Si trabajáis en el mundo de las letras, posiblemente alguna vez habéis tenido la sensación de que los demás piensan que vuestro trabajo podría hacerlo un mono con platillos. Muchos piensan que cualquier autómata podría escribir cualquier cosa y las empresas están llevando el pensamiento a la práctica. Recientemente la agencia de noticias AP apuntaba que serían robots los que escribirían las noticias relacionadas con los resultados financieros de las empresas (que suele ser un contenido bastante rutinario). Pero la inteligencia artificial no podría pasar solo por los teletipos. Un robot escribirá los best sellers del futuro.
Claro que cuando hablamos de robots no hablamos realmente de esos encantadores muñequitos (véase la entrañable foto que ilustra este artículo) o de figuras antropomórficas sentadas en un escritorio tecleando y descubriendo de repente que tienen sentimientos (y quizás ahí nos vamos a la literatura de ciencia ficción). Estamos hablando de inteligencia artificial, de tecnología poderosa como Watson. Watson es, simplificando, un super mega ordenador capaz de entender. Es «tecnología cognitiva», como explica IBM en su web (IBM son sus creadores), que aprende de lo que procesa para responder en el futuro. Su momento de gloria fue cuando ganó en Jeopardy, pero sus aplicaciones son muchas. La última, por cierto, es escribir recetas con Bon Apétit.
El secreto de todas estas herramientas es la afluencia cada vez de más datos e información. Es el famoso big data del que ya os hemos hablado en alguna ocasión. ¿Qué es el big data exactamente? Como cada vez más cosas están digitalizadas, cada vez es más sencillo saberlo todo sobre todo y sobre todo que todo produzca más datos. Pensemos por ejemplo en los datos que se podrían sacar en los años 50 de un vuelo. Ahora son cantidades sorprendentes e ingentes de datos. Cada día se producen 2,9 trillones de bytes de datos, aunque estas cifras seguramente ya estarán desfasadas desde la última vez que tropezamos con ellas en una nota de prensa. Toda esa información permite sacar conclusiones y patrones. Por ejemplo, los servicios de asistencia en emergencias han conseguido ser más eficaces porque saben realmente qué pasa y cómo responder para tener éxito. Y los supermercados pueden targetear mejor las ofertas porque saben – gracias a las tarjetas de fidelidad – quién compra qué.
Los libros y la literatura también generan datos. Ahora que leemos en formato electrónico no es nada complicado conseguir que el proceso de lectura genere información electrónica y, al tiempo que se impone la lectura en plataformas que están en la nube, como Oyster, es incluso más fácil conseguir más información y más detallada. Saben qué leemos, cómo lo hacemos, cuándo… o los pasajes que nos saltamos porque son un tostón y los libros que realmente no llegamos hasta el punto final.
No solo es más fácil saber qué queremos sino que a supermáquinas como Watson le es más sencillo entender cómo funciona todo.
Y por supuesto en toda esta ecuación ha empezado a aparecer la literatura ‘del futuro’, si se le puede llamar así.
Escrito por un robot
Las editoriales podrían predecir en el futuro el éxito o fracaso de un producto o modificarlo para que ajuste a los gustos de los lectores… o simplemente podrían encargar a una máquina que escriba el texto llamado a vender millones de ejemplares. Tendrán un problema para las giras de presentación, pero negociar los contratos será, seguramente, mucho más agradable.
Una empresa estadoundiense llamada Natural Language ya ha desarrollado una herramienta, Quill, que puede convertir volúmenes de datos en una historia y que esta parezca escrita por una persona. Y, vale, ahora lo emplean para hacer que los caudales de datos sean algo que pueda ser entendido por el humano, pero en el futuro podría tener otras aplicaciones.
En Business Insider han hablado con Kris Hammond, el chief scientist (jefe científico, podríamos traducirlo), de la compañía para preguntarle si en el futuro los best sellers podrían venir firmados por un robot. La respuesta es que sí, aunque aún queda una evolución por hacer. «Piensa en la película The Invention of Lying«, apunta. «Antes de que el personaje de Ricky Gervais inventara la mentira, todos los programas de televisión eran documentales. Eso es Quill (su herramienta). Las historias que cuenta están basadas en datos y en el mundo real». La inteligencia artificial, por el momento, solo puede escribir sobre la verdad, sobre lo objetivo, y eso no es literatura (es periodismo, lo que podría hacer que otros muchos tuvieran – tuviésemos – miedo). Pero un único ajuste más y sería capaz de dar el salto a la literatura.
Y eso no está tan lejos.
Fotos IBM, kimberlyac
Muy interesante todo este tema del big data y el consumo cultural. En el Blog del canguro filósofo vengo hablando de esto hace tiempo. Un ejemplo perfecto es el éxito que ha tenido Netflix con House of Cards, todo un ejemplo de big data, con toda la información sobre los gustos de miles de clientes se ha lanzado a producir una serie que ha ganado muchos premios.
¡Un saludo!