
Todo lo libresco tiene tirón, como demuestra la avalancha de productos de merchandising literario con los que intentan captar nuestra atención todo tipo de tiendas. Hay camisetas, broches o hasta velas que prometen oler como una biblioteca. Sin embargo, la idea de lo literario como producto no es nueva y en el pasado la llevaron mucho, mucho más lejos.
Tanto como en el que siglo XVIII se construyeron retretes con forma de libro. No los podemos llamar exactamente WCs, porque aún no lo eran, pero sí cumplían con sus esas funciones. Lo hacían ocultos, eso sí, bajo la forma de un libro. Como explican en AtlasObscura, el medio que nos ha descubierto su existencia, ya no es que leyeses en el baño. Es que el váter era directamente un libro.
¿Fans absolutos de lo literario? Los retretes con forma de libro eran más bien un elemento de camuflaje (o quizás una broma de época de la que hemos perdido el contexto). Hasta nosotros han llegado retretes fijos. Es lo que ocurre con el Boekentoilet, que está en una casa señorial de Amberes (y que hemos puesto ya en nuestro top de lugares literarios a los que queremos ir algún día: este baño es visitable).
Toda la estancia intenta imitar a una biblioteca, aunque es simple y llanamente un retrete. Cuando en 2013 sus responsables estaban buscando fondos para restaurar el retrete libresco, explicaron a la televisión por qué creían que existía este espacio. El vídeo está en neerlandés (pero se pueden activar subtítulos con traducción automática) y permite ver el interior del espacio.
El baño cuenta con una ventana gigantesca y, obviamente, cualquiera que estuviese en el exterior podía verte sentado. Para camuflar qué se estaba haciendo, se decoró todo a modo de biblioteca. Desde fuera pensarían que estabas leyendo… pero no. Es de 1772.

Volviendo a lo que cuentan en AtlasObscura, entre los váteres libro que han llegado a nuestros días existen varios ejemplares de retretes portátiles. En ese caso, que funcionen como elemento de camuflaje parece casi esperable.
Una librería de rarezas y libros antiguos, Daniel Crouch Rare Books, vende ahora un ejemplar. No es barato, pero sí sorprendente. Es de hacia 1750, lo han clasificado como «humor de baño» y tiene un origen francés. Es plegable y cuando lo abres tiene el espacio para poner la bacinilla y una parte para sentarse.