Celia en el colegio

Primero fueron los niños de finales de los años 20 y los de los años de la II República los que descubrieron a Celia, una niña respondona, imaginativa, de clase alta, que vivía en un piso inmenso con su nanny inglesa y con su gato Pirracas. Aparecieron primero en un suplemento para niños del diario ABC y luego acabaron saliendo en formato libro. Los libros protagonizados por Celia se convirtieron en un inmediato best-seller y desde la editorial Aguilar apremiaban a su autora, Elena Fortún, para que generase más títulos. Durante los primeros años 30, se fueron publicando las aventuras de Celia en formato libro (muchas veces eran colecciones de los capítulos que Fortún ya había publicado en prensa) hasta que estalló la Guerra Civil. Durante la Guerra Civil, Fortún escribió artículos sobre las condiciones de vida en el Madrid cercado y empezó a trabajar en dos obras sobre Celia que estarían muy influidas por el contexto. Sólo consiguió escribir uno, Celia madrecita, que salió en 1939 y que durante algún tiempo fue el último libro de Celia en llegar al mercado.

Luego fueron los niños de finales de los años 40 los que descubrieron a Celia. Elena Fortún, que se había exiliado en Argentina, había vuelto a España y sus libros, que hasta entonces se habían enfrentado a la censura, volvieron al mercado. A finales de los 40, Elena Fortún publicó nuevas aventuras de Celia, como la que la convierte en institutriz en Argentina o la que la de su matrimonio, al tiempo que daba voz a las dos hermanas pequeñas. Las tiradas de sus libros se volvieron a agotar.

Más tarde, y en su último revival, fueron los niños de principios de los 90 los que descubrieron a Celia, cuando una serie de televisión puso de moda al personaje y sus libros fueron reeditados por Alianza en una colección de tapas duras que recuperaba incluso los dibujos de las originales.

Pero, a pesar de que los libros volvieron a conocer la fama, pocos se interesaron por la mujer que estaba detrás de estas historias. Elena Fortún, la escritora, hacía ya tiempo que había fallecido (lo hizo en 1952, en Madrid, después de un año de enfermedad) y nada hacía pensar que su vida o su obra podría ser algo más que las aventuras de una niña (y su hermano, sus hermanas y hasta sus primas) ya un poco pasada de moda. A la luz del siglo XXI, Celia puede parecer demasiado de otra época y su autora puede caer ante los perjuicios sobre quienes escriben literatura infantil y quedarse para siempre como una escritora sobre una niña que a muchos les parece repelente. Sin embargo, la historia de Elena Fortún bien merece ser rescatada del olvido.

El primer intento fue – sorprendentemente – en uno de esos libros que los niños de principios de los 90 leían sobre Celia. En Celia lo que dice, el primer volumen de la saga, Carmen Martín Gaite (lectora entregada en su infancia de las aventuras de Celia) firma una Pesquisa tardía sobre Elena Fortún en la que da a conocer los primeros datos sobre la vida de la escritora. Así descubrimos que Elena Fortún se llamaba en realidad Encarnación Aragoneses y que tomó su nombre artístico de una novela que había publicado su marido, el militar Eusebio Gorbea. Juntos tuvieron dos hijos, uno de los cuales murió en su infancia, y no siempre se llevaron bien. En los años 20, intentando encontrar su lugar en el mundo, Encarnación Aragoneses empieza a publicar lo que hasta entonces no eran más que escritos que había hecho en un cuadernito.

La escritora republicana

Elena fortun 1936Mucho más completa que esa primera Pesquisa es la biografía publicada por Marisol Dorao, una especialista en literatura infantil que es la única persona que realmente ha investigado en profundidad sobre la biografía de la escritora. Dorao era una de esas lectoras de las primeras historias de Celia, las que se publicaban en las revistas en los años 30, como cuenta en la introducción de Los mil sueños de Elena Fortún (Universidad de Cádiz, 1999).

Dorao no sólo conoció a muchas personas que tuvieron contacto directo con la escritora y pudo recabar sus testimonios, sino que además pudo consultar los epistolarios conservados por Mercedes Hernández e Inés Field, dos de las mejores amigas de Fortún y quienes fueron figuras clave en diferentes momentos de su vida. Esas colecciones de cartas permitían a Dorao acceder a un testimonio por parte de la propia Elena Fortún de su vida. Y además consiguió contactar con la única persona que quedaba con vida de la familia de la escritora, su nuera Ana María Hug, quien le entregó una maleta llena de papeles a finales de los 80, entre los que se encontraba el manuscrito inédito de Celia en la Revolución (sin duda el más interesante de todos los libros de Celia y al que le dedicaremos en breve un artículo). Entre los inéditos de Elena Fortún que ha localizado Marisol Dorao, también hay novela sobre una relación lésbica, titulada El pensionado de Santa Casilda, lo que es bastante avanzado a su tiempo. Sobre la vida amorosa de Elena Fortún, Marisol Dorao no profundiza mucho ya que, como explica, sus fuentes no quisieron tocar el tema.

