A José Izquierdo le esperaban 4.000 reales en Bilbao (bastante dinero) tras el final de la Guerra de Independencia. Era un dinero que le había mandado su padre y que le iba a permitir viajar cómodamente “y con toda ostentación” hasta Valencia, donde le habían dado su destino (durante la guerra se había hecho militar profesional, una decisión que después se daría cuenta de que había sido una mala idea). Izquierdo viajó cómodamente y con gran lujo, comiendo lo que le apetecía y viviendo como le gustaba, hasta que llegó a Zaragoza. Allí todo su dinero, como suele ocurrir con los granujas de las novelas ambientadas a principios de siglo, se le fue en las mesas de juego. El resto del viaje lo tuvo que realizar con una maleta vacía, solo con lo puesto y “algunos libros y papeles” que, como él bien dice, son “cosas todas buenas para consolar a un triste”.
La anécdota no es parte de una trama novelesca, sino más bien uno de los episodios reales de la vida igualmente real de un hombre olvidado. José Izquierdo no fue un militar heroico en la guerra (de hecho, su testimonio está más bien lejos de la parte heroica). Tampoco fue un escritor brillante que dejó grandes libros esperando a los lectores años más tarde. Fue un exiliado liberal, sí, pero uno muerto de hambre que pensó incluso en suicidarse por absoluta desesperación. José Izquierdo era un hombre normal y corriente, uno de tantos, uno del montón. Y esa vida de tantas y del montón es la que narra en sus Recuerdos de mi vida, un texto que no publicó en vida (ni después de muerto…) y que es uno más de los manuscritos que se encuentran en los archivos de la Biblioteca Nacional de España (BNE). A su autobiografía la acompaña el diario que empezó a escribir en 1836, en la habitación que ocupaba en una casa de huéspedes (a la que no siempre podía pagar el alquiler) en Queen Square, en Londres, una zona cerca hoy del Museo Británico que en aquel entonces no era de los mejores lugares para vivir en la ciudad. Era, como su propia existencia, un lugar para vivir del montón.
Y toda esta condición de persona corriente con una vida corriente fue lo que hizo, como explica en el estudio introductorio Fernando Durán López, lo que hizo que el manuscrito se quedase en los archivos y no fuese valorado por los expertos como algo relevante. ¿Qué interés pueden tener las anotaciones sobre la vida corriente de un hombre irrelevante?, se preguntaban los expertos anteriormente. Durán López ha preparado la edición de la autobiografía y de una selección de los textos del diario que publicó Renacimiento en su sello Espuela de Plata hace unos años.
Yo me encontré el libro por absoluta casualidad, navegando en su web, donde vi que lo tenía de oferta (mientras escribo, sigue estándolo), y me adentré en Recuerdos de mi vida esperando realmente no mucho. Puede que a los expertos de décadas atrás y de un siglo atrás, esos que buscaban narraciones históricas y testimonios heroicos, lo que ha dejado escrito Izquierdo les parezca irrelevante y el autor literariamente malo (su ortografía era bastante pésima, como explica Durán López, aunque eso era lo habitual en aquella época y su estilo literario un tanto raro), pero para el lector actual (y gracias seguramente también al trabajo de edición) el libro tiene todo el potencial para encandilar. Ahora que los grandes héroes de las grandes batallas nos dan un tanto más igual y sentimos mucho más interés por la vida de la gente corriente, José Izquierdo es justo lo que queremos descubrir. Sus recuerdos y sus diarios (que no tienen esa prosa engolada del XIX) son además un soplo de aire fresco y un cierto elemento cercano.
Poco más se sabe de él que lo que cuenta en ese texto. De hecho, ni siquiera se sabe cuándo murió o cómo (el diario termina de forma abrupta, cuenta el editor) o de cómo sus diarios llegaron a la colección que luego serviría para que entrasen en la colección de la BNE. El texto y el material de sus recuerdos está a medio camino entre la base de una novela picaresca, los personajes de algunas novelas sardónicas sobre el siglo XVIII y principios del XIX y los protagonistas de algunas novelas de romántica histórica (al menos ese pasado granujil que sirve de base, claro que aquí no hay historia de amor que redima a Izquierdo).
Izquierdo pierde su dinero en las mesas de juego (varias veces), huye del Madrid en guerra para simplemente entregarse al dolce far niente (y a su casera) en Sevilla, se escapa de un cordón sanitario de la fiebre amarilla o se ve atrapado en una historia amorosa en la que todo le sale peor de lo que espera. Lo cuenta además riéndose en parte de él mismo y con la perspectiva que dan los años. Al fin y al cabo, sus recuerdos (que abordan la vida en España entre 1794 y 1820) fueron escritos en el exilio británico, de forma contemporánea a ese diario en el que cuenta sus desesperados intentos por encontrar cómo ganar dinero (intentó desde vender chocolate a convertirse en fabricante de condones, todo sin éxito) y tener algo que llevarse a la boca (empeñó, como en el refranero popular, varias veces la camisa).
No podemos leer su diario de forma completa (el editor escogió las partes más interesantes), aunque tras acabar de leerlo quedan muchas ganas de coger un tren, plantarse en Madrid y pedir en la BNE que dejen leer el manuscrito completo.
Lo que sí se puede leer en esta edición muestra una interesante joya, una rareza en los textos que han quedado autobiográficos en España (o que se publican en España y en castellano: en inglés ya sabemos que es posible encontrar diarios, recuerdos y textos sobre todos y sobre casi cualquier tipo de persona), que es una más que recomendable lectura.