Consejos para niñas pequeñas

Mark Twain es una de esas figuras que no le pueden caer mal a nadie. Más allá de que haya escrito libros fundamentales como ‘Las aventuras de Town Sawyer» y ‘Las aventuras de Huckleberry Finn’, estoy segura de que era alguien (a diferencia de muchos otros autores imprescindibles) que valía la pena conocer. Era irónico, era perspicaz, era divertido, era inteligente, era autodidacta,  y por si eso fuera poco, a primera vista parecía también buena persona (quería a su familia, era anti-esclavista, anti-racista, y hasta estaba en contra del maltrato animal).

Y además escribió ‘Consejos para niñas pequeñas’ un relato corto que la editorial Sexto Piso ha publicado el pasado mes de marzo y que es una auténtica maravilla. Se trata de una historia que Twain escribió con unos 30 años (en 1865) y que formaba parte de ‘The $30,000 Bequest and Other Stories», un libro en el que se recopilaban 30 textos humorísticos del autor. En ‘Consejos para niñas pequeñas’ Twain daba algunas lecciones de sabiduría imprescindibles para las pequeñas a las que les aburriese ser una muñequita buena y bonita (pero eso sí, sin que se les notase del todo).

En 2010 una editorial italiana (Donzelli) recuperaró el texto, ilustrándolo con los dibujos de Vladimir Radunsky. Se traduciría poco después al inglés, y este año llegó al mercado español.

consejosPara entender mejor el espíritu del libro, nada como leer uno de sus consejos: «Si tu madre te pide que hagas algo, no está bien decirle que no. Es mejor y más conveniente darle a entender que harás lo que se te ordena y después, proceder con discreción según los dictados de tu propia conciencia».  Eso, que nos hace mucha gracia hoy, era rompedor en el siglo XIX, cuando los libros destinados a niños eran didácticos y marcaban siempre modelos de conducta ideales, tal y como explica el ilustrador en un artículo de The New York Review of Books. Y añade: «Twain no se agachó para ser escuchado y comprendido por los niños, sino que les pidió que se pusieran de puntillas para absorber el tipo de lenguaje y humor adecuado para los adultos«. Fue un pionero en eso que tanto celebramos en Librópatas de no tratar a los críos como seres simples (sino exacerbar su agudeza e incluso seducirlos con un pelín de maldad).

Los dibujos de Radunsky se acoplan a la perfección al texto, con un estilo espontáneo, imaginativo, naif, que plasma a la perfección la irreverencia de los consejos. Lo único malo que se le puede achacar a este libro es sean tan pocas las irónicas píldoras de sabiduría (son solo siete consejos) porque se queda una con ganas de más. Es un libro perfecto para adultos que quieran volver a sentirse como niños, y para niños que quieran ser tratados como adultos. Aunque eso sí, yo que tú se lo regalaba a cualquier niño salvo a tu hijo. No vaya a ser que aprenda demasiado.

Pero sobre todo, yo que tú, me hacía un auto-regalo.