombras.
Resulta inevitable pensar en lo que imaginamos, lo que damos por sentado cuando recordamos a los escritores de los libros de la infancia y lo que en realidad ocurre u ocurrió cuando se profundiza sobre la vida y la obra de Elena Fortún, el seudónimo como autora de Encarnación Aragoneses (aunque ella misma firmaba así algunas de sus cartas personales), la escritora detrás de la serie de libros de Celia.
Celia, una niña que crecía en el Madrid de los años 20 en una familia ‘bien’, fue uno de los grandes best-sellers en literatura infantil a finales de los años 20 y durante los años de la II República. En las primeras ferias del libro de Madrid, por ejemplo, las aventuras de Celia eran las que encabezaban las listas de los libros más vendidos. Los libros de Celia son también posiblemente el único gran longseller de la literatura infantil española (al menos de la que se remonta décadas y décadas atrás). De algunos libros infantiles de hace 80 o 100 años tenemos a sus personajes, que se han integrado en la cultura popular, como puede ser el caso del Ratoncito Pérez, aunque no se siguen leyendo esas historias como se lee la obra de Fortún. Los libros de Celia siguieron teniendo vida entre las lecturas infantiles. Los niños que crecíamos en los años 90, por ejemplo, leíamos esos mismos libros que bien podrían haber leído nuestros abuelos.
Pero a pesar de que Celia es muy conocida y reconocida entre los lectores, quizás a Fortún la tengamos más entre la lista de lo desconocido. Sabemos que es la escritora de Celia, pero poco más. “Imaginará usted que soy una vieja solterona. En lo de vieja acierta, que ya lo soy, pero en lo de solterona no. Me casé cuando aún era adolescente y no había pensado en escribir una sola idea. He tenido cuatro hijos, de los que solo me vive uno, tan lejos de mí material y espiritualmente que es ya como si no tuviera ninguno. Él está casado y vive en Norteamérica”, escribe Elena Fortún en la primera carta que le envía a Carmen Laforet, la escritora, en la correspondencia que ambas mantuvieron entre 1948 y 1952 (y que acaba de publicar la Fundación Banco Santander como De corazón y alma (1947-1952), donde hemos encontrado la cita). Fortún (que en realidad solo tuvo dos hijos, a pesar de lo que dice la carta, como puntualizan en la edición de las cartas) es más que probable que, echando la vista atrás, hubiese preferido no haberse casado nunca. A Laforet, de la que se puede asumir que comentaba en su primera carta algo por el estilo, le dice sin embargo: “¡Cómo va a estar usted arrepentida de lo hecho! No. Sea usted feliz muchos años y acepte con alegría la responsabilidad de vivir una vida que no estaba destinada a usted”.
La biografía de Elena Fortún puede reconstruirse leyendo la biografía que Marisol Dorao le dedicó hace unos años, los artículos de investigación o las completas introducciones a sus obras (Renacimiento está reeditando su obra completa en los últimos tiempos con mucho mimo y cuidado, incluyendo la hasta ahora difícil de encontrar Celia en la Revolución) y, ahora también, leyendo Oculto Sendero. Oculto Sendero había permanecido inédita hasta ahora, en medio de los papeles que dejó tras de sí la propia Elena Fortún, y es una bildungsroman que sigue los pasos de una mujer en el camino a la edad adulta y, sobre todo, en el camino a comprender su propia sexualidad.
María Luisa, la protagonista, es la única hija de un matrimonio de comerciantes, una niña que no encuentra su lugar y una adulta que se deja arrastrar por lo que se esperaba de ella hasta que se conoce mejor y toma el control de su vida (como ocurre en la etapa final). La novela funciona a muchos niveles y no solo permite comprender mejor la experiencia vital de las mujeres lesbianas de principios del siglo XX en España sino también la experiencia de las autoras. María Luisa es pintora, como Elena Fortún fue escritora, y, como le ocurrió a ella, su obra es cuestionada por su marido, que la ve como un mero entretenimiento.
¿Es Oculto Sendero un roman-à-clef que permite descubrir el Madrid de principios de siglo y sobre todo el mundo en el que se movía Fortún? ¿Y es esta novela un texto de marcado cariz autobiográfico que permite comprender mucho mejor a Elena Fortún? La coeditora de la obra, Nuria Capdevila-Argüelles, deja clara la respuesta a la segunda pregunta cuando hablamos con ella sobre esta novela. “Por supuesto”, nos indica. “La autoría es uno de los temas clave de la novela. El autodidactismo de las modernas, la relación con el otro masculino que acicata o corta el potencial autor, la unión entre homosexualidad y espíritu creativo… Los temas clave de la experiencia de quienes he llamado nuestras ‘autoras inciertas’ están ahí”, añade. “Y también tenemos la doble dimensión autoría literaria y autoría artística, de gran importancia para revisitar esa época anterior a 1936”, apunta.
Y, sobre lo de roman-à-clef para conocer el Madrid de esa época y los círculos de la comunidad homosexual (que aparecen reflejados en la última parte de la novela), la coeditora señala: “Como en todas las novelas de aprendizaje, a través de los ojos de la voz narradora se nos ofrece el retrato de una sociedad. Tenemos en el libro el Madrid en el que se movió Fortún, que fue también el Madrid de Celia. Además, es significativo que solamente se dé una referencia histórica clara que apunta al comienzo de los años treinta y a la vorágine legislativa del comienzo de la II República época en la que se promulgó la ley de divorcio a la que quiere acogerse la protagonista”.
