A principios de los años 30, la editorial Proa publicó en Barcelona Paradisos oceànics. El libro recogía el día a día de la vida en la Polinesia francesa. Era una ventana abierta a una sociedad muy diferente, exótica, en la que algunos de los elementos que parecían incuestionables en la moral de la sociedad «bien» de su momento no lo eran tanto en la sociedad que reflejaba el texto (como, por ejemplo, en el caso de la libertad sexual). El libro fue un éxito de ventas inmediato y sería también traducido al castellano.
El libro no era además una traducción de ningún éxito llegado de otro país, sino el trabajo de Aurora Bertrana, una hija de la sociedad burguesa catalana de la época que había llevado una vida sorprendente y que lo estaba capturando por escrito. «Esta señora catalana que está sentada frente a mí y que parece una burguesita corriente es la escritora Aurora Bertrana y ha estado en Tahití«, comienza Mario Aguilar la crónica que le dedica entonces al libro en la revista Estampa.
Aurora Bertrana había nacido a finales del siglo XIX en Girona. Su padre, Prudenci, venía de una familia venida a menos (económicamente) y que intentó ganarse la vida primero con la pintura y luego con la literatura y el periodismo. Estos dos últimos terrenos le resultaron mucho más rentables (ahora Prudenci Bertrana es uno de los nombres de la historia de la literatura catalana).
Su familia alentó que Aurora Bertrana desarrollase una carrera en la música y que se convirtiese en violonchelista. Cuando su Girona natal se quedaba limitada para avanzar en sus conocimientos, la familia la mandó a Barcelona para que siguiese estudiando, aunque era una ‘señorita’ que se iba sola. Bertrana continuará sus estudios de violonchelo, empezará en cierto modo a ser una mujer independiente (se ganaba la vida tocando en orquestas en cafés, algo muy típico de la época, pero que la exponía a un entorno que no era el que se esperaba de una señorita burguesa) y luego intentará seguir formándose como violonchelista, con la intención de pasar a ser profesora, en Ginebra, a donde llega en los años 20, cuando era una treintañera y donde empieza el capítulo más novelesco de su existencia.
Porque sí, la vida de Aurora Bertrana es muy novelesca. De hecho, es material que daría para inspirar hasta varias series. Lo que ha inspirado ya es una novela, Alas hiperbólicas, de Natividad Ortiz Albear, que acaba de publicar Huso. Ortiz Albear ha escrito una biografía novelada de Bertrana, partiendo de una Bertrana anciana que en la Barcelona de los primeros años 70 cuenta a un joven estudiante interesado en su padre y su obra sus recuerdos para que el estudiante los pase a máquina.
Y así, aunque lo que Ortiz Albear presenta es una novela, se descubren las líneas maestras de la vida de esta fascinante mujer. Alas hiperbólicas no es una biografía, pero se puede leer como una primera aproximación a lo que podría ser una biografía de Aurora Bertrana y disfrutar así descubriendo esta sorprendente trayectoria.
Porque, y volvamos aquí a la Aurora Bertrana que llega a la Ginebra de los años 20 para estudiar en una escuela renombrada de música, lo que pasará a partir de entonces es fascinante. Ciertamente, eso sí, también lo es imaginarse a una joven española tocando en una orquesta en la Barcelona de la década de los 10 en los cafés.
Como antes y después tendrán que hacer otros muchos estudiantes, Aurora Bertrana tuvo que ganarse la vida en Ginebra. La vida es cara, el curso también y Bertrana no tenía un colchón económico en el que apoyarse para pagarse su aventura suiza. Como hizo en Barcelona, Bertrana se ganará la vida formando parte de las pequeñas orquestas que tocan en los cafés y en los hoteles. Llega incluso a fundar un grupo femenino de jazz (las jazz-bands, como las llamaban entonces, eran lo más cool de los años 20 y hacían furor en toda Europa, importadas desde EEUU).
En uno de esos compromisos musicales conocerá a monsieur Choffat, un ingeniero con el que se casará en 1925 y por el que dejará su trabajo como música. Pero el matrimonio con monsieur Choffat será la llave para la más inesperada de las aventuras de Bertrana (y la clave de su carrera literaria posterior).
Choffat encuentra un empleo como responsable del montaje de una central eléctrica en la Polinesia francesa y allá se marchó el matrimonio. “Un día, en París, con mi marido, ingeniero suizo, no sabíamos si irnos a Tahití o al África occidental francesa», rememora en la entrevista de Estampa. «Tahití era la lejanía oceánica y la leyenda y nos fuimos a las islas de las Sombras Blancas”, añade.
Los años que pasará en la isla le servirán como base, una vez ya de vuelta en España, para escribir un libro, que será el Paradisos oceànics del principio y que marcará el principio de su carrera literaria. Durante los años 30, antes de la Guerra Civil, Bertrana escribirá novelas y libros de no ficción. Se irá incluso a Marruecos a observar la vida de las mujeres del país para escribir sobre ello. Tras la guerra, tendrá que partir del exilio, del que no volverá hasta finales de los años 40.
Imágenes | (1) Aurora Bertrana con su orquesta (vía) | (2) Cubierta de Alas Hiperbólicas, Huso Editorial | (3) Aurora Bertrana en Tahití, foto de Estampa