Con los libros de la bibliotecas, hay que seguir una cierta etiqueta, para asegurarnos de que estén en las mejores condiciones posibles cuando los devolvamos. No debemos escribir en ellos (en esta redacción creemos que la gente que subraya los libros de las bibliotecas no son buenas personas y no estamos dispuestas a debatir sobre ello), no debemos comer y llenarlos de migas y no debemos maltratarlos. Antes de devolverlos, deberíamos quitar todas las cosas, desde marcapáginas a papeles, que se nos cuelan dentro. No siempre se hace, lo que se convierte en una sorpresa para quienes los leen después… o para los bibliotecarios que los examinan mucho, mucho tiempo más tarde. 

Es lo que acaba de ocurrir en Cambridge. La Cambridge University Library Special Collections, la biblioteca que guarda los libros más destacados de los fondos de la Universidad de Cambridge, acaba de publicar en Twitter un impactante descubrimiento. En una edición de 1529 de un manuscrito de Agustín de Hipona se han encontrado una galleta mordisqueada. La galleta no es el del siglo XVI, pero tampoco es reciente. La propia biblioteca estima que lleva dentro del libro unos 50 años. Su teoría es que se le quedó a algún escolar dentro del libro antes de que fuese donado a la biblioteca de la universidad. Al menos eso es lo que piensa la bibliotecaria que descubrió la histórica galleta, Emily Dourish, piensa, como recoge LitHub. En las páginas del libro se nota, de hecho, la sombra de la galleta. 

Y, aunque encontrarse galletas rancias en libros del siglo XVI no nos parece la mejor de las experiencias, las bibliotecarias se suelen encontrar con cosas bastante llamativas en el interior de los libros. Alguien guarda algo en algún momento del pasado en su interior y el libro se convierte en una inesperada cámara del tesoro para el futuro. 

En la Biblioteca de la Universidad de Santiago de Compostela hicieron hace unos años una exposición de curiosidades entre sus fondos y, entre ellas, estaba la goma de borrar que se encontraron olvidada en el volumen 4 de Opuscula medica, de Anton von Haen, un libro sobre medicina de 1777. La goma, como deja claro la foto que publican en el catálogo y que es la que reproducimos, no era exactamente pequeña.  Ahora lo recordaban en Twitter al hilo de la galleta mordisqueada que ha aparecido en Cambridge. 

No es la única biblioteca histórica que ha encontrado cosas sorprendentes en sus libros. La Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca tuvo en exposición en sus vitrinas (no sabemos si siguen exponiéndolo) algunas cosas sorprendentes que se habían encontrado en medio de los libros. Entre ellos estaban un par de condones, que llevaban ocultos en un libro del siglo XVI desde mediados del siglo XIX. Los preservativos estaban envueltos en una hoja de periódico de 1857, lo que ha ayudado a datarlos. 

No es lo único que se han encontrado. También tienen cartas o décimos de lotería del pasado, que han llegado hasta el presente entre las páginas de los libros. 

En la Universidad Complutense de Madrid, además de tener unos cuantos libros dañados durante la Guerra Civil cuando los usaban de parapeto en la batalla, encontraron dibujos, billetes de lotería, notas o estampas religiosas. También hay flores o plantas. La lista no acaba, como demostraron en una exposición hace años, y encontraron también cartas, telegramas, un telefonema, naipes, invitaciones, listas de gastos o anuncios

Algo parecido fue lo que se pudo ver en otra exposición, esta de la Universidad de Extremadura, sobre lo que habían encontrado en sus libros. Recordatorios de comunión, oraciones, un pliego de comedia (¡del siglo XVIII!), postales de todo tipo, fotos, carteles de películas o anuncios de todo tipo se habían guardado preservados en las páginas de los libros. De su selección, quizás lo más sorprendente son las facturas y recibos. Alguien pagó 35 pesetas de luz en 1952 a la Compañía Sevillana de Electricidad.  

En un post en el blog de la biblioteca de la Universidad de Colorado, listaban las cosas que se habían encontrado sus bibliotecarios y archiveros. Entre ellas estaban la colada, comidas desecadas y corazones de manzana. Una vez se habían encontrado una fresa, que se había secado en el interior del libro, y otra con los restos de una pequeña serpiente roja (insisten: no debemos guardar comida, plantas o reptiles en los libros). En los libros de antes de los años 30, lo habitual era que se encontrasen flores secas y mechones de cabello.