En la lista de pesadillas que me atormentan como lectora/persona que acumula libros y más libros, hay dos protagonistas. Una es que mi vecino del piso de arriba inunde mi casa y destroce mi biblioteca. Otra es que una plaga de algún bicho se coma mis libros. La primera me parecía factible y la segunda una paranoia causada por haberme cruzado en alguna ocasión con la inesperada – y odiada – plaga de cucarachas.

Pero una nota de prensa acaba de romper mi engaño: los insectos son también grandes lectores. Para desgracia de mi lista de preocupaciones. «Los insectos se caracterizan por consumir todo tipo de materiales y bienes humanos, y los libros no iban a ser menos», se lee en el comunicado que  Rentokil Initial ha mandado a mi correo para quitarme el sueño. «Agujeros en las páginas y en las encuadernaciones, grandes áreas roídas y superficies deterioradas, son las principales pruebas del ataque de plagas», siguen.

Pero ¿por qué estos «insectos bibliófagos», como los denominan, ven tan atractivos los libros? Según explican la clave está en composición celulósica de los soportes, además de los adhesivos y otros materiales empleados en su fabricación. Lo que mantiene el libro como tal y permite mi lectura es, para los insectos, un atractivo y delicioso festín.

Y cuantos más libros, más potencial para ellos. Apuntan «cuanta mayor sea la calidad del papel, más apetitoso será para el insecto, al contener una mayor cantidad de celulosa». Una biblioteca bien nutrida es un atractivo restaurante buffet para ellos. Eso sí, según la información de la marca, quienes están más en peligro son bibliotecas y archivos.

Las especies de insectos bibliófagos son básicamente cinco. Según la nota de prensa, son «especies escasas», pero su actividad puede resultar letal para una colección literaria.

Los sospechosos son el pececillo de plata, «un insecto pequeño y plateado en forma de gota con antenas y una larga cola que va comiendo el papel hasta hacer un agujero», o la carcoma, que es el insecto bibliófago más habitual y escaba galerías. Según Rentokil son los más perjudiciales, porque «no desprecian nada y afectan a muchas páginas al mismo tiempo». A ellos se suman clásicos de los desastres como las polillas y las termitas.

También existen los llamados piojos del libro, diferentes especies que tienen hábitos y necesidades muy distintas. Si solo llegan unos pocos, no hacen mucho daño, pero un gran grupo hacen un desastre.

Evitar poner los libros en sitios húmedos y oscuros, limpiar y estar atentos a los síntomas de plagas son clave, apuntan, para evitar ser invadidos por insectos bibliófagos.

Foto | Rentokil