LeoniedaunetLas relaciones amorosas en la Francia del siglo XIX (bueno… en todas partes en el siglo XIX) seguían códigos de lo más estricto. Había muchas cosas que no se podían hacer y muy pocas que se podían hacer. Entre lo que se podía hacer era pasear con un enamorado en serio como cortejo que conduce al matrimonio, se podía charlar con un hombre bien acompañada por una carabina y se podían compartir unos cuantos bailes (pero no muchos, más de dos ya aseguraba escándalo). Con suerte los padres habían cerrado el compromiso antes y ya no había que pasar por todo ese tormento de cosas que se pueden y no se pueden hacer.

Por supuesto, la lista de cosas que estaban prohibidísimas era muy larga y una de ellas era la de mantener una relación sentimental al margen de los planes de matrimonio. ¿Quiere decir esto que los amantes no existiesen? Ni mucho menos (¿cuántas novelas se habrían quedado sin argumento entonces?), solo que serlo era más arriesgado que un corazón partido o un embarazo no deseado (y teniendo en cuenta las medidas anticonceptivas de la época, era una posibilidad bastante probable). O bueno, que la sífilis.

En Francia, el divorcio estaba prohibido, a menos que la mujer fuese una adúltera. Que el hombre fuese infiel a la mujer no servía como argumento para una separación legal, pero que la mujer lo fuese sí que valía. Aunque que se descubriera la infidelidad no solo permitía el divorcio, también tenía consecuencias mucho más terribles para la pobre mujer atrapada. Puesto que el adulterio estaba penado por la ley, ser pillada con un amante llevaba directamente a la cárcel. Y ahí es donde entra el por qué nadie debería querer haber sido una de las amantes de Victor Hugo, porque en una situación así se puede decir que él no fue muy caballeroso.

CharlesHugoHugo se casó con Adèle Foucher, una amiga de infancia, cuando era muy joven y tuvieron unos cuantos hijos (entre ellos Léopoldine y Adèle, que tuvieron una existencia un tanto trágica). El matrimonio (que según se dice empujó al hermano de Hugo a la locura porque estaba enamorado también de Adèle…) no fue recibido con emoción por los padres de los novios y acabaría distanciándose tras ocho años de matrimonio. Victor Hugo abandonaba a Adèle por su trabajo, así que ella inició una relación amorosa con uno de sus amigos. Pero Hugo tampoco le era fiel a ella y tuvo diversas amantes.

La más conocida fue Juliette Drout, una actriz con la que mantuvo una larga relación sentimental y con la que llega a convivir (ella arriesgó su vida ayudándolo a partir al exilio), pero no fue la única. Entre las demás está Léonie d’Aunet, también conocida como Léonie Biard, que es la protagonista del episodio que señala que como enamorado Hugo no era lo mejor y que es posiblemente quien sacó peor beneficio de ser la amante de Victor Hugo.

La policía descubrió a Hugo y a Léonie en un hotel en el passage Saint-Roch, una calle de París, en 1845. Léonie también estaba casada (con un pintor) por lo que era doblemente adúltera. Cuando la policía irrumpió en la habitación (y los pilló en flagrante delito), Hugo consiguió salir del lío. Hizo valer su condición de noble y de miembro de una familia bien y huyó. Léonie se quedó atrás y fue arrestada por la policía. Puede que el escritor se viese salpicado por el escándalo, pero Léonie se llevó la peor parte.

Primero fue conducida a la cárcel de Saint Lazare, donde pasó varios meses encerrada (y era una de esas cárceles con una tremenda fama), y luego fue enviada a un convento, donde estuvo encerrada durante otros 10 meses. Durante todo ese tiempo la única persona que se preocupó por su existencia fue, curiosamente, la mujer de Victor Hugo, Adèle.