Cubierta de El Gran despertar

Las protagonistas de El gran despertar de Julia Armfield no son como las otras chicas.  Pero no es que no sean como las otras chicas al modo en el que lo decían las comedias románticas de los 90 (ese concepto de no ser como las demás que bien quemaríamos en una hoguera), sino que no son exactamente como ninguna otra persona.

Aunque las protagonistas de las historias de Armfield parten de un mundo real y muy reconocible, con problemas de todos los días, ni ellas son como la gente que vive en ese mundo real ni los que les acaba pasando es como lo que pasa ‘de verdad’. Tenemos así, por ejemplo, a la niña que vive con una loba o a la adolescente con un misterioso problema en la piel que su madre intenta paliar con cosméticos que trae una vendedora de Avon (sin mucho éxito).

Las historias que conforman el conjunto de relatos que es El gran despertar (publicado por Sigilo) se mueven en el espacio de lo gótico, de lo fantástico, para presentar a un grupo de protagonistas que no acaban de encajar (y que invitan a hacer una lectura feminista de las obras) en un mundo que es un eco del mundo real.

El libro ha aparecido como una de esas novedades que llegaban a tiempo para el verano, pero en esta redacción casi lo guardamos para el otoño, porque hay algo en las historias góticas que piden ser leídas en sofá y con mantita.

Sigilo es, por cierto, una editorial argentina y la traducción es la misma que emplearon en ese mercado. Dado que en España no estamos acostumbrados a leer traducciones que no estén hechas al castellano de España (y eso daría para otro tema en otro momento), sorprende cruzarse de vez en cuando con palabas un tanto desconocidas o con adolescentes que se tratan de usted.