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Hay algo claramente morboso en ese interés por la vida privada de nuestros escritores favoritos. Siempre en busca de ese dato, ese pequeño horror, que nos haga decir: «no hay genios felices«.

Como es la relación de los escritores con su familia, y como eso influye en su obra, es siempre pues fuente de comentarios, cuando no de las suposiciones. Y Thomas Mann no es una excepción, todo lo contrario. En su familia hubo (o eso dicen) incesto, suicidios, grandes diferencias políticas, gerontofilia y lucha de egos. ¿Qué más se puede pedir en la biografía de un gran autor?

Para empezar Thomas Mann era el hermano pequeño de Heinrich Mann, y decidió hacerse escritor para seguir los pasos de su hermano. Sus primeras novelas fueron ya todo un éxito, y prontó llego la fama y la riqueza (además de un Premio Nobel). De su hermano hoy ya casi nadie se acuerda. Thomas calificó así su obra: «Los libros de Heinrich no son simplemente malos, son tan malos que provocan un odio apasionado».

Para seguir Thomas Mann, a pesar de que era gay la mayor parte del tiempo (en palabras de Colm Toibin), se casó con Katia Pringsheim. Hay quien dice que fueron un matrimonio feliz y productivo, pero la mayoría de los expertos opinan que Thomas no tenía especial interés en Katia, y que si se casó con ella fue porque pertenecía a la familia adecuada (rica, culta). Pocos meses después de su matrimonio, Mann publicó un relato basado en la relación que Katia había tenido con su hermano gemelo, quienes habían sido comidilla de todos los cotilleos y a los que se acusaba de haber tenido una relación incestuosa. Se trata de La sangre de los Walsung y el suegro de Mann intentó por todos los medios evitar su publicación (sin conseguirlo).

Thomas y Katia tuvieron 6 hijos, aunque claramente su favorita era la mayor Erika. En una ocasión esta recordó como, durante la I Guerra Mundial, cuando había racionamiento,  en una cena se dividó todo el pollo y quedó un muslo aparte. El padre le dio ese muslo a Erika, ante la mirada horrorizada de todos sus hermanos, y dijo:»Hay que acostumbrar a los niños a la injusticia desde pequeños».

También le gustaba su segundo hijo, Klaus, al menos cuando era pequeño. En el libro ‘Nuevas maneras de matar a tu padre’ Toibin sugiere incluso cierta atracción sexual. Cuando Klaus tenía 14 años Thomas Mann escribió en su diario: «Eissi me tiene cautivado, está guapísimo en bañador. Me parece bastante natural enamorarme de mi hijo. ¿Será que he terminado para siempre con las mujeres?». Sin embargo, cuando se hicieron mayores, y especialmente durante el ascenso del nazismo, Thomas chocó bastante con sus hijos mayores, quienes le criticaban su tibieza y ambigüedad (Mann no quería que sus libros se prohibiesen en Alemania, además de que sus creencias conservadoras y nacionalistas le acercaban en ocasiones al ideario nazi). Además, la relación entre Klaus y Thomas también fue tirante debido a las aspiraciones artísticas del hijo, que se veían siempre ensombrecidas por el éxito universal del padre.

Erika y Klaus se tuvieron un gran cariño, que fue muy comentado en los círculos sociales, reproduciendo el ejemplo de su propia madre. Su relación era muy estrecha y sin duda entraba de lleno en lo que llamaríamos incesto emocional, aunque todo parece indicar que físicamente nunca sucedió nada. De hecho, Klaus alude en algunas cartas a una especie de acuerdo entre los hermanos sobre con quien podían o no acostarse y hasta donde podían o no llegar a implicarse. Incluso estuvieron prometidos respectivamente con el amante del otro. En los últimos años, Erika trasladó su lealtad de Klaus a su propio padre, algo que su hermano nunca pudo superar. En su diario escribió: «Siempre me siento solo cuando ella no está«. Klaus se suicidaría con 43 años en un hotel de Cannes, con una sobredosis de somniferos. No sería el único hijo de Mann que tomaría esta decisión.

Y estos son solo algunos de los trapos sucios de la familia Mann, bien conocidos gracias a que tanto su mujer como cuatro de sus hijos publicaron libros contando su relación con el genial escritor.

Foto | Revista de letras