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A los clásicos los damos muchas veces por sentados, sabemos que están ahí, posiblemente sabemos lo que pasa en ellos (esas clases de literatura que son el mayor spoiler jamás sufrido…) y damos por hecho que algún día los leeremos, aunque no tenemos muy claro cuándo. El amante de Lady Chatterley es uno de esos clásicos que suelen introducirse en la lista de clásicos que hay que leer y que suele quedarse en una especie de eternamente pendiente. Al fin y al cabo, todos sabemos que la novela de D. H. Lawrence narra la historia de una mujer aristocrática británica, Lady Constance, que se casó durante la I Guerra Mundial con el hijo de una familia de la pequeña nobleza.

Al finalizar la guerra, su marido se ha convertido en un baronet, Sir Clifford, y el matrimonio se va a vivir a la casa señorial familiar. Sir Clifford no ha vuelto de la guerra sin secuelas: en un ataque, pocas semanas después de casarse, perdió la movilidad en las extremidades inferiores. La pareja vive en su casa solariega, ella en el piso de arriba, él en el de abajo, donde se puede mover con una silla de ruedas motorizada, entregados ambos a la vida intelectual. Él escribe, ella está un tanto atrapada en lo que su marido hace.  Y quizás todo habría quedado más o menos igual si por un lado Sir Clifford no hubiese empezado a hablar de tener un hijo (hijo que Lady Constance tendrá que tener con otro hombre) y si ella no se hubiese encontrado un día con el guardabosques de la finca, Oliver Mellors, que se acabará convirtiendo en el amante del título.

La reedición de la obra suele ser la primera excusa que se puede encontrar para leerla. Sexto Piso acaba de lanzar una nueva edición en su colección (fantástica) de Clásicos Ilustrados. La traducción es, como es habitual en esta colección, muy cuidada y las ilustraciones que acompañan al texto son sublimes. Las ilustraciones son de Romana Romanyshyn y Andriy Lesiv (se pueden ver algunas a lo largo de este artículo) y se alejan de lo que se podría esperar de las ilustraciones que uno da por hecho que irían en una edición de El amante de Lady Chatterley. Han jugado con lo vintage y han creado una suerte de atlas retro del amor.

La edición ilustrada no es, sin embargo, la única razón por la que se debería aprovechar para leer El amante de Lady Chatterley.

Por toda la polémica desatada

unnamed (9)Sin duda, esa es la primera razón por la que se incluye a El amante de Lady Chatterley en la lista de libros que hay que leer para comprender el siglo XX. La novela es una de las más polémicas y escandalosas del siglo pasado. Estuvo prohibida durante décadas en Reino Unido (hasta la década de los 60, tras un mediático juicio) y en España tampoco tuvo una gran suerte editorial.

Los editores quisieron publicar a Lawrence (y se conservan 400 expedientes de peticiones a los censores para ello desde 1941) pero no tuvieron mucha suerte. Se publicaron 4 obras del escritor. Dos de ellas no son las más importantes o conocidas, una es un título sorprendente (El arcoíris, que estaba censurado entonces en Reino Unido pero que fue autorizado para publicar (aunque quizás no llego a ser realmente publicado) en España en los años 40 con una tirada de 6.000 ejemplares, porque una edición argentina circulaba bastante libremente y otra llegó en los años 30 (durante la República no había censura literaria).

El amante de Lady Chatterley intentó circular en una edición argentina en 1951 (sin éxito) y ser publicada por Plaza y Janés en 1963 (sin éxito otra vez, según la censura es «un relato esencialmente obsceno  y procaz con el inconveniente de que literariamente ofrece poco interés» y, aunque Plaza y Janés insistió en los deseos de ser madre de la protagonista, no funcionó con la censura). Los expedientes de peticiones de edición se sucedieron durante 1963, 1964, 1965, 1969 y 1975 y también hubo de importación. No llegaría hasta 1976, tras el fin de la dictadura, usando la traducción argentina en la editorial Edaf.  (Los datos sobre la historia de la censura de la novela en España vienen de este artículo académico, muy interesante).

A los ojos de los lectores actuales, la novela no es tan polémica y escandalosa, pero hay que intentar leerlo desde los ojos del lector de los años 20.

Se puede leer en clave ‘cuestión femenina’

el amante de lady Chatterley

Quizás, para el lector actual, más que las cuestiones de deseo sexual y del sexo en general, lo más interesante son las cuestiones de las diferentes luchas que se pueden ver entre los diferentes personajes. ¿Cuáles son los elementos que generan tensión? El amante de Lady Chatterley es un espejo bastante eficiente para ver algunas de las grandes tensiones de su época. Constance, la protagonista, es un claro ejemplo de cómo estaban cambiando las mujeres y de cómo el mundo que estaban dejando atrás se estaba convirtiendo algo mucho más agobiante para ellas de lo que había sido. Los años 20 son los grandes años del comienzo de la liberación de la mujer, en el que las mujeres se incorporaron al mercado laboral y en el que empezaron a vivir una vida más que como esposas. Constance es un producto de su tiempo. Sus padres, modernos e intelectuales, le dieron una educación y le ayudaron a pensar por ella misma. Constance no puede ser simplemente un ángel del hogar y esa es una de las cuestiones que marcan a su personaje.

Se puede leer en clave choque de clases

unnamed (11)Pero lo cierto es que no solo está la cuestión de la mujer como cambio social, sino también los cambios en las estructuras de clases. Sir Clifford es un ejemplo de una parte de la sociedad que está siendo condenada y que acabará desapareciendo, aunque él intente aferrarse a ello (al fin y al cabo, le pide a Constance que tenga un hijo para poder tener un heredero, alguien que siga manteniendo las cosas como eran). Como cualquiera que haya visto series de época de la televisión inglesa sabe (¡gracias, Downton Abbey!) si la clase alta británica ya estaba en crisis en la Belle Époque (y de ahí todas las duquesas, condesas, etc estadounidenses que tuvieron que importar vía matrimonial con sus abultadas carteras), en los años 20 recibieron la estocada final.

La novela está llena de menciones y de historias de ese mundo que se desmorona. No solo están los propios Chatterley, sino también sus conocidos, como ese vecino que mantiene con esmero su casa georgiana (y que será desmantelada por sus herederos para construir adosados para las nuevas clases medias).