No me fiaría yo mucho de Francis Scott Fitzgerald como gurú de autoayuda, pero aún así me enternece que tratase de guiar a su hija enseñándole algunas cosas sobre la vida. Además de excepcional escritor de literatura, Fitzgerald era también un gran escritor de cartas. Se han conservado muchas de sus misivas a amigos, editores y familiares varios, pero pocas nos gustan más que esa en la que explica a su hija Scottie, de unos 12 años, por qué cosas vale (y no vale) la pena preocuparse.
Son las siguientes:
«Cosas por las que preocuparse:
Preocúpate por la valentía
Preocúpate por la limpieza
Preocúpate por la eficiencia
Preocúpate por la equitación
Preocúpate por…
Cosas por las que no preocuparse:
No te preocupes por la opinión popular
No te preocupes por las muñecas
No te preocupes por el pasado
No te preocupes por el futuro
No te preocupes por crecer
No te preocupes por si alguien te adelanta
No te preocupes por el triunfo
No te preocupes por el fracaso salvo si es por tu culpa
No te preocupes por los mosquitos
No te preocupes por las moscas
No te preocupes por los insectos en general
No te preocupes por los padres
No te preocupes por los chicos
No te preocupes por las decepciones
No te preocupes por los placeres
No te preocupes por las satisfacciones
Cosas sobre las que pensar:
¿Cuál es mi objetivo?
Cómo de buena soy realmente respecto a mis coétaneos en los siguientes temas:
a) Becas
b) ¿De verdad entiendo a la gente y soy capaz de llevarme bien con ellos?
c) ¿Estoy tratando de hacer de mi cuerpo un instrumento útil o estoy descuidándolo?»
En esa misma carta le explicaba que no creía ni en la felicidad ni en la tristeza: «Esas son cosas que ves en el escenario, o en la pantalla, o en una página impresa, nunca sucederán realmente en la vida». Puedes leerla al completo en Letters of note.