Para alguna gente, Nada, de Carmen Laforet, fue una de esas lecturas obligatorias del instituto. Para mí, no lo fue. En esos años no era de los que tocaban – y diría, de hecho, que no leímos ningún libro escrito por una mujer – entre las lecturas para Selectividad. Mi profesora de lengua castellana y literatura sí había logrado presentarlo, eso sí, de una manera muy tentadora cuando nos habló de él en segundo de Bachillerato.

Aun así, no lo leí hasta ya adulta, cuando el libro me sorprendió, me pareció buenísimo y me impresionó que hubiese pasado la censura de su época. No fue una reacción nada original. Desde que Nada ganó el primer premio Nadal en los 40 por sorpresa, la novela ha logrado impresionar a generaciones y generaciones de lectores, empezando por sus contemporáneos que la vieron como un hito generacional. Recuerdo que tras leerlo pensé – y asumo que esta es otra reacción típica – que era una pena que Carmen Laforet no hubiese escrito nada más.

Porque esa es la imagen que tenemos de Carmen Laforet, la de la escritora prácticamente adolescente que ganó la primera edición de uno de los premios de referencia de las letras en España, impresionó con una obra buenísima y luego desapareció del panorama. Se casó, tuvo hijos y se convirtió en una ama de casa. La realidad es un tanto diferente. Cierto es que Carmen Laforet nunca escribió nada tan bueno como su opera prima – al menos eso es lo que dice la crítica – pero no desapareció por completo del mundo literario. Todo es mucho más complejo.

La biografía y la bibliografía de Carmen Laforet no se puede resumir en esa simple conclusión que hemos ido aprendiendo sobre ella. No dejaba de pensarlo – ahora que se celebra el centenario de su nacimiento – leyendo Carmen Laforet, Una mujer en fuga, la amplia biografía que han escrito Anna Caballé e Israel Rolón-Barada (RBA Libros). Carmen Laforet es una figura literaria llena de matices.

Laforet nació el 6 de septiembre de 1921 en Barcelona. Su madre estaba estudiando para ser maestra cuando conoció al padre de la escritora, con el que se casó (y por lo que nunca llegó a desempeñar su carrera). El padre era profesor de dibujo y sacó plaza en el instituto de Las Palmas de Gran Canaria (también era arquitecto y esa es la carrera que desarrollará después), por lo que la familia se mudó a Gran Canaria cuando Carmen Laforet tenía dos años.

Fue en Las Palmas donde creció y donde se formó: no volvería en firme a la península hasta 1939, recién terminada la guerra para estudiar en la Universidad de Barcelona. Esa llegada a Barcelona fue siguiendo a su primer amor de juventud y deseosa de escapar al hogar familiar. Su madre había muerto años atrás, su padre se había vuelto a casa y la relación con su madrastra era mala.

Ediciones de Nada en otros idiomas | Foto Destino

En Barcelona, Carmen Laforet se instaló en la casa de sus abuelos paternos, casa que será la inspiración para el hogar familiar al que llega la Andrea de Nada. Tras año y medio en Barcelona y avanzar poco en sus estudios, Laforet se muda a Madrid para estudiar Derecho y vivir en casa de una hermana de su madre. Con ella, se lleva el germen para su primera novela.

Sus biógrafos explican que la idea de que Laforet escribió la historia en una especie de pulsión de trabajo durante unos meses es algo un tanto cuestionable, porque llevaba escribiendo notas desde ya sus meses en Barcelona y porque reescribió y reescribió mientras estudiaba. Lo que sí es un hecho es que la terminó con el tiempo encima. Había enseñado los primeros capítulos a editor, Manuel Cerezales, que le había recomendado que la enviase al premio Nadal. Su novela llegó a Barcelona por correo urgente cuando estaba a punto de cerrarse el plazo. Fue la ganadora.

El éxito fue arrollador: todo el mundo tenía muchísima curiosidad por la veinteañera que se había llevado el premio. El libro se leía como un emblema generacional, como una crítica social y en clave política y, sobre todo, como un texto de hondo eco autobiográfico. Fue así como lo leyeron tanto sus compañeros estudiantes de Barcelona (y no todos estuvieron conformes) como su familia paterna (que no se tomó nada bien lo que había escrito Laforet). Carmen Laforet insistía en que la novela no era autobiográfica, pero para el mundo ella y Andrea eran la misma persona.

