Si no está en la Espasa, es que no existe. La frase podría parecer el mejor eslogan de la mejor campaña de marketing, pero en realidad la editorial que la protagonizaba no tuvo que hacer ningún esfuerzo por consolidarla. Ni siquiera por crearla. Al otro lado del teléfono, Juan Ignacio Alonso nos confirma que la frase no apareció en la publicidad. “Era algo que se decía”, apunta. “Había el convencimiento de que todo estaba dentro de la Espasa”, señala.
Alonso formó parte del equipo que trabajaba en la Espasa en sus últimas décadas, empezando como redactor y llegando a ser director del Nuevo Espasa. También es el responsable del prólogo, de las notas y de la selección de entradas que forman Pregúntale a la Espasa, un fascinante –y amplio– tomo que la editorial Espasa acaba de publicar y que funciona como selección de textos de lo que fue la primera edición de la enciclopedia, un siglo atrás.
La selección, como nos explica Alonso, se hizo partiendo de una preselección de temas y aplicando ciertos criterios y cribas, para encontrar aquellas entradas que “tuviesen que ver con las formas de vida” y que fuesen un reflejo “del mundo tal y como se concibió en una enciclopedia que se publicó en el primer tercio del siglo XX”. Por ello, en su selección de textos no hay biografías, pero sí términos tan curiosos y que permiten comprender tanto sobre los modos y las formas de su época como manicomio, robo, suicidio, telepatía, homeopatía (sí, nada es tan nuevo como parece), castidad, toros o cadáveres. Es la versión reducida de los 72 volúmenes que tuvo la enciclopedia original y de miles y más miles de páginas.
Pregúntale a la Espasa es también una manera de recuperar, aunque sea de forma indirecta, la historia de una enciclopedia que fue un hito de la industria editorial. Gracias al prólogo de Alonso y a la conversación telefónica que mantuvimos con él, las capas de la historia de la enciclopedia Espasa y sus orígenes se van abriendo. Juan Ignacio Alonso es quien apunta hacia un libro clave, el escrito por Philippe Castellano sobre la historia de la enciclopedia. Castellano pudo consultar los archivos de la editorial y textos ahora desaparecidos, lo que le sirvió para trazar en Enciclopedia Espasa: Historia de una aventura editorial la trayectoria de la enciclopedia.
El libro fue publicado en 2000 por la propia editorial Espasa y ahora es uno de esos libros muy difíciles de encontrar (a 165 euros más gastos de envío se cotiza ahora mismo un ejemplar en Iberlibro). Por suerte, las bibliotecas siempre permiten recuperar lo que las librerías ya no pueden ofrecer. En la Juan Compañel, la biblioteca pública de Vigo, es uno de los libros de consulta. No se puede llevar a casa, pero se puede encontrar justo al lado de los tomos de la última edición de la Espasa, lo que tiene cierto toque de justicia poética. Hay que escalar una de esas escaleras de bibliotecas (que dan un poco de vértigo, no lo niego) para sacarlo de las estanterías.
Merece la pena: Castellano se adentra en una historia fascinante, que es no solo la de la creación de una enciclopedia sino también una llave para comprender mucho mejor cómo funcionaba el mundo editorial de principios del siglo XX en España y para darse cuenta de que – a nivel popular – sabemos muy poco sobre la historia del libro.
El nacimiento de la Enciclopedia Espasa
La enciclopedia Espasa es el momento cumbre del trabajo de la editorial Espasa y el broche de oro para la carrera de José Espasa.
José Espasa es una especie de ‘self-made man’, uno de esos tipos de personajes que estamos acostumbradas a ver en las películas y en las novelas estadounidenses pero que también existían (y mucho en la industria del libro) en España. Había nacido en un pueblo muy pequeño, de sesenta habitantes, y se fue a Barcelona en su primera juventud a buscar trabajo. Quería trabajar en la construcción y allí llega con su hermano, imaginamos que sin nada. José Espasa era, de hecho, analfabeto y no aprendió a leer y escribir hasta que no llegó a la capital catalana.
Su hermano, Pablo, decidió centrarse en el mercado del libro, porque era una industria en expansión, como explica Castellano en su libro. José Espasa se le uniría en 1860, cuando juntos fundan la editorial Espasa (al final los dos hermanos acabarían separando sus caminos). A principios del siglo XX, sus tres hijos heredan tras su muerte la editorial, pero José Espasa había blindado su existencia y la de la enciclopedia. Sus herederos no podían separar la enciclopedia y su publicación.
“Es imposible saber lo que movió a la Espasa del siglo pasado a poner en marcha un proyecto de esta magnitud”, reconoce Juan Ignacio Alonso mientras hablábamos de por qué la editorial se habría metido en semejante berenjenal (publicar una enciclopedia no es barato y requiere muchísimo trabajo editorial), aunque tiene claro que tenían que ver que en esto habría rentabilidad. La Enciclopedia Espasa no fue la primera que se publicó en España (la primera es de 1782 a 1794), aunque quizás sí sea la más popular para los lectores actuales y del siglo XX (y posiblemente la que llegó a las grandes masas). Castellano apunta que en Barcelona, donde la Editorial Espasa tenía su sede, a principios del siglo XX se estaban publicando también otras enciclopedias o diccionarios enciclopédicos con voluntad de llegar a las masas de consumo. Salvat tenía, de hecho, la suya.
Publicar una enciclopedia de estas dimensiones requería, eso sí, poner en marcha una estrategia de ventas que hiciese que su comercialización fuese sostenible. “Al principio se publicaban fascículos”, explica Alonso al otro lado del teléfono, recordando que era el método tradicional de venta de libros en España. Castellano apunta también en su libro que, hasta que Espasa no se fusionó con Calpe en los años 20 (algo que estaría muy marcado por la enciclopedia, sus costes y sus obligaciones), la venta se hacía por suscripción.

