De Lope de Vega se dice que era el Fénix de los Ingenios, porque dejó tras su muerte una amplísima obra. Las estimaciones de cuántos textos escribió hablan de miles, lo que hace que sea posiblemente el escritor más prolífico de la literatura española y también de la universal. Por tanto, descubrir cómo trabajaba y cuáles eran las rutinas que seguía resulta bastante fascinante.

La rutina de trabajo de Lope de Vega no es uno de los elementos principales de la biografía que  Antonio Sánchez Jiménez, Lope. El verso y la vida, ha publicado en Cátedra, pero a través de su lectura se puede acabar perfilando cómo era en lo que a horario y prácticas de trabajo tocaba el autor. De entrada, habría que señalar – y es algo que la lectura de la biografía deja muy claro – que Lope de Vega era un escritor profesional. Es decir, no escribía por la llamada de las musas ni por placer. Era lo que le permitía llevar el pan a la boca (y a la de su extensa familia). Por tanto, y aunque se suela apuntar esa visión mítica de la llamada de la inspiración cuando se habla de los escritores históricos, Lope de Vega escribía con un objetivo final (tener ingresos) y de forma regular. De hecho, fue uno de los escritores de su momento que se preocupaba por los derechos de autor y por los ingresos que se derivaban de sus obras.

A su favor tenía que escribía muy deprisa. Como podemos leer en la biografía: “hacía una comedia en dos días”.

Se levantaba temprano y se ponía a escribir. “A las cinco empecé a escribir, pero ya habrá una hora que acabé la jornada, almorcé un torrezno, escribí una carta de circuenta tercetos y regué todo este jardín, que no me ha cansado poco”, era su testimonio en una carta escrita un día cuando eran las once de la mañana.

Aunque también se podía entregar al trabajo de modo intenso, en una suerte de maratones de trabajo. Un testimonio de la época sobre un período de trabajo dice que no se vistió más que el domingo para ir a misa. Se pasó el tiempo en su casa, en cama “rodeado de libros”, algo que también era un elemento del proceso de escritura. Para Lope de Vega, leer era parte de su trabajo. “Para Lope leer es escribir y escribir, leer”, añade su biógrafo.

Por tanto, no es que tuviese una capacidad de escribir rápido, sino que la cuestión iba mucho más allá. Como explica Sánchez Jiménez, no se trataba solo de su capacidad para producir contenido a mucha velocidad, sino que era productivo y tenía éxito porque tenía una “extraordinaria capacidad y disciplina de trabajo”. Se tiene esa idea de porque como escribía rápido las historias eran el fruto “genial e improvisador”, pero eso es simplemente parte del mito.

Lope de Vega escribía por las mañanas. Tras la comida y su siesta, solía salir de visitas o de paseo.  Pasear era una parte importante de sus rutinas. De hecho, andaba mucho. También recibía visitas en casa, cuidaba su huerto y tenía una relación derecha y diaria con sus hijos (que son, por así decirlo, personajes con personalidad propia en la historia de Lope de Vega). A sus pautas sociales se sumaba el que cada ocho días iba a confesarse.  A veces también escribía mientras estaba comiendo.

Eso sí, tanto escribir – rápido o lento – con las condiciones del Siglo de Oro en lo que a iluminación toca tiene su efecto. Lope de Vega acabaría teniendo problemas de vista.