
Echa un vistazo en tus estanterías de libros. Es bastante probable que tengas unos cuantos libros con el logo de Círculo de Lectores en su lomo, incluso si no fuiste socio. Círculo de Lectores formó parte de la vida lectora de los españoles durante décadas. Muchos fuimos socios en algún momento, tuvimos a familiares que lo fueron o nos regalaron en algún momento algún libro comprado en la plataforma.
El cierre de Círculo de Lectores fue un capítulo más de cómo los cambios de hábitos han impactado en cómo compramos libros y cómo nos relacionamos con ellos. Fue también un momento triste en el mundillo literario, porque con la desaparición de Círculo se iba una parte importante de la historia editorial de la España de la segunda mitad del siglo XX. Para muchos lectores, la historia de Círculo estaba vinculada de cierta manera a la entrada en la modernidad o a ciertos cambios sociales.
La larga trayectoria de Círculo de Lectores está muy vinculada a los grandes cambios en consumo de libros en la España que va de los años 60 a los años 90 del siglo XX. Es una historia que recuperar y preservar, por lo que dice de los españoles de entonces como lectores como del universo editorial de su época. Un libro acaba de asentar la primera piedra de ese trabajo: es Círculo de Lectores. Historia y transcendencia de un proyecto cultural, de Raquel Jimeno (Ampersand).
Aunque el libro puede resultar un poco denso para quienes nos acercamos buscando más el ensayo – crónica y no tanto el libro académico (está más cerca de este último género que del del ensayo de divulgación), el ensayo de Jimeno resulta interesante para descubrir cómo nació el club, cómo se hizo tan popular (llegó a superar holgadamente el millón de socios) y cómo se asentó en el mercado español.
Cuenta Jimeno que España no era un país de lectores, o al menos no era un país de lectores que acuden en masa a las librerías buscando sus libros de cabecera. Las librerías no eran sitios muy amigables. Aunque la Casa del Libro había arrancado en los años 20 el concepto de librería moderna (de esas en las que puedes vagar echando un vistazo a los libros), las librerías eran en general lugares en los que los libros se pedían en un mostrador. A eso hay que sumar, un cierto snobismo intelectual sobre qué se vendía en una librería.
Volviendo a lo que cuenta Jimeno en su libro, las librerías no eran sitios apetecibles para quien no sabía qué quería comprar. Es decir, entrar en una librería requería de cierta posición cultural. Eso no quiere decir que es público no cultureta no leyese. Lo hacía, pero con literatura de quiosco. Era fácil de comprar, barata y no había que pasar por el trago de entrar en una librería.
En los años 60, sin embargo, subió el consumo y también se asentó la idea de la cultura como un elemento aspiracional. El libro era uno de los elementos que se conectaban con la escalada a la clase media. Círculo de Lectores permitía acceder a esos libros. Lo hacía de una manera sencilla – era un club de lectores con un catálogo en el que era fácil comprar – pero también haciendo un trabajo de “curator” previo. Si no se sabía qué comprar, no pasaba nada. El club escogía con cada catálogo unos libros que enviaba a quien no había pedido nada diferente.
“Desde que se creó en 1962, [Círculo de Lectores] ha estado orientado a la masa. La idea básica que tenemos es ofrecer a un público no lector todo tipo de obras. Así conseguimos poner al alcance de todos una literatura amena y fácilmente asimilable”, explicaba en los 70 el director literario del club.
Círculo de Lectores traía a España un modelo que ya existía en otros países y que era popular. Los usuarios se hacían miembros de un club y este se encargaba de darles acceso a la compra de libros – escogidos y presentados en un catálogo – a precios competitivos y con una cierta calidad de impresión. Su creación fue, en un primer momento, el trabajo de una joint venture entre una editorial española (Vergara) y una alemana (Bertelsmann). Las altas necesidades de inversión que el club tuvo en sus primeros años hizo que la editorial alemana se quedase sola.
Durante los 60 y los 70, el club intentó crecer y ser muy rentable (llegó hasta a vender muebles por catálogo), pero en los 80 (cuando además leer se puso de moda, como recoge Jimeno partiendo de un análisis de Vila-Sanjuán) definió qué eran y cómo impactaban en la vida cultural. En definitiva, volvieron a centrarse en los libros.
Hans Meike se convirtió en el director editorial del club, mezclando literatura comercial y popular (los últimos best-sellers estaban en Círculo siempre) con la llamada ‘alta literatura’. Círculo lanzó obras completas, antologías y reediciones de libros clásicos y de la historia literaria no siempre tan conocidos. Sumando sus libros ilustrados, se perfila un catálogo completo y diverso. Su catálogo servía a todo tipo de lectores. Con esa línea editorial el club no solo logró asentar su presencia entre los consumidores, sino que además consiguió también una reputación de prestigio en el mundo cultural.
En los 90, Círculo vería un cambio en el mercado. Cambió de manos, vio aparecer el ebook (aunque, todo hay que decirlo, fueron pioneros en ver ese mercado) y acabaría como todos ya sabemos, cerrando sus puertas hace unos años.