
Vivir y trabajar en una ciudad obliga muchas veces a perder mucho tiempo yendo y viniendo al lugar del trabajo. Si se ha vivido en una ciudad de un cierto tamaño, posiblemente se tengan historias sobre los increíbles tiempos que te llevaba llegar hasta el sitio en el que trabajabas y cuánto tiempo acabas perdiendo por culpa de ello al final de la semana. Hay quien ocupa ese tiempo leyendo, quien escucha podcasts o quien, como es el caso que nos ocupa, lo dedica a trabajar en su novela.
Una de las novelas que ha inaugurado el nuevo sello de HarperCollins en España, HarperF, es El beso de Thor, de Cristina Vatra. La novela sigue en un road trip a Reina Ezquerra Goodwell y su mejor amigo, Joe, mientras viajan intentando encontrar al actor que interpreta a Thor en una película que ambos acaban de ver. Reina necesita volver a dar sentido a su vida y el viaje es una suerte de camino para lograrlo.

En el texto en el que se habla de la biografía de la autora en las solapas del libro se explica que la historia fue escrita “en su mayor parte en los trayectos de ida y vuelta del trabajo”. Este dato funcionó para mí como un imán. ¿Cómo se puede escribir una novela en el metro?
Cristina Vatra me confirma, vía conversación por correo electrónico, que escribió «un 97%, aproximadamente» de la novela en sus viajes en transporte público. «Prácticamente todo», resume. La escritora aprovechaba sus trayectos de ida y vuelta en las líneas 1 y 10 del Metro de Madrid para avanzar en su historia.
La logística de escribir en el metro no parece sencilla, pero Vatra explica que en realidad sí lo fue. «Lo escribí todo en las notas de un iPhone y me resultaba comodísimo, la verdad», apunta, señalando que nunca necesitó «mesa ni portátil». Su sistema de escritura partía de una escritura «del tirón» durante el viaje en el servicio de notas, que luego se mandaba a ella misma por email. «De ahí lo iba copinado en único Word que iba engordando a medida que iba escribiendo», explica. «Es un método prosaico pero efectivo», señala, explicando que ahora ha descubierto que existen apps que hacen algo parecido.
¿Permite saber que tienes ciertos minutos antes de llegar a tu parada centrarse más en la escritura? «Cuando escribí esta novela tenía dos niños pequeños en casa y éste era, literalmente, todo el tiempo libre del que disponía», indica. «Creo que el hecho de saber eso, más allá de los minutos o las horas del trayecto en sí, es lo que me ayudaba a centrarme», añade. En el metro también releía lo escrito o hacía correcciones. Y, aunque el proceso final (la revisión y la corrección) lo hizo «en casa y en el ordenador», los viajes en metro crearon el contexto que necesitaba para avanzar en su historia.
Nadie se dio cuenta de que estaba escribiendo una novela mientras viajaba («si se dieron cuenta yo no me enteré») y «por lo general» nunca se pasó la parada.
Si la empresa de trenes de EEUU abrió hace unos años una residencia literaria para escribir en un viaje en tren, quizás el Metro de Madrid pueda plantearse algo parecido.
Fotos | Metro de Madrid y cubierta del libro