Aunque en la solapa de la primera edición en castellano de una novela de la escritora china Eileen Chang nos dicen que “como en las novelas de Jane Austen, las heroínas de Eileen Chang se debaten entre la pasión y las convenciones sociales” la crítica anglosajona no suele hablar de Austen cuando habla de Chang (y cuando se llega al final de ese primer volumen publicado en castellano se puede llegar a una conclusión paralela) sino que une a la escritora china con todos esos autores de principios del siglo XX europeos que escribían sobre ese mundo burgués y decadente en descomposición. A Eileen Chang la comparan con Virgina Woolf, aunque es «una Virginia Woolf que en realidad quiere recuperar el eco de las convenciones victorianas en su trabajo», como apunta Karen S. Kingsbury, profesora universitaria experta en estudios internacionales y una de las traductoras de Chang al inglés, a The Wall Street Journal.
Sea como sea, y sea con quien sea que se la quiera casar para llamar la atención del lector occidental, Eileen Chang es una escritora con mucho potencial para fascinar y, sobre todo, es una escritora de la que es más que probable que nunca se haya oído hablar (a pesar de todo…). Chang ha vivido un complicado revival en los últimos años en su edición original, revival que le ayudó a vivir en sus últimos años de los derechos de autor de sus obras pero que no la ha recuperado por completo (Chang se lee mucho en Hong Kong y Taiwán y es muy popular, pero no lo es tanto en la China continental por cuestiones de censura).
Ahora Chang está cruzando más allá de la edición original. Las traducciones al inglés empezaron en los últimos años (y es la única autora china del XX que ha entrado en la colección de clásicos de Penguin) y ha llegado también al castellano. Libros del Asteroide acaba de publicar Un amor que destruye ciudades, una traducción de una novela corta ambientada en el Shangai y el Hong Kong de los años 40 que viene acompañada por un genial relato sobre lo que ocurre en un tranvía que queda parado en medio de la calle. Club Editor lanzará también una edición en catalán.
“Eileen Chang es una de las grandes escritoras chinas del siglo xx, sus narraciones reflejan los sentimientos y aspiraciones de una clase media emergente en una época en que los valores estaban cambiando de manera vertiginosa”, explican desde Libros del Asteroide en el dossier de prensa que presenta la novela. Un amor que destruye ciudades sigue los pasos de una mujer de 28 años, Liusu, que es por tanto considerada ya demasiado mayor y que volvió a la casa familiar tras divorciarse.
Su marido, un hombre ‘moderno’, le permitió descubrir un mundo diferente, pero la vuelta a la familia la lleva de vuelta a un mundo tradicional, de matrimonios concertados y en el que una mujer necesita hijos para asegurarse el futuro. La mujer se ahoga en ese entorno, pero poco puede hacer. La señora Xu, una suerte de casamentera, está intentando cerrar el matrimonio de su hermanastra más joven, pero el potencial marido de la joven se siente fascinado y atraído por la divorciada Liusu. Pero lo que seguirá no será una historia de amor y finales felices, sino más bien una complicada trama entre lo que se dice y lo que se hace y lo que no y entre el choque entre lo tradicional y lo moderno que llega de Occidente.
“Solo quiero escribir sobre las cosas triviales que suceden entre hombres y mujeres; no hay guerra ni revolución en mi obra porque creo que cuando las personas se enamoran, son más inocentes y están más desamparadas que cuando luchan en guerras y revoluciones”, decía Eileen Chang. Sus novelas se centran en las relaciones de pareja y en un mundo que desapareció después de la II Guerra Mundial y que es una de las razones por las que la autora acabó censurada en China.
Chang era hija de un adicto al opio y de una mujer moderna, lo que tendrá un efecto directo sobre su infancia, su vida adulta y su obra. Su biografía, como recuerdan en The Millions, estuvo muy marcada por este hecho. Su madre abandonaría al padre cuando Chang era muy pequeña y estuvo viviendo en Francia. Volvió a China a intentar volver a vivir con su marido (con la condición de que dejase el opio y a su concubina), pero la relación fracasó y se divorciaron. Eileen Chang quedó a cargo de su padre, pero la vida con él era bastante miserable. A los 18 años estuvo a punto de morir de disentería (tras enfermar, su padre la encerró durante meses en su habitación en vez de hacer algo por curarla) lo que llevó a la escritora a huir de la casa familiar y refugiarse con su madre. Vivió con su madre durante unos años y logró ser aceptada en la Universidad de Londres, pero no pudo ir a estudiar por el comienzo de la guerra entre China y Japón y se quedó en Hong Kong y en Shanghai estudiando en la universidad.
Durante la ocupación japonesa, Eileen Chang escribió mucho, muchísimo (Un amor que destruye ciudades es una de esas obras), publicó igualmente mucho, muchísimo y se hizo popular. Políticamente era indiferente y sus historias se centraban en cuestiones de relaciones (y eran chic y frívolas, o eso las consideraban de entrada). Para los ocupantes japoneses era poco peligrosa. Para la China comunista, era inquietante. Por un lado, sus historias eran demasiado burguesas, con sus personajes estilosos y sus tramas basadas en las relaciones de pareja. Por otro, no se trataba solo de que hubiese sido indiferente a la ocupación sino que para colmo se había casado (una relación tormentosa que acabó en divorcio) con un escritor pro-japonés. Chang acabará partiendo al exilio y viviendo en Estados Unidos, escribiendo novelas dentro de la estrategia de propaganda literaria (a lo Doctor Zhivago) y siendo más o menos olvidada. Murió en los 90 en Estados Unidos. Y todos estos hechos y todo el contexto político haría que su obra acabase siendo vista quizás de un modo distinto (o no vista, directamente).