maquna de escribir

Las redacciones de los periódicos de hace 100 años (o ciento y algo, para ser más exactos) eran lugares pequeños, llenos de tazas de café olvidadas o terminadas, con una estantería llena de diccionarios y libros de los que poder sacar artículos en momentos desesperados (eso es lo que tiene no tener internet…) y llenos de hombres (las mujeres también escribían en prensa, pero empezaban entonces a entrar en las redacciones tímidamente). Había una larga mesa en la que se sentaban los periodistas, el director y el secretario de redacción. Esa es la conclusión a la que se puede llegar leyendo algunos de los testimonios que llegaron de la época. Los periódicos de hace 100 años o un poco más eran además un lugar de absoluta precariedad. Ser periodista estaba entonces absolutamente mal pagado (no es que ahora los periodistas nademos en el dólar como un personaje de dibujos animados, pero entonces era mucho más brutal).

Entre las cosas que se pueden descubrir leyendo los testimonios de la época y los libros que se han escrito sobre la materia, se pueden encontrar historias claras de cómo era de precario ser periodista. Todos ellos intentaban tener algún tipo de enchufe para conseguir algún puesto remunerado en otra parte (puesto que no necesariamente iban a cumplir). Un redactor de un diario, por ejemplo, estaba dado de alta en la inclusa como ama de cría, trabajo que obviamente no podía cumplir.

Y si te pagan poco tienes una vida precaria… y si sabes que vas a tener una vida tan precaria la profesión atrae, por así decirlo, a cierto tipo de perfiles. Los periodistas eran vistos como un primer paso para ser otra cosa (posiblemente, la primera etapa de una carrera política) o eran simplemente miembros de la bohemia. Estos bohemios escritores eran, igualmente, quienes estaban marcando la entrada del periodismo moderno en España, los que estaban firmando sus crónicas y, sobre todo, los que estaban haciendo que su firma valiese algo. No era lo mismo una crónica de un autor que de otro.

Todos esos nombres, o la mayoría de ellos, forman ahora parte del escuadrón de autores completamente olvidados que ya no leemos, esos que nos preguntamos quiénes fueron cuando salen las listas de escritores que entran en dominio público cuando empieza el año y que publica la Biblioteca Nacional de España, ya que ninguno nos suena de nada.

cronistas bohemisPara descubrirlos se puede abrir los viejos periódicos en los que publicaban o, ahora, adentrarse en una antología que recoge parte de la obra de algunos de los autores más significativos de esa bohemia periodística, estos autores modernos que empezaron a escribir de un modo diferente.

Cronistas Bohemios. La rebeldía de la Gente Nueva en 1900 acaba de salir en Taurus y no hay que cometer el error de pensar que este es un libro para periodistas. No lo es solo. Es un libro que permite conocer a unos interesantes nombres desconocidos, adentrarse en la historia (y muchas de esas crónicas son de esos textos de vida cotidiana que merecen ser tan recuperados) y, sobre todo, comprender cómo el paso del XIX al XX fue también un momento de paso a la modernidad. La antología ha sido realizada por Miguel Ángel del Amo, que no solo ha seleccionado los textos sino que ha dado un marco común a todos ellos, primero con una introducción sobre el mundo de periodismo en la época y luego con una biografía mínima (pero siempre muy interesante: tras leerlas es imposible no querer saber más) de los autores protagonistas.

Así, ahí está Pedro Barrantes, hombre de paja profesional, una figura muy popular, como nos cuentan en los textos, en la prensa de la época. Le pagaban por hacerse responsable de lo que se publicaba, lo que acabó llevándolo a la cárcel varias veces (también aceptó ser el padre oficial de un niño cuyos dos posibles padres biológicos no se ponían de acuerdo sobre quién tenía la responsabilidad). O ahí está Luis Bonafoux, el periodista más importante del período y el primer corresponsal en París de la prensa de Madrid. Por ser, fue el primer cronista que habló del affaire Dreyfus en la prensa española. Sus crónicas provocaban escándalos y hasta duelos con pistolas, recoge el texto de su introducción biográfica.

Estos periodistas bohemios vivieron rápido, malviviendo en pensiones mala muerte y perdiendo lo poco que tenían en las casas de juegos, enfrentándose a lo establecido (y entre ellos) e introduciendo en sus textos la modernidad, como puede ser la sátira. Como apunta Del Amo en su introducción, “fueron periodistas dignos de estudio porque ejercieron la profesión con las fórmulas exigibles hoy en día al mejor periodismo”. Hacían investigación, buscaban la verdad, intentaban ser independientes y vigilaban cómo escribían. Eso hace que, aunque al lector actual algunas de sus crónicas les resulten más pesadas que otras, en general se pueda leer lo que escribieron sin mucho problema. De hecho, algunos de sus textos podrían haber sido escritos por un periodista de hoy en día, lo que resulta todavía más impresionante.

Ya sea entrevistando a Galdós, narrando un viaje de prensa a Lisboa (ya las empresas tenían esos trucos entonces para aparecer en los medios…) o contando lo pesada que puede ser la gente (¡que ya entonces se pensaba que los periodistas trabajan gratis!) que pide al corresponsal que le haga de enlace en la ciudad en la que está, las historias que cuentan merecen ser recuperadas.