Una fotografía de la edición de bolsillo de Ponte en mi piel, de Emma Lira, acompañada por una taza antigua

La bella y la bestia es uno de los cuentos de hadas clásicos, que forma parte ya del conocimiento colectivo. Su origen no es exactamente una narración popular, sino que está en la obra de Gabrielle-Suzanne de Villeneuve, una dama de la nobleza francesa de principios del siglo XVIII que empezó a escribir tras la muerte de su marido, que la dejó en la ruina. De hecho, la historia original es muy diferente al cuento de hadas que conocemos y a la versión de Disney.

Puede, eso sí, que Villeneuve no partiese simplemente de su imaginación, sino que lo hiciese de una historia real que se había producido en la corte francesa algo más de 100 años atrás. En la corte vivía Pedro González, protegido del rey Enrique II de Francia y que era como la bestia de la historia.

La historia real arranca en 1537 en Tenerife, donde nace un niño con el cuerpo cubierto de pelo. Ahora sabemos que a aquel niño no le pasaba nada, simplemente tenía hipertricosis, pero en el siglo XVI las cosas se veían de una manera completamente diferente. De Tenerife, Pedro González fue llevado a la corte francesa como regalo para su monarca. Enrique II le dio educación y lo convirtió en gentilhombre.

Esta historia real es la que usa Emma Lira como base en su novela Ponte en mi lugar, una de las novedades editoriales de hace un par de años y que ya está disponible también en libro de bolsillo. Lira convierte a Pedro González en el protagonista de una novela histórica en la que explora desde su nacimiento hasta su paso por la corte francesa en el complicado momento de las guerras de religión. Poco se sabe de lo que le pasó a González en la etapa final de su vida, cuando se fue a vivir a Italia con su mujer y sus hijos, y la novela cierra la trama antes de ese momento.

Ponte en mi lugar es interesante por varias razones. Primero, por la propia historia real en sí que tiene detrás, una de esas pequeñas historias de la historia que son poco conocidas y deberían serlo más. Lira no hace un tratamiento sensacionalista de la historia, a lo programa de cosas sorprendentes. La historia está llena de matices y Pedro González es un personaje que va mucho más allá del síndrome médico. Aun así, el texto transmite una sensación de precisión histórica y de cómo las gentes de su época interactuarían con González.

Segundo, por cómo permite descubrir un poco más de la historia de las islas Canarias en el siglo XVI, una de esas historias bastante ausentes en las mesas de novedades de libros en la península. Pedro González es el hijo de un rey guanche, en el momento en el que las islas estaban siendo invadidas por tropas y población llegadas de Europa y que estaban desplazando a la población local.

Y, finalmente, porque la novela entronca con lo que se podría decir la novela histórica de siempre. Personalmente, me recordó a las novelas históricas que leía de adolescente – y que me fascinaban – que además de una buena narración estaban llenas de detalles históricos.