Cuando llegó a Gernika y se encontró con los efectos que los bombardeos habían tenido sobre la localidad y sobre su población, el periodista Noel Monks empezó a ayudar a los equipos de rescate. Es bastante probable que esta no sea la primera historia que se cuente cuando se escriba sobre Monks y su trabajo en la cobertura informativa de la Guerra Civil española. De hecho, en el texto en el que la encontré estaba en medio de un párrafo más sobre la historia. Era simplemente una anécdota, un hecho más. Sin embargo, Margarita Herrero y Dolores de Pedroso, las dos periodistas españolas que estaban presentes en la guerra de Etiopía, suelen aparecer en las pocas historias en las que se menciona su nombre acompañadas de una anécdota similar.

“Su consideración como verdaderas profesionales de información no tardó en ser puesta en cuestión, ya que, a raíz de los primeros ataques con gas contra la población civil por parte del bando italiano, ambas periodistas dejaron momentáneamente sus ocupaciones profesionales y se fueron al hospital a ayudar en la atención de las víctimas del conflicto como enfermeras, ocupación que para la sociedad de entonces parecía más propia que la verdadera profesión”, se lee en un entrecomillado ligeramente más largo que Ana del Paso hace en Reporteras españolas, testigos de guerra (Debate) de un texto en el que se habla sobre estas dos reporteras.

Esta autora no cuenta mucho más de ellas que lo que aporta el texto que referencia. En general, del papel de Margarita Herrero y Dolores de Pedroso en la guerra de Etiopía como profesionales (más allá de encontrar el nombre de las dos mal escrito en unas cuantas fuentes) parece imposible encontrar mucha más información. Y sin embargo allí estaban, en 1935, Pedroso y Herrera cubriendo la guerra que todos los periodistas con ambiciones querían cubrir en aquel momento. Preguntarse quiénes eran y qué hacían allí parece, por tanto, inevitable. Encontrar fuentes para seguir su historia no es sin embargo fácil.

Para intentar averiguar más sobre estas dos corresponsales de guerra, hemos realizado búsquedas por palabras clave en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España, la hemeroteca histórica de ABC (que está online y en acceso libre a los internautas), la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica y la Gallica de la Bibliotèque nationale de France. La biografía de George Steer de Nicholas Rankin ha sido otra de las fuentes empleadas.

Etiopía era, en 1935, uno de los focos principales de atención de los medios de todo el mundo. La escalada de tensión entre el país e Italia, de quien Eritrea era colonia, precocinaba un pico de noticias guerra mediante, por lo que los diferentes grandes medios de comunicación enviaron a sus corresponsales y enviados especiales a la zona. Adís Abeba, la capital etíope, estaba llena de prensa extranjera que esperaba que llegasen las noticias.

En el verano del 35, sin embargo, no pasaba nada, más que la tensa espera previa a la guerra, y los periodistas que estaban en la zona no tenían por tanto mucho que contar (aunque si se echa un vistazo a los medios de esos meses se ve que Etiopía o Abisinia, el nombre de la época, era noticia recurrente en primera página). La calma y la falta de noticias no hacían que la avalancha de periodistas se frenase. Los precios de los telegramas en la capital, como apunta en Telegram from Guernica, la biografía sobre George Steer, Nicholas Rankin, se dispararon. Una palabra costaba cantidades alucinantes y una frase podía cotizarse a unos 90 dólares actuales.  Unos 130 periodistas esperaban aburridos en Adís Abeba, desesperados por encontrar noticias y compitiendo entre ellos con tanta tensión que a veces acababan a puñetazos y a disparos.

Fue a esa ciudad llena de periodistas desesperados por la gran exclusiva del siglo a donde llegaron Margarita Herrero (o de Herrero) y Dolores de Pedroso (o Pedroso) (Las dos maneras de presentar sus nombres se emplean en los medios de la época). Steer señala que llegaron a la ciudad el 2 de octubre. Le Courrier d’Éthiopie, un semanario publicado en francés en la ciudad, da cuenta de la llegada de las dos periodistas en su número del 11 de octubre y permite sumar más detalles. «Mlle de Pedroso» y «Mlle Herrero» llegaron «por mar» en el Sphinx, con varias otras personas (entre ellos tres niños) a “la costa francesa de los Somalís”. Su barco las dejó allí el 30 de septiembre, desde donde cogieron el 1 de octubre el tren.

