A finales del siglo XIX apareció en Reino Unido una novela que estaba llamada a acabar convirtiéndose en un best-seller. Era Drácula, de Bram Stoker, una de esas obras que en general asumimos que fue un one hit wonder, aunque en realidad Stoker llevaba décadas queriendo consolidarse como escritor y escribió (y publicó) más cosas que esta novela. En Drácula, Stoker no creó de cero el personaje del vampiro ni tampoco su entrada en la literatura. Sin embargo, lo que sí consiguió fue dotarlo de la popularidad que tiene hoy en día y convertirlo en una especie de hito, de algo que todo el mundo reconoce aunque no haya leído el libro (como ocurre también con Frankestein).

¿Cómo creó Stoker a Drácula y de qué fuentes bebe la historia? Estas son las preguntas que se hace Historia de Drácula, de Clive Leatherdale, un ensayo-biografía sobre el personaje literario que es un clásico de los libros sobre libros y que ahora acaba de publicar Arpa en castellano. Leatherdale había sido uno de esos lectores juveniles de la historia, que lo había atrapado profundamente. Ya en la edad adulta quiso saber más sobre la historia y sobre su autor, encontrándose con que Stoker era uno de esos escritores sin biografía y con que poco había para responder a sus preguntas. El ensayista se lanzó él entonces a la investigación. El libro apareció por primera vez en los 80 y desde entonces se ha reditado varias veces en inglés.

Gracias al experto podemos acceder a unas breves pinceladas sobre la biografía de Stoker (aunque el libro no es exactamente una biografía sobre ese autor) pero, sobre todo, a las fuentes de las que bebe la historia de Drácula, los orígenes populares de los vampiros y todos los temas que subyacen en el por qué Stoker escogió semejante historia. Drácula es un malo que convierte el “mal en algo elegante”, lo que explica, nos deja claro Leatherdale, por qué se ha acabado convirtiendo en un personaje de ficción tan icónico.

A la fiesta literaria del vampirismo, eso sí, llegó tarde, tanto que se podría decir que fue el último de los vampiros de una moda literaria que había arrancado en la literatura inglesa con las novelas góticas y con las novelas baratas populares que ya habían explotado esas ideas. Stoker estuvo trabajando durante años, a pesar de ello, en la historia, que no es una revisión literaria de Vlad el Empalador, deja claro Leatherdale, ya que “posiblemente Stoker apenas había oído hablar de él”. Muchas son las lecturas que se han hecho de la historia. Que es una novela en clave sobre las tensiones sociales de la Belle Époque, que es una historia sobre frustración sexual, que es una alegoría cristiana… Es difícil determinar cuál es la cierta (aunque Stoker era un señor victoriano y no muy moderno) aunque quizás lo más interesante es cómo esta historia se integra en la genealogía de la literatura popular o no vampírica.

Los vampiros existieron durante décadas y siglos y eran parte del folklore de las partes católicas y ortodoxas de Europa, especialmente de las del centro-este del continente. No lo era de la anglicana Inglaterra, apunta Leatherdale, a donde llegaría con las novelas góticas románticas y con la poesía vía la literatura alemana y donde se acabó asentando como artefacto literario.

En los países en los que el vampiro había formado parte del folklore local había sido algo que durante siglos había causado pavor. El vampiro era una herramienta para crear miedo e histeria, que las iglesias ortodoxa y católica explotaban para controlar a sus fieles. Como explica Leatherdale, cualquier desviación de la norma acababa en lo que podía ser un vampiro, que era además una figura aterradora condenada a una vida eterna de pecado.

A veces, el vampiro estaba estrechamente vinculado con la realidad. Por ejemplo, en un momento en el que la gente se enterraba demasiado deprisa, “con una prisa indecorosa” el riesgo de ser enterrado vivo era muy elevado. Quien se despertaba en una tumba excavaría desesperado para salir (las tumbas no eran muy profundas) y volver al seno de su familia. Saldría como un ser pálido, con la ropa desaliñada y en estado de shock. Esa era, en muchas culturas, la descripción de un vampiro (el vampiro elegante y bien vestido es algo que nos ha dado la literatura y el cine).

Todo ese temor al vampiro no es además tan lejano. La epidemia de histeria al vampiro fue, en la Europa continental, a principios del siglo XVIII.

Stoker bebió de todo este legado, de una manera directa o indirecta, y sumó a todo ello a la femme fatale y al héroe byroniano. Frente a lo que era habitual en las novelas de vampiros, en su historia el drama ocurre en un escenario que el lector conoce y en un momento que vive. Está escribiendo sobre Londres a finales del siglo XIX y su protagonista es un abogado que entra en la órbita de Drácula cuando tiene que arreglar los papeles de una herencia.

Pero ¿quién era exactamente el escritor? “Stoker es un personaje tan difuso a la historia como lo es el propio conde Drácula para los Cárpatos de ficción”, escribe Leatherdale. La vida de Stoker estuvo marcada por la enfermedad. Su infancia se la pasó postrado en una cama, sin que hoy en día los expertos, nos explica Leatherdale, tengan muy claro qué le ocurría y por qué. Murió a principios del siglo XX, posiblemente de sífilis (aunque tampoco es que nadie pueda poner la mano en el fuego por ello, deja claro el ensayista), tras haber llevado una vida común y cuando no estaba pasando por su mejor momento económico, a pesar de que su novela más popular (sí, Drácula) iba ya por la novena edición.

No fue exactamente una vida burguesa (Stoker dejó la seguridad de ser funcionario de la corona para convertirse en empresario de teatro) pero tampoco una de esas vidas emocionantes llenas de detalles. Fue una vida “común”. Stoker creció en Dublín y empezó su vida profesional allí, se hizo empresario, se casó y tuvo un hijo. Mientras iba escribiendo sus historias en su tiempo libre, aunque lo cierto es que –aunque escribía desde muy pronto– en la treintena era todavía un escritor sin publicar y que no lograba conectar con ningún editor.

Foto | Bela Lugosi como Drácula, vía Wikipedia