Ejemplos de anuncios de la enciclopedia
La entrada de Calpe supondrá la creación de una red de puntos de venta y también la inversión en una estrategia de marketing y publicidad. Por poder comprar, se podían comprar en esos años no solo la enciclopedia sino también el mueble para ponerla. La Casa del Libro, la primera gran librería moderna de España y propiedad de Calpe, tenía un espacio para exhibir la enciclopedia y sus ‘bibliotecas’. Los cambios en los modos de distribución que impulsó Calpe al entrar en la editorial hizo también, apunta Castellano, que la enciclopedia llegase a las clases más humildes.
La Enciclopedia Espasa fue, durante todas esas primeras décadas del siglo XX en la que se estaba vendiendo al tiempo que se iba completando (no se cerraría hasta los años 30), un gran éxito de ventas. “Tuvo una función social”, recuerda Juan Ignacio Alonso, hablando sobre la historia de la enciclopedia a lo largo ya no solo de esos años sino de todo el siglo XX, recordando su presencia constante en los despachos y en las oficinas.
En los años de su primera edición, sus tiradas no bajaron de los 15.000 ejemplares y se mantuvieron alcistas. Castellano da datos de 15.000 ejemplares para 1908 a 1920, 17.000 de 1921 a 22, 20.000 en 1920, 22.000 entre 1924 y 25 y 20.000 a partir de 1925. Es importante tener en cuenta que todo esto ocurría en los años de la I Guerra Mundial, la crisis de los precios de papel (un problema muy importante que la industria editorial española afrontó entre finales de la década de los 10 y principios de los 20) y la crisis económica de finales de los años 20.
Y, por supuesto, la enciclopedia no era barata, aunque se podía pagar poco a poco o por sistemas de suscripción.
Cómo se escribe una enciclopedia
Un elemento clave diferenciaba a la Enciclopedia Espasa de la competencia. Tenía muchas ilustraciones y daba mucha importancia a las mismas, tanto que tenía un director de arte e ilustradores en plantilla y tanto que las compraba (¡al peso!) a las grandes editoriales especializadas alemanas. A las editoriales alemanas también les compraba textos, lo que era una práctica muy habitual en la industria editorial del momento. La enciclopedia Brockhaus era adaptada y traducida por editoriales de toda Europa. Como explica Castellano, Alemania se consideraba “la avanzada del pensamiento científico” y por tanto era de referencia. Juan Ignacio Alonso señala que lo lógico era buscar una fuente de referencia y traducir, para poder mantener el ritmo de publicación.
Aun así, los textos traducidos eran solo una parte de lo que incluía la enciclopedia, que también contaba con textos propios (muchos) que creaban una red de colaboradores y una red de trabajadores propios. Entre los colaboradores había muchos religiosos (eran el 22,75% de los redactores de la enciclopedia) y muy pocas mujeres. Castellano solo localiza cuatro, aunque no nos da mucha información sobre ellas y solo menciona a Blanca de los Ríos. Juan Ignacio Alonso señala que estos datos le parecen acordes al tiempo que se escribía la enciclopedia. “La mujer por lo general no trabajaba”, apunta. “El trabajo de la mujer era muy escaso”, indica de forma general. Castellano asegura también en su libro que la poca representación femenina en la plantilla de la enciclopedia era algo muy “fiel” a la situación de la mujer en la España del momento.
Sin embargo, posiblemente el tema diese para un análisis mucho más en profundidad que se escapa a nuestras capacidades en este momento, porque las mujeres estaban en ese momento entrando en la industria editorial de forma bastante importante (como periodistas o como escritoras). En la editorial Espasa trabajaban mujeres, de hecho, en diferentes puestos. Las fotos del libro de Castellano así lo demuestran. Estaban en la zona de impresión y en la zona de atención al público.
Que no pudiesen escribir no parece eso sí tan llamativo si se tiene en cuenta que, como cuenta Castellano, José Espasa era un hombre muy católico (que en el ecosistema de la España de la Restauración invita a pensar que también conservador) y que la propia enciclopedia oscilaba en ciertos puntos ideológicos. Castellano apunta que no aparecen términos como anticlericalismo o casa del pueblo, que camarada solo tiene una acepción y que sobre el anarquismo solo escriben de forma negativa.
Además de los colaboradores, que trabajaban desde sus casas y colaboraban con voces concretas, la enciclopedia tenía su propio cuerpo de redactores en plantilla. Trabajaban desde la propia editorial y se les conocía como los “muertos de hambre”. “Eran gente con títulos, pero imagino que no les pagarían mucho”, apunta Juan Ignacio Alonso.
Los redactores trabajaban, como deja claro la imagen que los captura en su lugar de trabajo, en una zona llena de libros, revistas y periódicos. Usaban como fuentes de información todos esos textos. Ocupaban el último piso de la sede de la editorial y tenían que producir cada día dos páginas de enciclopedia. Ganaban 30 pesetas a la semana por ese trabajo, lo que estaba por debajo de las cifras de salarios de la industria. Castellano cita el libro Estadística de salarios y jornadas de trabajo, publicado en 1931, y que señala que los salarios medios en la industria del libro en Barcelona eran de 65,79 pesetas semanales en 1920, 69,12 en 1925 y 67,20 en 1930.
Fotografías | Diferentes vistas de la redacción de la Enciclopedia Espasa en los años 20 y carteles promocionales, vía Enciclopedia Espasa: Historia de una aventura editorial