Dolores de Pedroso

Pero ¿quiénes eran estas dos mujeres? Dolores de Pedroso era la hija de un diplomático español y de una princesa rumana. Había nacido en 1907, o esa es la fecha que suele aparecer online, aunque el anuncio de compromiso de sus padres en la prensa de la época se anuncia en junio de ese año (así que asumimos que era un poco más joven) y que la fecha de la boda estaba fijada para septiembre en Dieppe.

Cuando era pequeña, Paul Émile Chabas la pintó en la playa de Biarritz, vestida de blanco y con un sombrero con lazada. El cuadro, titulado Dolores de Pedroso y Sturdza en la playa de Biarritz y fechado hacia 1912, forma parte ahora de la colección del Museo del Prado. Además de tener una madre princesa, su padre también contaba con un título nobiliario (ella misma lo tendría años más tarde).

Posiblemente formaba parte de la alta sociedad y llevaba una vida aristocrática de esa que en la Restauración se podía seguir en las notas de sociedad de los medios. Posiblemente era también una chica moderna. No es fácil saberlo porque no es fácil encontrar su rastro en los medios de la época y en la cobertura informativa de sociedad, pero es la conclusión más sencilla de alcanzar viendo sus intermitentes apariciones en medios.

En abril de 1927, una Lolita de Pedroso forma parte de la lista de invitados de un almuerzo en el club de Puerta del Hierro en honor al rey Gustavo V de Suecia. En junio de 1928 se convirtió en enfermera, ya que fue una de las damas aristócratas a las que la reina Victoria Eugenia impuso brazalete «a las damas enfermeras de segunda clase aprobadas en el presente curso» (entre las que también estaba la propia hija de la reina, la infanta Beatriz), y que se convertirá en brazalete de “dama enfermera” un año más tarde.

Y en marzo de 1934, la siguiente nota de prensa en la que aparece ‘Lolita de Pedroso’ la muestra en una fiesta en el Círculo Interaliado de París de «ambiente español» en la que «interpretó con suma destreza y elevado arte algunas danzas españolas». «La personalidad de la aristocrática artista se conocía ya en la élite parisina, por actuaciones excepcionales, todas ellas de carácter benéfico», sigue la crónica en el conservador La Nación.

Entre medias, y en las páginas de sucesos, se puede encontrar otra noticia. En 1928, una Dolores Pedroso conducía un coche de matrícula francesa 993 Z 86 por la calle de Hortaleza y atropelló a Concepción Eliges, de 38 años y vecina de la calle Santa Teresa, 14, que sufrió lesiones de pronóstico reservado.   No es difícil imaginar que estamos hablando de la misma Dolores Pedroso.

Su hermana, Margarita, es ahora una suerte de nota al pie de página cuando se habla de Juan Ramón Jiménez porque el escritor estuvo enamorado de ella («amor platónico», publicaba hace años ABC). «Yo tenía entonces diecinueve años y Juan Ramón unos cuarenta y nueve», le explicaba en los 80 la propia Margarita de Pedroso a la periodista. Pedroso había empezado a escribir y Jiménez leyó su primer escrito. Luego tomaban el té por las tardes, hablaban y veían la puesta de sol. «Entre Juan Ramón y yo se estableció una gran amistar que para él fue amor platónico, del que yo era bastante inconsciente», decía. Margarita de Pedroso, estudiante entonces de filosofía, escribió también artículos y poesía.

Margarita Herrero, periodista francesa

Cómo Pedroso se convirtió en corresponsal de guerra no lo sabemos, aunque en 1935 estaba cogiendo un tren rumbo a Adís Abeba con Margarita Herrero. En los textos en los que se menciona a Pedroso tampoco se suele decir en qué medio escribía, aunque las búsquedas nos han permitido localizar una crónica el 3 de octubre en El Día de Palencia. El periódico palentino republicaba un texto de ABC, que es donde se pueden encontrar otras crónicas que escribió Pedroso desde la guerra. La crónica del diario palentino está escrita desde el viaje y da un par de datos relacionados con la potencial posible inminente guerra, para luego llenar espacio con datos sobre el canal de Suez que el Sphinx tuvo que atravesar para dejarlas en Yibuti.

