No es muy difícil encontrar, cuando se siguen a escritores en inglés en redes sociales, a alguno que mencione en algún momento el que se ha bautizado como el problema Tiffany, una manera de etiquetar una de las realidades a las que se enfrentan de forma recurrente los autores de historias que por una razón o por otra dependen de la realidad histórica. Ya sean autores de novela histórica o autores de otros géneros que tienen toques históricos, en algún momento se van a encontrar con esta cuestión.

Básicamente, el problema Tiffany es ese momento en el que la historia es menos creíble que la ficción. El término viene del nombre Tiffany, que es – en realidad – un nombre medieval. Sin embargo, los lectores no lo asocian a la Edad Media, sino más bien a los 80/90 y si alguien decidiese llamar así a uno de sus personajes en su novela medieval recibiría quejas y más quejas de lectores que lo acusarían de ser anacrónico.

Se considera que la creadora del término es la escritora Jo Walton, que habló del problema en una entrevista hace unos años. No sabemos cómo se popularizó, pero lo cierto es que no es nada complicado que acabe apareciendo en conversaciones literarias en inglés cuando se quiere hablar del modo en el que nos imaginamos el pasado y cómo eso afecta al modo en el que se escribe sobre él.

De hecho, el término está apareciendo muchas veces en el hilo de conversaciones sobre diversidad en la novela histórica, cuando muchos lectores se quejan de lo que consideran anacronismos en la presentación de una población más diversa en novelas que ocurren en lugares como Londres cuando los testimonios históricos sí hablan de esa diversidad. (Para muchos más ejemplos – y pasarse horas leyendo cosas relacionadas – está TV Tropes)