Una novela escrita no para ser leída
Y, quizás se podría añadir a todo esto, Fortún no se censuró a la hora de contar lo que quería contar. Al fin y al cabo, la novela no fue escrita para ser publicada, sino más bien como un juego literario entre ella y Matilde Ras, quien fue otra de las mujeres modernas de la época y a quien unió una relación de amor y amistad con la escritora. Fortún la escribió para Ras, aunque nunca llegó a entregarle el manuscrito.
Ras tendría que haber escrito una novela para Fortún, aunque lo que ocurrió con ella es confuso. “La otra novela es El pensionado de Santa Casilda que estamos preparando”, explica Capdevila-Argüelles, hablando de otra de las tres novelas inéditas que aparecieron entre los papeles de Elena Fortún (la otra es Celia en la Revolución). “La autoría de este texto nos tiene a las dos directoras de la colección Biblioteca Elena Fortún ahora mismo en pleno debate porque creemos que ambas escritoras están detrás de este manuscrito. Esto es algo que estoy investigando a fondo ahora mismo”, añade.
Y, como suele ocurrir cuando se lee una historia o un texto que fue escrito por una escritora o por un escritor simplemente para sí mismo, es inevitable tener cierta duda sobre si tenemos o no derecho a leerlo. La coeditora es clara: lo tenemos. “En una carta a Ramón J. Sender Carmen Laforet escribe que a las escritoras no les está permitido contar la verdad de sí mismas y, por extensión, ofrecer una narrativa fiel del mundo de la mujer. Dice que ella quisiera traicionar esa norma y que quisiera dar algo del secreto. Como feminista quiero, como quiso Laforet, que la historia de las mujeres no se mantenga encerrada. A mí me parece un acto de justicia sacar a Elena Fortún del armario y mostrarla en toda su grandeza intelectual y humana. Lo contrario sería perpetuar la presencia secundaria de las escritoras en la literatura y reducir el conocimiento de nuestra propia memoria”, apunta.
¿Por qué tenemos que leer Oculto Sendero le preguntamos a la editora? “Por su valor testimonial, que es inmenso, y por el conocimiento de la historia del lesbianismo y la ambigüedad genérica que nos ofrece”.
La cara B de Celia
“Yo recuerdo siempre que cuando tenía cinco años dije a mi madre que estaba deseando ser mayor para salir sola a la calle. Me contestaron que mientras más mayor fuese más acompañada iría siempre”, le escribe Carmen Laforet a Elena Fortún en la correspondencia que ambas mantuvieron. Aunque fue Laforet quien escribió esto, casi parece que podría haberlo escrito la propia Fortún o alguno de sus personajes literarios, tanto la María Luisa de Oculto Sendero como Celia. Y es que entre Celia y María Luisa no es difícil establecer paralelismos. Celia, eso sí, parece mucho más luminosa y optimista, desde la experiencia lectora, que María Luisa. “María Luisa es una niña melancólica y rara, pero eso es un rasgo común en la literatura autobiográfica gay y en las representaciones de la infancia”, explica la coeditora cuando se le habla de esa diferencia percibida en la lectura. “Tanto María Luisa como Celia son niñas librescas, con ansia de creatividad, desclasadas, que no encajan ni en la escuela ni en el entorno familiar, y que hacen su género mal”, señala, recordando que son muy similares.
En la construcción del personaje se producen hasta curiosas coincidencias. El novio y posteriormente marido de Celia, Jorge Miranda, tiene un nombre muy parecido al del marido de María Luisa, Jorge Medina. ¿Una coincidencia? “No creo que sea una casualidad”, apunta Capdevila-Argüelles. “De hecho, este es un tema que exploro en la introducción crítica a Celia se casa, que sacaremos próximamente. El personaje de Jorge Miranda no va a desarrollarse como marido de Celia de la misma manera que apenas conoceremos nada de la Celia esposa, pero como novio, ya se nos presenta con luces y sombras y desde luego como un caballero patriarcal, lo mismo que el Jorge Medina novio de la protagonista de Oculto sendero”, añade.
Jorge Medina, el marido pintor y artista de María Luisa, aparece en los primeros capítulos como una cierta promesa de salvación (María Luisa quiere escapar del control de su madre y de sus intenciones de casarla con el encargado de la tienda de su padre) y hasta como un hombre moderno. No lo es: a medida que avanza la historia (y a medida que María Luisa fortalece su propia personalidad) se va volviendo más y más chapado a la antigua. Jorge Medina es un señor de antaño, lo más opuesto a la modernidad que se pueda imaginar y un personaje claramente homófobo.
Medina es además, y esto es lo más terrible por la parte que toca a la historia de la mujer real detrás de la ficticia (la propia escritora, al fin y al cabo), un espejo en el que podría mirarse Eusebio Gorbea, el aparentemente moderno marido de Fortún (amante de las artes, aspirante a escritor y actor de teatro amateur, lo que le causaba muchos problemas en su carrera militar) que no lo era tampoco tanto. “Claro que lo es”, confirma Capdevila-Argüelles cuando se le pregunta por este paralelismo, “es un trasunto de Eusebio, lo mismo que María Luisa es un trasunto de Elena Fortún”. “Y lo que más nos ha de interesar es el retrato de las relaciones entre ambos, que creo se corresponden muy fielmente con las del matrimonio en la vida real”, añade.
Foto destacada: Elena Fortún en una feria del libro, en 1936 (Crónica, Hemeroteca Digital)
La leí hace poco y me gustó bastante.