De su compañera de viaje es más fácil encontrar más información por el giro vital que protagonizará en los últimos días de la guerra, aunque, eso sí, Margarita Herrero no aparece en las notas de sociedad de los medios españoles. Margarita (o Marguerite) Herrero era la enviada especial del periódico francés Le Journal a la guerra. Le Journal tuvo al menos a otra mujer periodista en el conflicto. Entre los nombres que firman crónicas de la contienda está también el de Marie-Edith de Bonneuil. Por cómo aparecen sus nombres en el índice de contenidos del archivo del periódico en los Archives Nationales franceses se puede concluir que Bonneuil era parte de la plantilla y Herrero una colaboradora (el contenido del archivo no está digitalizado abierto al público, así que no sabemos qué guardan sus fondos en el expediente como trabajadora de la periodista).

Herrero era “independiente, inteligente, emprendedora y valiente”, según escribe Rankin, el biógrafo de Speer. Su padre era español y su madre era inglesa, aunque ella había nacido en Francia. Según una de las notas que le dedicaría el periódico para el que trabajaba, Herrero era «deportista: aviadora, automovilista, amazona apasionada«. Era mayor que Dolores de Pedroso, ya que cuando llegó a Etiopía tenía 36 años (lo que pone su fecha de nacimiento en 1899). Ambas eran sin embargo, según se apunta en los textos, sofisticadas, lo que hizo que llamasen la atención de los periodistas desplazados allí (o eso cuentan). ¿Se instalaron las dos periodistas en el hotel Imperial donde estaban todos los periodistas? ¿O buscaron rápidamente su propio piso? Meses después ambas estarán viviendo en su propio apartamento. En octubre de 1935, por una breve referencia en una crónica de Dolores de Pedroso, podemos saber que viven con “todo confort” en una ciudad por la que circulan “las noticias más disparatadas”.

Como los demás periodistas desplazados en Etiopía, Herrero y de Pedroso empezaron también la larga espera de que pasase algo.

Corresponsales de guerra

Fue en esos primeros días en los que conocieron a George Steer. Steer era el periodista que el diario The Times había enviado a Etiopía y ya se había apuntado un tanto al entrevistar al emperador Haile Selassie en los días previos. Steer había llegado a África con un sueldo importante (60 libras al mes, unas 2.100 libras esterlinas de hoy en día, más gastos de viaje) y el encargo de estar generando contenidos todo el tiempo. Tenía que enviar artículos especiales y cablegramas de forma constante a lo largo de la semana. Los primeros debían andar sobre las 1.600 palabras y los segundos entre 400 y 500. Steer tenía 25 años, era un periodista emergente (luego lograría consagrarse con su crónica sobre el bombardeo de Gernika) y era ambicioso. Su biógrafo dice que además era bajito y tenía un bigote pelirrojo.

En uno de esos viajes en busca de noticias con los que cumplir con sus obligaciones, Steer viajó hacia el sur del país. La guerra entre Etiopía e Italia ya había estallado (estamos a finales del 35) y el periodista – y un colega – creían que el sur del país sería noticiosamente más interesante que el norte. Ambos se fueron en tren hacia el sur, con otro corresponsal y con “dos damas que representaban a periódicos españoles”.

Las “damas” eran Pedroso y Herrero, que también se fueron a cubrir así los frentes del sur. Cuando los periodistas llegaron no solo se encontraron con los frentes de batalla, sino también con que los italianos estaban atacando con gas (que iba en contra de la normativa internacional, pero que los ejércitos coloniales usaban en igual en África). Los efectos del gas eran devastadores y ahí fue cuando las dos periodistas decidieron trabajar en un hospital de campaña. El biógrafo de Steer cree que fue entonces cuando Margarita Herrero y el periodista británico empezaron un romance.

Y esa es además la razón por la que a Margarita Herrero se le puede seguir la pista: es una mención recurrente cuando se habla de Steer porque ambos – a pesar de la diferencia de edad entre ellos que siempre se menciona cuando se habla de esta historia – se acabarían casando en Adís Abeba, en medio de los momentos de caos y pánico de la caída de la ciudad en manos de las tropas italianas.

