novela romantica

Cuando hace poco más de un año HarperCollins compró Harlequin, la editorial por excelencia de las historias de amor, por 415 millones de dólares (estadounidenses) o unos 299 millones de euros al cambio, los grandes medios se lanzaron a hacer noticias podríamos decir llamativas sobre el movimiento. Como cuenta Maya Rodale en Dangerous Books For Girls, en lugar de hacer una reflexión sobre lo que el movimiento significaba para el sector editorial o de analizar cómo habían desembolsado una cantidad elevada en un momento en el que no se mueven cifras tan altas (y podríamos añadir, además, que HarperCollins acabó usando la infraestructura de Harlequin para entrar en otros mercados, como es el caso de España) se centraron en acumular cliché tras cliché. En la crónica económica de The New York Times no solo arrancaron hablando del famoso Fabio (el modelo descamisado de las cubiertas de las viejas novelas romáticas) sino que además titularon por Bodice Ripper in New Hands, que literalmente se puede traducir como Los rompedores de corsés pasan a nuevas manos. Bodice Ripper, o ‘rompedores de corsés’, es la forma peyorativa con la que se conocen en inglés a las novelas románticas.

¿Por qué lo que era un movimiento empresarial de primer nivel en la industria editorial (de hecho es muy probable que Harlequin sea la editorial que publica más títulos al año y la que lo hace en más lenguas) se convirtió en material para un montón de clichés y para un tratamiento tan ligeramente despectivo? Como apunta la propia Rodale en su libro, cuando Penguin y Random House se fusionaron el Times tiró por un ‘Penguin y Random House se fusionarán, señalando que el cambio llegará lentamente’. Obviamente entre un titular y otro no hay color.

La respuesta a esta pregunta está claramente en que la novela romántica que publica Harlequin y los best sellers que pueden ser lo que hagan positivas las cifras de Penguin y Random House no son exactamente lo mismo, al menos para la crítica dominante y los intelectuales biempensantes. El libro de Rodale intenta analizar desde diferentes puntos de vista cómo se ha llegado a esta situación y cómo se han creado todos los clichés sobre las historias de amor (y es muy curioso descubrir cómo desde un primer momento la industria editorial las lanzaba en ediciones muy baratas, que las hacía accesibles al gran público y por tanto mainstream – y no limitadas a las clases altas con dinero – lo que acabó haciendo que se viesen como algo cutre). Y además a lo largo de los siglos y de las décadas estas historias de amor se consideraron peligrosas y fueron denigradas como lectura para las mujeres (no olvidéis que leer novelas era peligroso), lo que acabó creando ciertos sentimientos que se enraizaron sobre cómo son estas historias y por qué no son lecturas recomendables.

Dangerous-Books-For-GirlsRodale establece seis razones por las que las novelas románticas fueron consideradas peligrosas y por las que con el paso del tiempo se fue cimentando la mala fama del género.

Por las mujeres

¿Quiénes son las protagonistas de las novelas románticas? Tenemos a un héroe, por supuesto, pero el héroe solo tiene importancia como el ‘love interest’ de la protagonista. Las novelas románticas, nos explica Rodale, rompieron con el canon literario en el que los protagonistas, los que hacían las cosas y los que realmente eran importantes, eran siempre hombres (y pensad que la novela de amor más o menos como la conocemos hoy en día se puede remontar al siglo XVIII, lo que hace que ver cómo modificaban el epicentro de la historia es aún más interesante). Y además de tener a una mujer en el centro de la historia y como protagonista del drama, lo que marca su evolución es igualmente el punto de vista femenino.

Por el amor

¿Qué es una novela romántica? Una novela romántica es la historia de dos personas que se conocen, se enamoran, puede que tengan unas cuantas dificultades para vivir su historia de amor pero que acaban juntos comiendo perdices. Esta idea, que hoy es considerada como poco interesante (al fin y al cabo tradicionalmente las novelas romántica terminaban en boda y no hay nada que nos parezca menos subversivo que un tradicional matrimonio), era un tanto revolucionaria cuando las historias de amor empezaron a llegar al mercado. En una sociedad, como podía ser la del XIX o la del XVIII (e incluso la de gran parte del XX), en la que casarse era una cuestión de clase (social) y estaba marcada por las realidades económicas, las historias que defendían una elección personal sobre con quién casarse (el casarse por amor de las novelas románticas) sí era completamente revolucionario.

Por el escapismo

Rodale emplea el subtítulo de una de esas primeras novelas que entran dentro de lo que se puede considerar a los abuelos de la novela romántica la historia de Fanny Burney Evelina. Su subtítulo era ‘La entrada de una mujer joven en el mundo’. Las novelas románticas funcionaron a lo largo de la historia como una llave para mostrar a las mujeres un mundo que iba más allá del que conocían y que además tenía un aire mucho más positivo. Al fin y al cabo, uno de los puntos en los que las novelas románticas solían (y suelen) apostar es por la movilidad social. La criadita inocente que se casa con el marqués rico y atractivo puede parecer hoy un cliché pero dos siglos atrás era un mensaje de lo más revolucionario.

Y a esto se podría añadir además que en el mundo contemporáneo las novelas románticas son lecturas de completo escapismo, que se consumen únicamente por el placer de pasar un buen rato. Y eso ya sabemos que no tiene valor en el mundo crítico-literario.

Por las escritoras

“Las mujeres son los lectores principales de la novela, también son, al menos últimamente, los autores principales de las mismas”. La cita es de 1859, de un artículo sobre la moralidad de las escritoras y es traída a colación por Rodale para mostrarnos que el que quienes escribían las historias de amor fuesen mujeres no es algo nuevo en absoluto. Las novelas románticas fueron una de las pocas ocupaciones que pudieron tener las mujeres y una solución para tener ingresos en tiempos en los que no se podían tener muchos trabajos. Y muchas de ellas eran autoras superventas, que venían sus títulos de forma masiva.

Por los orgasmos

“La novela, y por extensión la novela femenina de escritora mujer, nació en la época de las revoluciones”, escribe Rodale. “Los romances de bolsillo de masas modernos que conocemos y amamos hoy nacieron durante la revolución sexual de los 70”, apunta. Rodale explica que la primera novela romántica moderna, la que dio comienzo a toda la industria de la novela rosa de hoy en día, fue The Flame and the Flower,La llama y la flor , de Kathleen E. Woodiwiss, en la que se incluían pasajes en los que se describían escenas de sexo sin censura (en 1972). Las novelas románticas, explica Rodale, funcionaron en cierto modo como un espacio en el que las mujeres podían descubrir el sexo (y sobre todo hacerlo suyo) en un momento en el que el mundo estaba cambiando y ellas estaban empezando a poder controlar ese espacio de su vida.

Por el felices para siempre

Las novelas románticas siempre acaban bien y siempre tienen un final en el que los protagonistas acaban juntos y felices para siempre. Los malos siempre son castigados, nos dice Rodale, y los problemas que puedan haber tenido que afrontar los protagonistas son siempre solucionados.