Una de las cosas a las que todos acabamos haciendo (al menos esos todos que compramos libros de forma compulsiva y tenemos un poco – o un bastante – de tsundoku) cuando tenemos que cambiar los libros de sitio, guardarlos por alguna razón o hacer una mudanza es descubrir que tenemos millones (cifra arriba, cifra abajo) de libros sin leer camuflados en las estanterías. En mi caso, antes no seguía ningún método para separar a los libros leídos de los no leídos (ahora ya sí, ahora tengo una pila infernal de libros por leer que convive con los libros que en pasadas vidas se camuflaron entre las estanterías), lo que hace que ahora que estoy moviendo mis libros esté descubriendo un montón de tomos esperando ser leídos y sintiéndome mal por ellos. Y, entre los tomos que tenía esperando ser leídos en medio de mis estanterías, estaba El diario de Luise Schmidt, un libro que compré hace unos años en la tienda del TEA en Santa Cruz de Tenerife y que posiblemente no merecía esa suerte de ser olvidado.
El diario de Luise Schmidt es una rareza literaria y una más que interesante, que recupera un tiempo perdido. Cuando hoy se visitan los lugares ultraturísticos de Tenerife, esos lugares llenos de hoteles de cadenas con aires ochenteros y setenteros, se puede caer en la tentación de pensar que el turismo en las Canarias es una especie de cosa moderna, algo que empezó en la segunda mitad del siglo XX cuando empezaron a llegar ingleses y alemanes en aviones desde sus frías ciudades. Lo cierto es que, a pesar de que no se puedan encontrar hoteles Belle Époque entre las calles (muchos de los hoteles de principios de siglo cayeron bajo la piqueta, como confirmé buscando el hotel en el que vivió Luise Schmidt), Tenerife ya era un lugar muy turístico a finales del XIX y en los primeros años del XX. Al fin y al cabo, no olvidemos, Agatha Christie ya fue una de las muchas inglesas que se fueron de vacaciones a Tenerife.
En ese mundo turístico es el que se mueve la joven Luise, una chica alemana que un día vio un anuncio en el periódico en el que se pedía una institutriz para los hijos de un director alemán de hotel en lo que el anuncio llama el Puerto de la Orotava, en Canarias. Luise tenía 20 años y quería ver mundo, así que envió su candidatura. Fue seleccionada y se comprometió a trabajar dos años con la familia (si se iba antes, no le pagaban su billete de vuelta en barco en Alemania). Con el comienzo del viaje empezó su diario, que llega hasta el final de su estancia con la familia (estuvo entre 1904 y 1906). El diario fue editado por uno de sus nietos y publicado, primero en alemán y luego en castellano, por una editorial canaria, Zech.
El diario es breve y la autora es concisa con lo que escribe. No hay grandes descripciones ni grandes reflexiones, aunque sin embargo hay algo de fascinante en esta narración. Es una ventana a la vida de una mucha de tantas mujeres que llevaban vidas olvidadas, en los bastidores de lo que ocurre, hace cien años. Luise se pasa el día cuidando a los niños, cosiendo su ropa, preocupándose por lo que les pasa y un tanto aislada. No puede interactuar con los viajeros del hotel (ya le han dejado claro que los niños tienen que permanecer lejos de los clientes) y tampoco tiene amigas de su edad con las que hablar. Al fin y al cabo, como ella dice en alguna ocasión, no hay tantas jóvenes alemanas en la isla. Está apartada ya no solo por las barreras de edad y género, sino también por las de idioma y clase.
Aunque después, cuando llegamos al final, vemos que la joven Luise seguiría relacionándose toda la vida con sus empleadores, con los que acabaría desarrollando una amistad, en su diario no faltan las anotaciones sobre su jefa, la señora Trenkel. La señora Trenkel es inglesa, lo que hace que los niños hablen en inglés con ella, y no habla mucho alemán, pero lo peor para la joven institutriz es que parece que es difícil contentarla.
El diario también tiene alguna anotación sobre la sociedad canaria de entonces (la curiosa mirada de aquel de fuera) y sobre la rutina de esos primeros turistas.
Foto Postal de época, vía Todocolección