Pero volvamos a la línea del tiempo principal, al invierno de 1935. Antes y después del viaje al sur de Etiopía, las dos enviadas especiales estaban siguiendo los hechos.

Buscar la firma de Herrero en los ejemplares de Le Journal no da mucho resultado. Firmadas con su nombre solo aparecen una crónica escrita desde Yibuti cuando ya había abandonado Etiopía (y publicada en dos números). Aun así, Margarita Herreo tenía que escribir en el periódico durante todos estos meses en los que estuvo en Adís Abeba. Es lo que se puede concluir leyendo el breve que Le Journal dedicaría a su boda en mayo y en el que se lee que «de la que se ha leído en Le Journal los envíos vivos y coloristas sobre la vida en Adís Abeba durante el avance italiano». Los breves sobre lo que ocurre en Etiopía no siempre aparecen firmados, así que ¿tendrán detrás a Margarita Herrero?

Algo similar ocurre con Dolores de Pedroso. Según un artículo publicado por un cronista de sociedad en el ABC de octubre de 1935, no temía lo nuevo. «Lolita de Pedroso no ha tenido miedo de un paisaje que nunca había imaginado, ni de un cielo que no habían reflejado sus ojos. Extranjera en tierras hostiles, mujer en un clima de guerra, camino de la aventura por amor de la aventura misma».

En ABC se pueden localizar dos crónicas de Dolores de Pedroso firmadas con su nombre. Una, la del 24 de octubre, es una crónica de lo que está ocurriendo en la ciudad y también del trabajo de la prensa. «Margarita Herrero, que ha venido conmigo a Etiopía, me sigue y nos precipitamos hacia el palacio; el corazón late como si fueran martillazos, pues la gran altitud no permite que se hagan carreras», escribe. Otra, la del día 2, es la misma que aparece en El Día de Palencia sobre el viaje. En La Época se referencia un artículo suyo el 24 de octubre, en el que quien escribe la selección se burla de sus contenidos (Pedroso critica la poca sensibilidad de los europeos con las costumbres etíopes).

El trabajo de ambas se queda por tanto en una especie de vacío y silencio, o quizás ambas simplemente publicaban sin firmar (lo que no era nada raro en ese momento en los medios y estaría por tanto dentro de las prácticas periodísticas del momento). Sabemos, aunque no podamos seguirlo por las crónicas en prensa, que ambas estaban en Adís Abeba y que allí seguirán hasta el final de la guerra. El jueves en el que Haile Selassie dejaba Adís Abeba ante la inminente llegada de las tropas italianas para partir al exilio, el biógrafo de George Speer pone a Herrero, Speer, Pedroso y Don Lee (de la embajada británica) en el mismo lugar. Pasaron la tarde juntos, nos cuenta, hablando de bodas. Y es que Speer y Herrero se habían enamorado durante los siete meses que llevaban en Etiopía e iban a casarse el lunes siguiente.

La caída de Adís Abeba y el espacio de vacío de poder entre la salida del emperador y la llegada de las tropas ocupantes hizo, sin embargo, que esos últimos días antes de la boda fuera complicados. Adís Abeba se había convertido en una ciudad en caos, con pillaje, saqueos, disparos y ataques.

Entonces, Margarita Herrero y Dolores de Pedroso vivían en un piso propio. Lo podemos saber porque el biógrafo de Speer cuenta como en el comienzo de estos días el periodista se acercó al piso de “las chicas españolas” y como el sábado, cuando ya había estallado la situación, se acercó en el viejo coche Ford del periodista de Reuters al piso. Mientras él esperaba en la calle con el coche (para proteger cuenta el biógrafo el dinero que había recogido de las oficinas que había instalado su periódico en la ciudad), su intérprete subió a buscar a Herrero y Pedroso. “Las mujeres estaban ocultas en el altillo”, escribe el biógrafo. “Lolita estaba asustada, Margarita calmada pero divertida”. Como acabarían haciendo otras 1.520 personas, las dos periodistas españolas se refugiaron en la embajada británica.

