Miles de millones de personas menstrúan cada mes en el mundo. No tengo una estadística a mano de cuantas personas podrán estar haciéndolo cada día, pero seguro que es una cifra millonaria e impresionante. Nacer con un aparato reproductor femenino hace que la regla sea prácticamente inevitable y, salvo algunas excepciones, nos obliga a esperarla ciclo menstrual tras ciclo menstrual. Seguramente, es más probable en términos estadísticos tener la regla que haber viajado en avión. Y, sin embargo, la cantidad de libros sobre viajar y saltar de un avión a otro es mucho más elevada que los que se pueden encontrar, en un día cualquiera, en los fondos de una librería. La regla parece casi todavía un tema tabú para las mesas de novedades.

Pero tenemos que hablar de la regla. Las editoriales tímidamente parecen estar empezando a recoger el guante. Hace un año, Hoja de Lata publicaba Esta es mi sangre, de Élise Thiébaut, un ensayo que mezclaba historia, análisis, feminismo y datos sobre la menstruación. Y ahora Navona publica Es solo sangre. Rompiendo el tabú de la menstruación, de la periodista sueca Anna Dahlqvist. Dahlqvist ha escrito un libro en la línea de Periods Gone Public, de Jennifer Weiss-Wolf, publicado en 2017 en Estados Unidos por Arcade Publishing.

Weiss-Wolf abordaba en su ensayo cómo en los últimos años la regla había entrado en la lista de temas de debate, en las conversaciones y, en especial, en los temas que las activistas de los países en vías de desarrollo estaban moviendo al centro de interés. Dahlqvist, aunque menciona también en algunos capítulos cómo la menstruación ha empezado a ser abordada en los medios en los países occidentales (por ejemplo, cómo lo ha hecho de forma histórica en Suecia), se centra en las experiencias de las mujeres* y en especial de las niñas y adolescentes en varios países en vías de desarrollo.

La menstruación no es solo un tema tabú todavía en muchos de los países que la periodista visita, sino que además tiene un impacto muy importante en la vida de las mujeres. Hay niñas que dejan de ir a la escuela, por ejemplo, durante los días de su período porque no tienen productos de higiene, porque temen lo que ocurrirá si manchan su ropa o porque en su colegio no hay las condiciones de higiene mínimas. Al fin y al cabo, la regla no se ‘soluciona’ simplemente con una compresa (producto con un coste muy elevado), sino que también se necesitan baños con privacidad, papeleras y agua corriente. A todo ello hay que sumar que existen múltiples mitos y creencias sobre la regla y sobre lo que ocurre cuando se menstrúa que tienen un impacto muy negativo en la vida de estas mujeres.

Dahlqvist también recoge el trabajo que las activistas de muchos países están haciendo en lo relativo a la regla y las condiciones de vida. Es un trabajo duro y complejo, pero también uno que ha sido infravalorado y hasta obviado durante décadas. Los grandes organismos internacionales (y no hay que esforzarse mucho para concluir que han estado dirigidos por hombres durante décadas) no han tenido en cuenta la regla y el impacto que tiene en la sociedad.

Las normas mínimas que impone Naciones Unidas para tratar a los prisioneros, por ejemplo, nos cuenta la periodista, recogen el derecho al afeitado… pero no incluyen ni una sola mención a la menstruación. En 2005, una activista india fue invitada a dar una charla en un foro de Unicef sobre la regla. En el programa le pusieron el eufemístico título de Los problemas de la mujer y las niñas dentro de la sanidad y la higiene (y cuando ella llegó a la ponencia la rebautizó con un título sobre menstruación).

La ONU incluyó la menstruación dos veces en una oración sobre derechos humanos e higiene y fue algo revolucionario. Fue en 2014.

*La periodista deja claro en el libro que no todas las personas que menstrúan son mujeres y que no todas las mujeres menstrúan, pero reconoce que por una cuestión de operativa limitó a las mujeres que menstrúan su investigación