A todo el mundo a quien le hablé de Ellas hablan, la novela de Miriam Toews que acaba de publicar en castellano Sexto Piso, sentí que los iba perdiendo a medida que iba explicando de dónde viene y en qué punto arranca la historia. Cuando acababa de narrar y veía sus caras de desconfianza, de por qué voy a leer una historia así, tenía que insistir con un creedme, la novela merece muchísimo la pena y no es exactamente sobre eso

La historia ficticia de Ellas hablan parte de una historia real. Hace unos años, las mujeres de un poblado menonita en Bolivia se despertaban doloridas, magulladas y ensangrentadas, pero no sabían que les estaba ocurriendo mientras dormían. La comunidad sentenció, ante el misterio, que las mujeres eran víctimas de Satán, castigadas por sus pecados. La realidad era mucho más prosaica: las mujeres eran drogadas mientras dormían por un grupo de hombres de su propio pueblo que las violaban. Cuando se supo la verdad, la comunidad dejó que interviniese la justicia boliviana (suelen intentar mantenerse al margen de las leyes y las administraciones de los lugares en los que asientan). 

La novela no es la historia novelada de esas mujeres, pero sí crea una historia de ficción partiendo de esa misma posición. Es una versión imaginada de lo que podría haber ocurrido. Las mujeres de Ellas hablan han sufrido muchísima violencia, violencia infligida (como en el caso real) por hombres que eran sus vecinos cercanos y hasta sus parientes. Las historias de violencia son terribles, cierto, pero no son la novela ni la historia de las mujeres protagonistas. 

Ellas hablan arranca en el día después. Los hombres han sido detenidos por la policía y encarcelados y quienes no han sido encausados (aunque no tenemos muy claro qué papel han jugado esos hombres aparentemente limpios en todo esto) se han desplazado a la ciudad para intentar reunir el dinero suficiente para pagar la fianza y que vuelvan al pueblo. 

Para los hombres de la comunidad, las mujeres deben perdonar. Para las mujeres de la comunidad, la realidad es más complicada. Una parte de ellas han decidido aceptar lo que los hombres han decidido. Otra está debatiendo qué deben hacer. Ahí es donde arranca la novela. Lo que leemos son las actas que un hombre, el outsider, escribe sobre esos encuentros en los que las mujeres deciden su futuro, invitado por las propias mujeres (que no saben escribir y no pueden hacerlo ellas mismas). 

El narrador es un hombre, August Epps, cuya familia fue expulsada de la comunidad en su infancia y que acaba de volver. Optar por Epps como narrador, un “medio hombre” para la comunidad (no sabe ser agricultor, una de las marcas de masculinidad para la cultura menonita) permite que Toews pueda desarrollar la narración de una manera distinta. Eso sí, la novela es una historia sobre mujeres, sus problemas y el peso del patriarcado (algo que también salpica directamente a Epps). 

De hecho, poco importa que las mujeres protagonistas formen parte de una cultura concreta (una además congelada en el tiempo) ni que sus debates incluyan en ocasiones cuestiones teológicas sobre su relación con Dios. Las conversaciones de las mujeres protagonistas abordan los problemas que las mujeres tienen mucho más allá de ese entorno. Son reflexiones sobre la violencia de género, el papel de la mujer en la sociedad y el lastre que siglos de tradiciones y creencias siguen teniendo sobre la existencia de las mujeres. 

Miriam Toews escribe, por otra parte, desde dentro, reflejando la cultura menonita. Ella misma fue menonita, antes de romper con la comunidad (Toews es una de las escritoras canadienses destacadas y ha dedicado varias novelas a los menonitas. Sobre su relación con la cultura en la que creció, es muy recomendable el perfil que le dedicó The New Yorker). 

La novela tiene 196 páginas, que invitan a sumergirse en una lectura rápida. Lo recomendable, sin embargo, es ir leyendo poco a poco, ir parando acta a acta y dejando reposar la historia. Los expertos dicen que es lo que se debe hacer con el buen vino y es, sin duda, lo que funciona en la experiencia lectora de este Ellas hablan