Allí fue donde se casaron el lunes, como ya estaba previsto. El novio vestía unas botas viejas y la ropa caqui que llevaba esos días. La novia una falda larga, un collar de perlas dado vueltas y una blusa de lunares. Su ramo de flores estaba formado con flores ‘pilladas’ en los jardines de la embajada. De sonido de fondo, mientras se casaban, se oían los disparos. Bebieron champán y se fueron ‘de luna de miel’ de paseo por los jardines de la embajada. En medio del coctel que uno de los trabajadores de la embajada había organizado para celebrar su enlace, se produjo un ataque contra la embajada vecina.

La noticia del enlace –  una curiosidad informativa de esas que encantan a los medios – apareció en periódicos tan diversos como los que los novios trabajaban, Le Journal y The Times, como en prensa de todo el mundo. En las hemerotecas online abiertas se puede leer la noticia de la boda en el francés Le Temps, el ABC, La prensa (de Tenerife), el Diario de Burgos o en The New York Times.

No duraron mucho más tiempo en Etiopía tras la boda. El país había caído en manos de las tropas italianas y estas emitieron una orden de expulsión contra Speer. Los recién casados se fueron del país en tren, llevándose consigo las pocas posesiones que habían sobrevivido a los últimos días de Adís Abeba (según el biógrafo, cabían en una caja y en una bolsa). Desde Yibuti, Margarita Herrero envió al menos una crónica a Le Journal sobre los últimos días en Adís Abeba (la mencionada anteriormente). Esa crónica, publicada en portada, viene firmada y recuerda la historia novelesca del matrimonio. Ahí se separarán, además, los caminos en esta historia de Dolores de Pedroso y de Margarita Herrero. Las últimas fuentes que las sitúan juntas son los testimonios sobre la embajada (y posiblemente Pedroso sea la mujer que se ve en las fotos de la boda con los novios).

Después de la guerra

Tras la guerra de Etiopía, Margarita Herrero se instaló en Londres. Speer cubriría desde el principio la Guerra Civil española y su biógrafo, Nicholas Rankin, especula que lo más probable es que Margarita Herrero lo acompañase en sus primeras visitas al país. A finales de 1936, Margarita Herrero estaba embarazada. En enero, Herrero se encontraba enferma. Moriría a finales de ese mes en una clínica londinense por, según su partida de defunción, toxemia de embarazo, gripe y muerte fetal. Steer la enterraría en Biarritz a principios de abril.

“Su amor por la aventura la llevó a Abisinia justo antes de que empezase la guerra allí”, escribían en el obituario que le dedicaron en The Times. “Permaneció en Adís Abeba durante los peligrosos tiempos que siguieron y probó ser ella misma una periodista de destacada habilidad y una mujer valiente y sin miedo”. Le Journal, el periódico para el que escribía, publicó un breve el 1 de febrero referenciando a los periódicos británicos.

Una esquela en ABC permite fechar la muerte de Dolores de Pedroso en el 2 de marzo de 1986 en Madrid. Por la información de las esquelas, podemos saber que no tuvo hijos y que no se ha casado. También sabemos que tenía el lazo de Dama de la Orden de Isabel la Católica y era vicepresidenta del Comité Ejecutivo de Manos Unidas – Campaña contra el Hambre en el Mundo. Había heredado el título nobiliario de su padre y ella misma pidió que rehabilitasen en su persona el de Conde de Madán (como se puede ver en el BOE). Y, posiblemente, después de Etiopía siguió escribiendo. En 1945, ABC publica crónicas desde Lisboa que incluyen la datación “de nuestro redactor corresponsal” y están firmadas por Dolores Pedroso. Y, además, fue investigadora y difusora de las danzas tradicionales en España.

Y, por supuesto, todos estos datos solo hacen preguntarse mucho más quiénes eran estas mujeres, qué las llevó a Etiopía y qué escribieron mientras estaban allí y después.

Imágenes:

1. Le Journal, 1936, tras la boda. La mujer más baja es Margarita Herrero y el hombre en medio es George Steer. ¿Es la otra mujer Dolores de Pedroso?

2. Detalle del cuadro de Dolores de Pedroso de niña, Museo del Prado

3. Fotografía de boda de Margarita Herrero y George Steer, fuente