Marisol Dorao consigue cubrir todos los huecos de la biografía de Elena Fortún, desde su nacimiento en Madrid, hija de un alabardero real, hasta su muerte de vuelta en Madrid tras el paso por el exilio en Argentina. Fortún se había casado en 1906  cuando tenía 21 años con su primo Eusebio Gorbea, que era teniente de infantería aunque lo que siempre quiso hacer fue ser escritor. La pareja tuvo dos hijos en los años siguientes, aunque el matrimonio no fue feliz. Elena Fortún estuvo a punto de dejar a su marido como mínimo dos veces (en los años 20 pensó en separarse y en 1939, cuando la Guerra Civil está tocando a su fin, estaba preparando los papeles de divorcio, como nos cuenta en su biografía Dorao). El más pequeño de sus hijos, Bolín, murió a mediados de los años 20, cuando sólo tenía 10 años, lo que fue un duro golpe para sus padres.  En los años 20, Gorbea había publicado un par de obras, flirteaba con el teatro (llegó a ser actor aficionado) y vivía su vida. Encarnación Aragoneses, que hasta entonces había sido la esposa de, decidió encontrar qué hacer con la suya.

Durante la segunda mitad de los años 20, la futura escritora prueba con diferentes obras de beneficencia y se integra en diferentes asociaciones culturales. Fueron sus amigas del ámbito literario las que la empujaron a publicar las anotaciones que hacía sobre la vida de los niños. Ese fue el germen de Celia. Celia nació entonces aunque se hizo célebre durante los años de la II República. Elena Fortún abrazó a este nuevo régimen porque pensaba que era la única manera de crear una sociedad más justa y su marido se acogió a la regulación del ejército establecida por la república para centrarse en lo que realmente le gustaba. Elena Fortún ganó mucho dinero durante esos años y se dedicó a multitud de cosas. Era un nombre conocido (había conseguido la fama literaria que perseguía sin éxito su marido) y los niños le escribían cartas para Celia.

Guerra y exilio

¿Qué hubiese sido de Elena Fortún en un mundo paralelo en el que no hubiese habido Guerra Civil? La escritora vivió en Madrid y Barcelona durante la contienda, con escapadas a Albacete donde trabajaba su hijo Luis (que tenía un título de Derecho y había sido reclutado como abogado de oficio para los tribunales de guerra, apunta Dorao en Los mil sueños de Elena Fortún). Del horror de la guerra y de la complicada situación en la que vivían dejó testimonio en Celia en la Revolución, un libro crudo y triste, escrito en el exilio. Su marido se reincorporó al ejército de la II República y acabó alcanzando durante la contienda el grado de comandante. Fortún llegó a plantearse quedarse en España durante los últimos meses de la guerra, pero sabía que su marido no sería capaz de sobrevivir solo en el mundo así que partió al exilio también.

Su marido, su hijo y su nuera habían pasado a Francia (donde su marido fue encerrado en uno de los campos de las playas francesas) y allí se encontró con ellos antes de partir al exilio en Argentina. Permaneció allí hasta finales de los años 40, cuando volvió a España decidida a conseguir una amnistía para su marido que les permitiese volver. Mientras estaba en España, Eusebio Gorbea se suicidó. Las razones de su suicidio no están del todo claras, más allá de que era un hombre ya mayor, cansado, que llevaba unos cuantos años en el exilio. Como recoge la obra de Dorao, el hijo de la pareja, Luis, se acusó de la muerte de su padre, ya que le escribió una serie de cartas muy duras cuando se enteró de que estaba dispuesto a volver a la España de la dictadura (la historia de Luis Gorbea, que Dorao toca de refilón en la biografía de su madre, también es bastante triste: partió al exilio, se instaló en Estados Unidos donde – a juzgar por los extractos de las cartas de Fortún que recoge su biógrafa – no era del todo feliz y acabó suicidándose poco después de la muerte de su madre). Elena Fortún volvió a Argentina para arreglar todo el papeleo posterior a la muerte de su marido y, tras un breve paso por Estados Unidos, se instaló en Barcelona.

Desde allí escribió los últimos libros sobre Celia y sus hermanas, que la editorial Aguilar vendía hasta agotar las ediciones a finales de los años 40, hasta que su salud se quebrantó de forma definitiva en 1951 y tuvo que se hospitalizada. Si no falleció en Barcelona fue porque, en el último momento, fue llevada a Madrid, donde murió en 1952.

Foto | Celia, la serie, RTVE