el principito

El Principito es la obra más popular de Antoine de Saint-Exupery y, por la cantidad de productos derivados que podemos encontrar en el mercado, la que más ingresos genera. Pero El Principito es también la protagonista de un culebrón por los derechos de autor y una jugada maestra (aunque posiblemente no muy ética) para sacar el mayor partido a la obra y a sus personajes y que hará que, a pesar de que el libro entra en dominio público el año que viene, sus protagonistas no lo hagan.

Todos los derechos de autor de la obra de Saint-Exupery quedaron tras su muerte (sin testamento) en manos de su esposa, Consuelo. Consuelo y Saint-Exupery no tuvieron hijos (ni juntos ni por separado) así que a la muerte de Consuelo los derechos de las obras necesitaban, por así decirlo, un nuevo heredero. Y ahí es donde comienza el conflicto: Consuelo de Saint-Exupery dejó como heredero universal a José Martínez-Fructuoso, su secretario. Pero los sobrinos del escritor, la familia Giraud d’Agay hijos de su hermana pequeña Gabrielle y sus llamados ‘herederos de sangre’, también son coprietarios de los derechos. Y ahí ha empezado el culebrón por los derechos de autor del Principito, que ha durado 20 años y que ha enfrentado a unos y otro.

Los  Giraud d’Agay ha estado haciendo negocio con los productos derivados de la historia, como por ejemplo una serie de dibujos animados para France 3, la cadena de televisión pública francesa, que no había tenido el consentimiento de José Martínez-Fructuoso.  El secretario se sintió expoliado y denunció a la familia, que acaba de perder en un tribunal francés. La familia tendrá que pagarle, según publica AFP, 200.000 euros de forma provisional en concepto de derechos de autor que no ha percibido y 10.000 euros por daños y perjuicios. Aunque la cifra que podría quedar en manos del heredero es todavía mayor, ya que como publica Le Figaro El principito mueve mucho más dinero.

La resolución al conflicto llega, además, en un momento especialmente importante, ya que la obra está a punto de entrar en el dominio público. En 2015, vencerán los años de protección de los derechos de autor máximos tras la muerte del escritor, así que cualquiera podrá publicar o compartir la obra sin tener que pagar a los herederos (ni una ni otra parte) del escritor. Aunque lo que se pueda o no hacer con El Principito estará limitado.

La familia ha convertido a cada uno de los personajes de la obra (desde el príncipe protagonista hasta la rosa) en marcas registradas y por tanto protegidas. También están blindadas las ilustraciones de la obra, lo que impedirá igualmente que entren en dominio público. Y, por supuesto, teniendo en cuenta que el título de la obra es el nombre de un personaje – y por tanto marca registrada – no podrá ser empleado sin pagar a la familia, como explicaba Olivier d’Agay, sobrino-nieto del escritor, en la feria del libro de Bolonia. El negocio asociado a lo que ahora son marcas registradas supone el 65% de los ingresos asociados a la obra.

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