A principios de diciembre estaba en Londres. A principios de diciembre también había empezado a leer Square Haunting, de Francesca Wade (Faber & Faber), y, aunque aún estaba en las fases iniciales de la lectura, supe que tenía que ir a un lugar. Tenía que hacer un peregrinaje literario a Mecklenburgh Square, la plaza de Bloomsbury que es el epicentro de la historia que aborda Wade.

Llegué de camino al Foundling Museum, casi por casualidad, y me puse a hacer fotos de los edificios y a buscar placas azules, las que marcan dónde han vivido personajes célebres en Londres y qué han hecho. Encontré al final de todo de mi recorrido por la plaza la única que está relacionada con Square Haunting, la que está dedicada a la escritora H.D.

Antes de empezar a leer Square Haunting, confieso, no sabía quién era H. D. De todas las escritoras que aborda la historia solo conocía realmente a Virginia Woolf (incluso Dorothy L. Sayers, un nombre importante en la edad de oro de la novela de detectives, era una desconocida para mí). Ahora que he terminado de leerlo y que he empezado a recomendárselo a todo el mundo, las cosas son muy diferentes.

Pero volvamos a ese momento en el que paseaba por una plaza de Londres siguiendo los pasos de escritoras que, en su mayor parte, no había leído. Estaba allí por el poder de un libro bien escrito, un ensayo biográfico fascinante, de esos que te lanzan a una orgía de lecturas relacionadas.

Francesca Wade aborda, como deja claro en el subtítulo de su obra, el recorrido de «cinco mujeres, la libertad y el Londres de Entreguerras». Virginia Woolf es quien abre y quien cierra la historia (fue la última que, cronológicamente hablando, vivió en la zona. A ella se suman H.D., Dorothy L. Sayers, Jane Harrison y Eileen Power.

Sus papeles en la historia literaria son muy diferentes y sus personalidades también. Power es una pionera historiadora de la economía (cuyos logros fueron eclipsados en las décadas posteriores por el papel que ocuparon en la disciplina los hombres), Harrison una experta en clásicos, H.D. una poeta modernista y Sayers una escritora de populares novelas de detectives (con una carrera académica que quedó eclipsada por el éxito de sus best-sellers).

Todas ellas tenían en común que formaban parte de la escena literaria londinense de la época (y de una manera o de otra todas eran mujeres modernas) y que todas vivieron en la misma plaza de Londres, Mecklenburgh Square. Lo hicieron en lugares distintos y en condiciones diferentes (desde la habitación cutre en una casa de huéspedes de Sayers – quien hará que su heroína Harriet D. Vane viva también en la ficción en la plaza – que antes había ocupado H.D. años atrás a la casa que ocupa Woolf con su marido pero también con su editorial). La elección de la plaza no es accidental.

“Mecklenburgh Square era una dirección radical”, escribe Wade, añadiendo que “fue el hogar de las cinco escritoras cuyas historias forman este libro” y, sobre todo, el tiempo que pasaron viviendo allí “fue formativo”. Durante los años que cada una de ellas ocupó en la plaza, sus vidas y, sobre todo, sus carreras registraron momentos cruciales.

Estas mujeres eran, en su mayoría, el prototipo de nueva mujer que había aparecido con el principio del siglo XX (una de ellas, Jane Harrison, pertenecía en realidad a la generación previa). Eran mujeres muy formadas, que habían recibido una esmerada educación y que tenían intereses culturales profesionales. Eran mujeres con ambiciones, aunque eso a veces resultaba muy complejo (Sayers refleja muy bien todas esas tiranteces con la ya mencionada Harriet Vane), y que, por tanto, no estaban dispuestas a pasar del hogar al matrimonio como sus predecesoras victorianas. Además, estaban viviendo en la época entre las dos guerras mundiales. Los años 20 fueron un período de crisis demográfica en el que, como alertaban con titulares muy amarillos los periódicos sensacionalistas, había muchas más mujeres que hombres (que habían muerto en el frente de batalla).

Estas mujeres vivieron y trabajaron en esos momentos, luchando por encontrar su lugar en un mundo que estaba cambiando y en el que las mujeres estaban luchando con fuerza por sus derechos (y no es difícil hacer paralelismos entre sus años 20 y su Mecklenburgh Square y nuestros años 20 y todo el camino que está todavía por recorrer).

Algunas de ellas aceptaron posiciones en universidades que les pagaban menos por ser mujeres (a pesar de ser más brillantes que sus compañeros hombres). Otras tuvieron que enfrentarse a los dobles estándares sociales sobre lo que pueden hacer los hombres y lo que pueden hacer las mujeres.

Todas ellas lograron, eso sí, encontrar su camino, de una manera o de otra, desde Mecklenburgh Square.

Fotos | Librópatas, cubierta Faber&Faber