Hace 75 años, Antonio Machado era uno de los miles de refugiados españoles que se agolpaban en los pueblos del sur de Francia y que huían de la Guerra Civil española. El poeta estaba muy enfermo y permanecía en el Hotel Bougnol-Quintana, en la pequeña localidad de Colliure, en el Mediterráneo y muy cerca de la frontera con España. Había llegado el 28 de enero, evacuado con su madre, Ana Ruiz Hernández. El 22 de febrero de 1939 Machado murió. Pocos días después lo haría su madre. Fue enterrado en el cementerio de Colliure. Antes de enterrarlo habían encontrado en uno de sus bolsillos el que sería su último verso. Estos días azules y este sol de la infancia.
Machado fue enterrado en la tumba de una familia de la localidad y no sería hasta 1958 que fue comprada para salvaguardar la memoria y la última morada del poeta. La tumba de Machado en Colliure ya se había convertido en lo que hoy es, una especie de lugar de peregrinaje laico al que acuden los lectores del poeta. Miles de visitantes acuden cada año a visitar la tumba del escritor, que está siempre llena de ofrendas y flores frescas y donde, desde los años 80, hay un pequeño buzón en el que se pueden dejar cartas destinadas al escritor. Además, el escritor recibe cartas por correo tradicional que llevan por dirección únicamente Antonio Machado, cementerio de Collioure.
Y, como ha ocurrido con otros lugares y personajes simbólicos, Machado recibe cada año mucho correo. Personal de la Fondation Antonio Machado de Collioure, una organización fundada en los 70 para proteger y reivindicar la memoria del escritor en la localidad, recoge de cuando en cuando las cartas. Y su colección ha llegado ya a las 4.5o0 misivas. «Hay cartas de homenaje, testimonios de exiliados o de descendientes de exiliados, fragmentos de poemas de Machado, textos literarios, poemas escritos por los remitentes, dibujos de niños», explica Verónica Sierra Blas, una experta de la Universidad de Alcalá que se ha encargado de catalogar ese contenido a la agencia AFP. Y no solo eso: curiosamente (Machado era una persona laica y su entierro no fue religioso), sus remitentes no solo comparten textos y testimonios también le piden ayuda en temas de amor, salud o dinero, como si el poeta fuese un santo milagroso.
La colección no solo es sorprendente y variopinta. Ahora también será pública. La fundación permitirá consultar estos archivos (el documento más antiguo se remonta a 1976) bajo demanda en el ayuntamiento de Collioure.
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