La novela se vendió y se leyó y los medios tenían mucho interés por Carmen Laforet (lo que ella odiaba). Y empezó la espera por la siguiente gran novela de la escritora sensación de la España de los 40. Aquí pasó lo que todos sabemos sobre Laforet, esa especie de verdad de cultura popular que todos hemos interiorizado. Carmen Laforet se casó (con Cerezales, el editor que la había aconsejado en ese primer momento), tuvo cinco hijos y abandonó la carrera literaria.

En la biografía de Anna Caballé e Israel Rolón-Barada la publicación de Nada es algo que pasa en, aproximadamente, el primer tercio de la historia. La vida de Laforet siguió después de eso. Su matrimonio no tardará en hacer aguas. Su marido temía convertirse en un personaje literario de la obra de su esposa, por ejemplo. Después de la separación definitiva, unas décadas después, Laforet culpará en sus cartas a su exmarido por la suerte que tuvo su carrera.

Leyendo la biografía, la realidad parece un tanto más compleja. Llevar la vida que se esperaba de una mujer española de los años 40 – con todo lo que eso implicaba – funcionó como un lastre, pero además hay que sumar otros elementos que complicaban aún más las cosas.

El éxito de Nada y el hecho de que se leyese en clave autobiográfica funcionaron como un elemento paralizador a la hora de escribir. Carmen Laforet siguió escribiendo y pensando en proyectos, pero rompía lo que escribía porque no llegaba a estar conforme.

Carmen Laforet | Foto Destino

Su segunda novela salió cinco años después de Nada y también fue leída como una especie de eco de su autora y de su novela previa. La siguiente novela se publicó cinco años después de la segunda y, aunque ganó dos premios (y uno el Nacional de Literatura), resultó desconcertante a sus lectores y a la crítica.

La mujer nueva es una historia de despertar religioso, algo que encaja demasiado bien con los valores religiosos exaltados por el franquismo pero que choca con la esencia de Nada. La novela está también marcada por su autobiografía: en los años 50, Laforet pasó por una etapa de gran religiosidad, influida por quien habría de ser el gran amor de su vida, Lilí Álvarez. (Que Lilí Álvarez fue el gran amor de su vida es algo que dijo la propia escritora en una carta, sin poner nombre a la persona de la que hablaba, pero que sus biógrafos han logrado confirmar. La relación terminó esa misma década).

En vida, Laforet publicó una cuarta novela, en 1963, que tampoco tuvo el éxito de la primera y que iba a ser la primera entrega de una trilogía que la escritora – aunque lo intentó – nunca llegó a terminar.

Entre los años 40 y 50, además, escribió muchas colaboraciones en prensa y relatos cortos. La economía familiar lo necesitaba, como se puede ver en su biografía, y las colaboraciones estaban bien pagadas (Puntos de vista de una mujer, una recopilación de los que publicó entre 1948 y 1953 en la revista Destino, apareció el pasado mes de marzo). Más esporádicas, en las décadas siguientes seguiría escribiendo para prensa. Sus últimas colaboraciones son, de hecho, de los años 80 para El País.

Su biografía deja claro que – por mucho que ella odiase la exposición y el mundillo literario – no fue un tras Nada el silencio. Laforet siguió siendo una escritora importante y una con eco, perseguida por los medios. No dejó de conceder entrevistas hasta los 60, cuando apareció en Televisión Española, protagonizó una polémica y salió enfadada de lo que había pasado. En los 80, incluso, protagonizó varias giras por universidades estadounidenses hablando de literatura.

El silencio, para Laforet, no llegará por completo hasta los 90, por cuestiones de salud. Murió en 2004. En esos años, quienes estudiábamos el Bachillerato – año arriba año abajo – nos estábamos quedando con esa idea de que había escrito Nada y había sido el principio y el fin de su carrera. Ahora que llega el centenario de su nacimiento, quizás sea el momento de acercarse a ella de nuevo.

  • Además de la (muy recomendable) biografía escrita por Anna Caballé e Israel Rolón-Barada, que tuvo una nueva edición en 2019 y que es fácil de encontrar en librerías y bibliotecas, para el centenario llegan dos libros. Nada nunca ha dejado de estar accesible en librerías, pero Destino lanza ahora una nueva edición, en tapa dura y con prólogo de Najat El Hachmi y epílogo de Ana Merino.

También lanzarán (el 22 de septiembre) El libro de Carmen Laforet. Vista por sí misma, de Agustín Cerezales, que además de ser escritor es uno de los hijos de la autora.